Lanza cohetes





Era la primera vez en viernes y fue el bolo con más público que hemos visto allí, en la sala Rocket, nuevo garito de conciertos en Bilbao, aunque ya llevan unos cuantos desde que comenzaron, y nosotros hemos visto muy pocos, así que seguro que ha habido otros bolos tan petados como éste o más. 

 

Pero había que empezar por ahí porque fue una alegría que volviéramos a pelearnos por evitar cabezas mientras vemos un concierto. Bo Derek’s y Garbayo tuvieron compañía, el calor se agradecía, y de lo del relevo y las salas que cierran y el rock para minorías y esas cosas que nos amargan las tertulias últimamente lo dejamos para otro día que estemos más taciturnos y se nos frunza el ceño mejor. Hoy, aunque ya está casi más cerca la última noche del año que la del concierto del que queremos hablar, aún nos dura fresco el recuerdo del bolo tanto como el incremento del ácido úrico después de la noche de crustáceos y polvorón que vivimos poco después. Vamos con la crónica que es para lo que estamos: 

 

Nos dicen al sellarnos que van a empezar los gallegos. Los Bo Derek’s llegan como si vinieran de paseo cuando aún estamos fuera de coloquio. Saludan y se disculpan para entrar dentro y acicalarse. Parece que tienen ganas de arrancar y casi no da tiempo a pedir julepe y colocarse cuando ya aparecen sobre el escenario, con Óscar Avendaño en el medio, elegante en su sempiterno traje inmaculado (que no acabará así, por supuesto); a su derecha, el Lorre bajista; en la retaguardia, el Lorre baterista. Sin más preludios ni zarandajas, se arremangan para la ñapa. 

 

La primera es del último disco que han sacado, Porca miseria, que bien podríamos haber reseñado en este blog, porque escucharlo lo hemos escuchado en bucle, pero por hache o por uve, que no es la letra pero rima mejor, no lo hemos hecho. Voy derecho: “Atrapado en el garaje” era y sirvió para atrapar ya al respetable. Sin tiempo para coger resuello, emparedado en bandeja con “Encerrados” y “Godzilla vs Kong”, que así ya han hecho el viaje completo alrededor de su discografía. Luego, revuelven en lo antiguo para recuperar “Tirao” y “Humo”. En los descansos, Jorge Lorre dice “graciñas”, sin borrar la sonrisa que mantiene durante toda la ejecución, y Óscar Avendaño se muestra más sarcástico: “gracias por esos humildes pero merecidos aplausos.” No se amedranta cuando ve delante un campo de minas, que ahí se tira dando saltos a cruzarlo, sacando a colación la emoción de las riñas regionales, tentándonos las rivalidades cuando pone en duda que podamos corear mejor que la gente de Madrid o de Cantabria. Lo hace porque van a regresar al disco nuevo y tocar la colorida y efervescente “Sal los jueves”. Te dicen a ti que salgas, o a quién sea, porque ellos ya lo hacían, que ese era el día en el que visitaban el Hanoi en su anterior disco (“Jueves en el Hanoi”, luego la tocarán sí, igual que “Fireball”, porque ambas triunfan ahora tanto como ya lo hacían antes). El regreso a Hanoi ocurrirá en la rampa final del concierto, pero antes sigue el rock and roll vacilón y acelerado de “Más rápido que tú” o “La última estrella”, donde Avendaño retoma el tema de la porfía entre vecinos, y Jorge le avisa: “te va a salir caro lo de los ayusers.” No le preocupa: “Es lo que hay” y luego vienen los hey hey hey que pican en la garganta y en la cintura de alguno/a. No hay descanso ahora que todo funciona. Antes tuvieron problemas con la guitarra de Óscar Avendaño y mientras lo solucionaba, la canción la siguió cantando Martín Lorre desde su rincón de percusión variada y saludable, la mejor tradición en ritmos de rock and roll. “Como un herpes” vendrá luego y no hay hueco para el romanticismo, que luego llega “Bye bye blues” y otro más de esos retratos llenos de retranca con referencias culturales, en este caso, el “Cool cool baby” donde se menciona a Hegel, Kant, Foucault, Faulkner, Thomas Mann, Simon de Beauvoir, Virgina Woolf, Dr Feelgood, Black Lips y hasta a Tony Devil Dog. Más sorna de la actualidad cuando dicen que están ahí para “putodefender” el rock and roll porque confiesa Jorge Lorre que “no valemos para otra cosa”. Es la intro de “Salvar el rock’n’roll” y uno que tengo al lado le dice a otro que tiene él al lado que esta mola, y le pega con el codo. Yo pienso que lo que no dice es que probablemente vea reflejado a alguno de sus amigos en la letra. Voy a cambiar de párrafo para respirar e ir pillando la rampa de salida:

 

Llega “Para tanto” justo antes del arrebato de “Fireball” y “Jueves en Hanoi”, aunque, por medio, se arrancan en inglés con “First Time I Look at the Purse”, y Jorge Lorre grita “Money” y Óscar Avendaño se frota los dedos. “Recuerdos del paraíso”, que, si te gusta esto, la Sala Rocket en aquel momento era un sitio muy parecido, y ya estamos en el tirabuzón con furia final, que encaran con “Nutbush City Limits”, apuntándonos con el estribillo como si fuera un lanzallamas. Para sellar lo que ha sido esto, ese rock and roll que para muchos y muchas sigue siendo alimento y filosofía, terminan sin necesidad de que tenga sentido lo que cantan, apuntándose al club de Little Richard, con una “Bama Lama Bama Loo” salvaje que lleva a Óscar Avendaño a los bajos del local. Se adentra entre el respetable y se aposenta junto a la mesa, ofreciendo su guitarra, que aprecia Andi Sinclair, siempre con una púa en el bolsillo, la cual saca por sorpresa y se apresta a compartir punteo con el cantante de los Bo Derek’s. No contento con esto, Avendaño se lanza al suelo como si un hechizo le hubiera convertido en un robot roomba y da vueltas sobre sí mismo hasta que deja una huella redonda cuyo hueco alguno adora cuando ya se ha ido, como si fuera un círculo alienígena en el maíz. El traje ya no está inmaculado pero no hay mácula en ese final rotundo con los tres Bo Derek’s arriba, saludando con templanza y diciendo esto ha sido todo, amigos, volveremos a seguir putodefendiendo. 

 

Y hubo que coger aire fuera en la calle, pero se nos fue de la mano, que, cuando quisimos darnos cuenta, Garbayo y sus acompañantes ya tenían la fiesta montada. Allí arriba se les veía muchos y apretados, al ex Zodiacs excitado y electrificado, como siempre, y creo que ya estaban atareados con “Gran gorro de paja”, de su último disco. De ese disco, La Onda Expansiva, luego, si no me confundo, tocarán también otras. Por ejemplo, “Máquinas engrasadas”, donde Garbayo empieza ya a quitarse la guitarra, de cincha ancha, porque es marca de la casa lo de levantársela por encima de la cabeza: hará equilibrios, disparará y no sé cuántas cosas más, entre ellas, regalársela al multi-instrumentista en el que se convierte su teclista, que acabará tocando también las maracas, la pandereta y la guitarra del vocalista. Por ejemplo, “Mejillas”, con viaje hasta la plaza de Capuchinos en Córdoba, en una letra que creo que es cosa de Ricardo Lezón, según leí por ahí. Por ejemplo, “Esperando el fin del mundo”. Por ejemplo, “Gato!”, donde Garbayo muestra su capacidad para la interpretación y araña al aire. O, por ejemplo, “Psicofonías”. Todas esas de La Onda Expansiva, que yo escuchara, recuerde y/o reconociera. 

 

Entre todas ellas, también tuvieron tiempo de volver trabajos anteriores y cantar “Nitroglicerina” o “Te dejaré atrás” e incluso mucho más atrás hasta los Zodiacs y recuperar “Chica normal”, que ayudó a descubrir a los fans de antes o de siempre porque muchos y muchas en la sala demostraron que se la sabían. En la traca final, sin bises ni leches, que la gente se quedó esperando con sorpresa, se despidieron con ese juego musical a pachas con los Black Sabbath. “Iron man (menear mi cuerpo)” también le sirvió a Ignacio Garbayo para juegar con el cable del micro a lo Tokyo Sex Destruction, como si fuera todo un Vicente Oropeza de la margen derecha. Pit Idoyaga, a la guitarra solista, hace y deshace con la energía de la canción como si su guitarra fuera el mando a distancia de la emoción. Se piran por todo lo alto con “Muévete” y la peña les hizo caso. 

 

Procede terminar con un párrafo de despedida y en una sola píldora resumírtelo todo. Los primeros repartieron raciones aceitosas de ese rock and roll imperecedero, lleno de sátira, buenas rimas y actitud a raudales, como siempre se dice en las crónicas clásicas. Los segundos se movieron por otros terrenos, entre el pop, el indie y el powerpop más descarado y efervescente, con una electricidad distinta pero igual de refulgente. Para verlos a ambos, como dijimos al principio, se petó el local y tuvimos que recuperar los abrigos de los que nos deshicimos para volver a salir a la fría realidad de la calle. Lo hemos visto antes, pero, oye, no cansa.  

Comentarios