El mundo animal



Si te preguntas por el título, te lo explico ya: lo de siempre, no sabía qué poner. Pero, esta vez, empecé por el principio. Decidí que lo primero iba a ser el título. Así que pensé en algo que las bandas tuvieran en común. ¿Ningún calvo? Puede ser. Piensa otra cosa… Algo se me ocurrirá. Pienso en cómo se ve la Nave 9 desde fuera, cuando sales a echarte un cigarro y el resto sigue dentro bailando y vociferando, que parece que los tienen en exhibición, como en el tanque de un aquarium, y han montado una fiesta de cumpleaños en la piscina multiespecies. Decidido. Me centro en eso: este bolo fue mejor que una visita al zoo. No sé qué quieren decir los Türbøt con la diéresis y la o atravesada, pero a mí, una vez, un tío que sabía demasiado y se estaba comiendo uno, me dijo que al rodaballo se le llamaba también turbot. ¿Cómo Hércules Turbot?, le dije con coña, pero no le hizo gracia y además encontró justo una espina. Luego estaban los Mapache, que no tenían ojeras como el animal ni la cola anillada que tanto le gustaba a los traperos americanos como sombrero, pero animales son y fueron sobre el escenario. Y más animales aún estuvieron unos Eh, Mertxe! que no tienen coincidencias en el nombre con el mundo animal, pero se mostraron, aquel día, como auténticos jabalíes, arrasando con el sembrado de la Nave 9. Así que eso, puestos a inventarme algo, dije, pues, “el mundo animal”, Holden, y de paso te cascas un párrafo bien largo contándolo para que ahuyente a todas las bestias del bosque y que así no sigan leyendo. Yo sigo escribiendo, eso sí:

 

Ya te lo he puesto todo, ¿no? El nombre del sitio: la Nave 9, Bilbao, pero en la margen izquierda todavía, ¿verdad?; y los nombres de las bandas que actuaron y el orden en el que lo hicieron: los Türbøt primero, los Mapache luego y de coronación las bestias de Oion, los Eh, Mertxe! 


Sabana, altiplano y arrecife de coral, tres hábitats distintos para el mundo animal. Os los describo:

 

Türbøt, primero, demuestran que saben idiomas: “Bon día, bona tarda.” Curiosamente, hemos venido con uno de Santanyí, y, cuando oye su idioma, sube la barbilla como una gineta que escucha un ruido leve en la dehesa. Luego se explican mejor: “Hemos venido a tocar cumbia.” Y cumbia hacen: todo el mundo sabe que se lo inventó Sid Vicious durante un mal viaje, ¿no? Juegan a los malabares con las costuras del punk, lo que mola, porque lo mezclan con el rock and roll más urbano y clásico, vociferan como Henry Rollins si procede, se acercan al garaje, y nunca dejan de correr por los mástiles. Mola (a nosotros nos mola) todo eso que se grite, pero, sobre todo, todo eso que se bastardice. Dicen algo de policía en la primera, así que voy a jugármelo todo al rojo en la ruleta. Creo que era “Policía del punk”, la misma canción que abre su último trabajo, ¿Podemos ayudarte?, que han publicado este mismo año. 

 

Se va la luz y Javi Rubio grita como en una película de Halloween. Nos fijamos, tanto yo como el de Mallorca que nos acompaña, en que, aquí, canta todo el mundo. Se van repartiendo, parece, el protagonismo. 

 

Para dejar claro que van a la escuela de idiomas, se despide el guitarrista diciendo que “grazia mile.” Nos quedamos con el jugo que le sacan a todos los constructos, que solo busco la rima, pero lo que quiero decir es que enerva cuando se acercan al hardcore, las gargantas enrojecen, la peña se quiebra el cuello, y luego entra el guitarrista con la semi hueca (creo recordar) y le da un matiz distinto, vienen más tarde y se ponen oscuros, luego vuelta a la velocidad, se acercan a los Burning si me apuras, y retoman la senda del punk. No conozco su repertorio, lo siento, aunque ya tienen un par de trabajos, así que no puedo ilustrártelo con ejemplos, porque no conozco los títulos. Para la próxima, prometo prepararme, o, por decirlo con poliglotía, que a ellos les gusta: “neks taim.”

 

Inglés hablaban los que venían luego, los Mapache. Y, oye, después del ostión en toda la boca que fue no entender ni de la misa la media, que decía mi abuela (joder, cuánto hacía que no decía lo de que “como decía mi abuela”, qué nostalgia repetina), cuando vimos a los Chords, por lo menos, con estos, se entendió algún chiste. Ellos nos llamaban País Vasco todo el rato, que está bien. Durante todo el bolo estuvieron por allí. Con los Türbøt, merodeando. El batería de los ingleses entusiasmado, imitando los ritmos. Luego, con los Eh, Mertxe!, se vinieron arriba y uno de ellos acabó hasta manteado. ¿No es cojonudo? Yo creo que sí, pero mejor me dedico a lo mío.


Arrancan efervescentes y se presentan bien: “How are you doing? We are Mapache.” La Gibson se muestra inquieta, los coros elevan los estribillos, las melodías se pueden cantar pero la energía se retiene durante todo el repertorio. Nos quedamos con un batería que sube bien arriba los palos para pegarle fuerte. Nos quedamos con el tirabuzón en la frente que le cae al cantante, que luego irá perdiéndolo. Oye, no sé por qué, porque no se parecen en nada, seguro, y el otro lleva tupé, pero a mí me recuerda a Eli “Paperboy” Reed. 


Ellos mismos dicen que la lista que tenían hecha se les ha ido a la mierda: “up in the air”, dicen que está. Van improvisando lo que tocan y, como con Türbøt, poco puedo hacer yo, que tampoco me conozco los títulos. Así que he de limitarme a comentarte que triunfan, con un plan de ataque que ya hemos visto antes, pero que resulta de lo más efectivo. Estribillos pegadizos, mucha actitud, van de los Cyanide Pills a The Kids mientras te patean el culo para que botes con el ritmo. 

 

Y llega la recua de caballos desbocados. Por si acaso no te gusta la metáfora, te voy a explicar lo que quiero decir, y no fue solo una impresión mía: se vio a los Eh, Mertxe! desatados, vigorosos y categóricos. Tres adjetivos puestos en línea, como marca el estilo, que lo único que quieren comunicar es el convencimiento que nos proporcionó su actuación. La que estaba a mi lado, me pegó con el codo y me dijo: “Ostias, cómo han ganado, ¿no?” y yo solo asentí, pero me hubiera gustado ser más rotundo. Se les ve con el repertorio asentado y equilibrado, con formas más contundentes en escena, mayor seguridad y templanza, los trucos del arte bien absorbidos y consiguiendo que todo esto redunde en sus canciones que, serán mejores o peores, pero son macizas como debe serlo una canción de rock and roll y ligeras como debe serlo una canción de rock and roll cuando la tocas en directo. A Ibai le pasó algo. Javi Rubio gritó desde abajo: “¡Patinazo!” El cantante ni se inmutó: “¡Es broma!” La mecha ya estaba encendida.

 

El comienzo es una catarata de gasolina con “Negociante,” “Lo sabes bien” y “27”. Se sueltan una versión de La Perrera: “Esta vida apesta.” La clavan. Cuando arrancan con “Jakingo bazenu,” o cuando terminan, ya no me acuerdo, reparten amor: “we love you, Mapaches y os odiamos, Türbøt.” Anuncian que llega el momento que estábamos esperando, cuando atacamos de frente a la esclavitud más contemporánea y nos ponemos a patear contra el suelo para cantar “En la vid” porque Ibai lo pide, “¡esta sala tiene que retumbar!” y retumba. Claro que lo de antes era coña, porque se supone que lo que esperábamos, según Ibai, era una versión de Mikel Erentxun. Sin embargo, nos molan más cien botas sucias de barro que cien gaviotas volando.  

 

Cosida llega el momento de mover las caderas con “Phantom Mover” y el grueso del epicentro del concierto, que ya estamos calientes y metidos hasta el cuello. Todo nos entra como agua cuando hay sed, canciones como “Ácido es tu ser,” “Arrasa todo,” “Perviérteme,” “Relevo,” “Qué más da” y vuelta al euskera con la resistente, aún dura y funciona, “200 milatara”, que es cuando dicen que, en realidad, ellos no son los Eh, Mertxe!, que son los Türbøt,

 

Pues nos engañaron por completo. 


Ya está la cosa que se vierte por el lado del desmadre, con Ibai sin gafas listo para brindar. El cartel en inglés que antes anunciaba en los baños que uno de ellos no funciona está ahora colgado, con sarcasmo, del pie de micro del cantante, que no se interesa por ello: “out of service.” Acabará manteado por el público y alargarán un final, con bis incluído, donde se despiden en inglés con una versión de Little Bob Story, una “Like Rock’n’Roll” que no supimos reconocer, por supuesto, pero que nos chivaron al día siguiente por whatsapp. 


Acaba el bolo y con buen tiento, para que no nos cueste tanto la transición a lo normal, la gente del bar pincha a los Kuraia. Mientras, vamos desalojando, lo volvemos a comentar: vaya cuajo que están ganando estos tíos, los Eh, Mertxe!, digo. Al final van a volar, y qué alto volarán.  


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