Humillante split



Pues, por fin, estuvimos en Split. Nos perdimos las tres primeras convocatorias porque nos pilló abandonando España, que dirían los Motorsex. Así que nos dijimos, o vamos a Gernika, o, chica, say hello, igual no podemos asistir al Split Tour. Y, tú lo sabes como yo, había que ir. Daba igual que tuviéramos que subir Autzagane, aparcar en Lumo, o echar humo por la boca cuando el vapor de agua se condensa por el frío. Frío tenían en aquel siglo las tropas austrohúngaras, coño, nosotros no, que el rock da calor y, si no, siempre nos quedará el pogo como generador de energía en tránsito. 

El sitio no te lo he dicho pero lo he dejado caer: Iparragirre Rock Elkartea, en el polígono Beko Ibarra, al otro lado de las vías, cerca de la antigua fábrica de armas Astra, allí en Gernika. La razón: bolo de Víctimas Club y Sonic Trash por motivo de su disco compartido, mejor epé del año para muchos, hasta para alguna revista. 

Cuando llegamos, vemos un Eroski y un bar petado de gente. Por muchas vueltas que damos, no encontramos dónde aparcar y tenemos que dejarlo más lejos. Lo mejor del paseo, con las manos en los bolsillos y las solapas bien subidas, el aroma de la churrería al torcer junto al paso a nivel. Las bandas están cenando en el interior del bar. Pela nos ayuda a entender que ese no es el local, que hay que dar la vuelta a la esquina y entrar en una nave del polígono. Poco a poco, va llegando la representación móvil de la margen izquierda, lo que creo que acaban llamando el Comando Ezkerraldea, aunque hay infiltrados de otras comarcas a los que no repudian, incluso una que llegó al bolo andando desde casa y bien que se lo merecía la muchacha que es siempre ella la que viaja. Todos nos reunimos ya dentro del local, donde el frío encuentra su camino para que tardes en quitarte el abrigo. En cualquier caso, el local nos convence y miramos alrededor como un niño huérfano de Dickens miraría el escaparate de una chacinería. Ya nos gustaría, tal y como están ahora las cosas, tener sitios así por allí. 

Así que entre mirar para allí y para allá, entre que un Monotono te cuenta un chiste, un Tiparrakers te saca brebaje, el de Irola Irratia se pone a bailar, la que representa a Churrería te ríe una gracia, Isa decide si se quita el abrigo o no y otro te pregunta dónde esta el baño... no nos damos cuenta y ya están los Sonic Trash en lo alto del tablado, enchufando las guitarras y apretando las clavijas. La ouija se pone a temblar porque ya anticipa la aparición del espíritu del rock and roll. 

Tiembla el piso cuando arrancan los Sonic Trash. Lo hacen con "Amnesia", creo, y lo que consigue es justo lo contrario: que recordemos por qué estamos allí y a qué hemos venido. Yo me fijo en que el batería usa una sonaja como baqueta, pero lo que en realidad eriza es esa atmósfera de emoción que luego alargan con "Algoritmos", "Bang", "Cabronazo" y alguna más. Si antes era una sonaja, luego saca una baqueta de timbal o algo así para percutir la delicadeza rítmica de "Kalamity". Lo rizan con "Gure Nights" y se explican, porque, entre otras cosas, tienen tiempo. Al bajista se le peta el ampli (acabarán usando el monitor) y Juanjo Arias le grita a David Hono que se afine. Mientras tanto, cuentan que les gusta dedicar canciones a garitos, en esta ocasión, al Gure Txoko bilbaíno. Llegará, con éxito, como siempre, "Bilbao Speed City", y ya se evoca ahí el humillante nexo de unión entre las dos bandas. Suena larga y crepitante "Ginebra", de su último disco, sí, el split, y David Hono termina sobre el micro con un gesto marca de la casa, las dos manos sobre la rejilla y parece que mira un abismo. "Hey Chica" es la elegida para terminar, aunque antes luce vibrante "Santo Tomás". 

No sé, que te digo yo como colofón, ¿lo mismo de siempre? Si quieres nombro a Afghan Whigs, o a cualquier otra banda que comparta adjetivo nominal con ellos, ¿verdad? Bajo, si no, hasta los noventa, o uso la treta de los Bad Seeds. Podría, sí, pero qué más da. Eso no va a servir para explicarte cómo expanden el misterio y juegan, a capricho, con la agitación. Es esa sensación de que estás dentro de algo que puede implosionar. Quizás no lo haga, pero ya has sentido la tensión. Quizás no lo entiendas, pero bailas a su ritmo. Yo creo que lo llaman rock and roll y que aún funciona. 


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Y la humillación sigue poco después. Víctimas Club. Aparece Pela con sus compañeros y lleva en la mano su sonajero de chamán. El pecho descubierto, oteando el firmamento, no hay frío ni pudor. Se agacha para platicar con alguien en la primera fila. Creo que le preguntan por el manojo de maracas pero acaban hablando de sus tatuajes. Es la misma chica que le mira abismada como si acabara de toparse en el bosque con un León de Nemea cuando Pela se tumba para comenzar el embaucamiento final de "Cortando encía". 

Pero eso es el final. Antes queda todo lo demás. La energía de Osoron y Marín, el magín de Baleztena, la quimera de Postigo. Se suceden los éxitos de antaño, como "Profesional" (quién será Samy el Gordo, tú, que ya es como uno más de la cuadrilla), "Cristo nacido en Judizmendi, muerto cerca de Lazkao", (¿dónde está nuestro espacio común?, ahí, en el charco de luz) o "Somos tu nueva normalidad" (qué  es, qué será, qué más da). También caen las nuevas, las que han provocado este nuevo repertorio, y llegarán "Chicas que" que las chicas celebran y, por supuesto, "Humillante Speed" y qué decir de "Tratando con desprecio a unos pocos", donde el jazz se amanceba en trío con el pop y el punk, los teclados demuestran su reinado absoluto y el tío de la camiseta de Begitruk sigue mordiéndose la lengua mientras demuestra que maneja las gamas completas de la percusión. Es una canción a estudiar, de esas que tienen sorpresas, de las que nunca parecen sonar igual. Y hubo más, porque, si me permites responder a la pregunta "¿Cuánto tiempo llevamos así?", te diría que, por mí y para muchos que andaban por allí, nos tiraríamos toda la vida igual. Y "Farsantes contra Farsantes" en versión feria ambulante, tuvo el mismo impacto emocional. Y, una vez más, el cuarto de hora que convoca la bacanal de "Cortando encía" se convirtió en pura ambrosía. Además, y ya es una venerable tradición, disfrutamos de la dedicación de "Mundo mejor" de Sumisión City Blues (pasarán los años y nunca dejaremos de añorarlos) a la peña de Barakaldo. 

No sé cómo ponerlo sin que luego vuelva a arrepentirme por no tener mesura ni objetividad: son el puto secreto del rock and roll, el medallón de jade del punk. No tienen respeto por los márgenes y juegan con las voluntades. Son capaces de crear esa música que se adhiere a la conciencia, que pervierte las caderas, que remueve las entrañas. 

Luego está todo lo demás. Puede parecer parafernalia, un añadido, el colorante y los aditivos, pero forma parte del conjunto y le da enjundia y afinidad. Pela confiesa que se había prometido que nadie más volvería a darle asco, pero le dan asco de nuevo ciertos representes de cierto partido político. Alguien entre el público le ruega: "¡Déjame que te dé yo asco!" Y dándose la vuelta concluye lacónicamente: "No merece". Habla del tiro a pichón, del fentanilo y del Urdaibai. Urdaibai ez dago salgai se muestra en una bandera que ondea y más. Se suelta una manoletina con la misma y deja una nueva perla: "Si Jon Idigoras era torero, yo también". Con "Chicas que" vacila sobre sus supuestos conocimientos musicales: "¿Canto una de Los Suaves?" Y vacila con la letra de "Peligrosa María". Desde el público, le piden Ska-P. Confiesa que no sabe pero se defiende: "Pero sé muchas de Betagarri, ¿tú te sabes alguna de Betagarri, a que no?" A tenor de las noticias, nos confirma que los pellets no son nocivos y se pone, en un momento, a repartir chicles ("¡tengo más, tengo más!"), que son solo para los de las primeras filas, y afila con ironía esa última palabra, dejándolo claro con sus dedos informativos. Le da tiempo a reírse de sí mismo, señal de salud mental y criterio moral: "Soy el mago de la comedia". No ha conseguido cegarle el orujo gallego que le suministran desde Mundaka. Se parte la caja, no puede evitarlo, cuando descubre lo que le han lanzado desde el público: "Me habían tirado de todo, pero una bolsita de ketchup, nunca. ¡Gracias Gernika!" Hace arnica con sus comentarios, aseda el intervalo hasta dejarlo como la formica, una mica de humor acerado siempre es bueno. El bolo pasa tan rápido que te han inoculado el veneno y no te das cuenta. Para cuando Joseba Lenoir entra en trance,  tú hace un buen rato que perdiste la voluntad. Te dejas humillar por la música, por la magia de la música, y saldrás de allí formando parte de la nueva religión: "esto es rock, es mi castigo, ven a conocer mi religión" cantaban en Obligaciones. 

Se retiran despidiéndose así: "Somos Sonic Trash y somos de Neguri". Uri Geller doblaba cucharas y en cada bolo de estos te pueden doblar la servidumbre. Son una alianza letal. Rugen que da gusto. Luego, al día siguiente, puede retumbar aún en tu cabeza. Humillarse así da gusto. No importa el rocío ni la niebla del viaje de vuelta. 

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