El 38



El primero es Txesko. La primera "T" es suya y ellos tocan primero y él también es el primero en hacer la broma: "¡Cuidado, el autobús!" y la peña se gira. Se parte la caja y se justifica: "Tenía que hacerlo, ya sabéis que siempre he sido así de gilipollas". El último es Jon Ander. La "T" es de Tiparrakers y ellos tocan los últimos y él es el que dice lo del 38. Mientras va y viene. Un día, tenían que hacer una competición de caminantes entre Vito de Campamento Rumano y él, a ver quién hace más kilómetros de izquierda a derecha. ¡Cuidao que viene el 38! y apunta para la Bide Onera. Antes, por lo menos, el 38 era el autobús de la playa, el que te llevaba a La Arena, por el Campillo y toda la ruta turística por la cuenca minera. No veo yo a Jon Ander extendiendo la toalla, Néstor, que sube la marea. En el medio fue el batería de Ostrich Wedding, quien festejó la ocurrencia de celebrar el festival en una marquesina de autobús y dijo más: "y que encima se llama La Libertad". 

Ahora lo ordeno todo y me explico, lo prometo, pero esta fue la primera guinda en el pastel: al o a la que se le ocurrió rechazar la elevación de un escenario y que los bolos fueran a pie de calle. La segunda guinda en el pastel es el pastel en sí mismo. Por fin, el Festival Kallejero, recientemente celebrado en Sestao y varias veces en Bilbao, llegaba a Barakaldo, con todo ese espíritu de que las calles nos pertenecen y que la música es popular. Populares son algunos recintos festivos y concurrida es siempre la Avenida de la Libertad, así que se dieron circunstancias curiosas. Distintas corrientes cruzándose en un océano de gente*. 

Lo que importa: primer Festival Kallejero organizado por Kallejosos Crew en el recinto de txoznas de las fiestas de Barakaldo 2023, con la colaboración de Berri Otxoak y la participación de, por orden de salida, T.E.T.A., Barre Ikara, Sweaty Lovers, Ostrich Wedding y broche de oro (para ellos unas gafas) de Tiparrakers.  

T.E.T.A. ya han empezado. Elemento debajo del techo, detrás de la batería. El bombo se mueve y aparece Iñaki, bajista de Distorsión, alzando un barril de cerveza que colocan estratégicamente delante del bombo. Hay bromas sobre si estaba lleno o vacío. "Muy ligero lo ha traído", se ríe Txesko que estará muy interactivo y cercano durante todo el bolo, saludando, haciendo bromas como la del bus pero siempre serio y rotundo cuando canta, a veces con las manos en el bolsillo, siempre con las gafas de sol en la cabeza, sudando su camiseta de Atakask. Son nuevos, pero no lo son. Son tan de Barakaldo como lo es el lindano, el barrio de Bengolea o quedarte fuera en el play-off de ascenso. Tocan material propio y alguna versión y demuestran que tienen pulso y nervio. Hacen el punk que hemos hervido en putxera desde que hacíamos pira en el colegio. T.E.T.A. lleva las iniciales de los cuatro componentes, cuyos currículos unen esto con lo de antes, con Los Roñas ("¡Una de Los Roñas!") y Karretera Agropekuaria. 

Suben Barre Ikara. No han empezado y los compañeros me dicen: "¿Aún no los has visto?" Pues, no, no ha coincidido. Sé que son del Matadero y reconozco a los miembros de otras bandas. De hecho, alguien subraya que el bajista tiene doblete hoy, primero con Barre Ikara y a la noche con Chulería, joder. No se le ve preocupado por tener dos turnos, la verdad. Me advierten de que me van a sorprender y así es: cantan todos y cantan en varios idiomas. Javi Rubio lo llama proto-punk, y ahí hay punk, rock and roll con sus muchos matices y variantes, algo de hardrock o blues y lo que quieran meter en la coctelera que luego le dan un toque personal. El guitarrista lleva camiseta de Uger y el bajista de Capaces, y Txilo en la batería acabará a pecho descubierto, pues por ahí dentro entra todo un universo en el que se lucen en la instrumentación, la elevación de los clímax y las canciones macizas. Le dedican una a los especuladores del hormigón, celebran la autogestión y los bolos a pie de calle, reconozco luego "Ume piztia" y sé que tocan tres versiones que yo reconozca o recuerde, probablemente más. Pero ahí están el "Society" de Pennywise con letra en euskera o el "Bidaiatzen" de Kuraia para terminar. La que más se celebra es la que cantan en castellano, el rock pantanoso de Los Pirris que les queda como un guante y la gente aún presente bajo la luz del día disfruta a gusto del "Prometo portarme bien". No llevaba libreta, pero si la hubiera tenido, habría hecho como los detectives en las películas, escribir su nombre con mayúscula y subrayarlo tres veces porque está claro que Barre Ikara es la clave. 

Sweaty Lovers vienen luego. Los dúos están de moda y mola ver a estos de vuelta. Se les echaba de menos. Recuerdos del kebab y de El Tubo. Disfrutamos otra vez la oportunidad de gritar palabras poco habituales en un estribillo como lonchas o ese neologismo entre apestoso y tóxico que es, en realidad, una celebración del compromiso sudorífico en el rock. En pocas palabras, que han vuelto los amantes sudorosos con sus alíens de color rosa y es para celebrarlo. Su rollo entre el indie, el garaje y el rock and roll sonó mucho más crudo, más punkarra debajo de esa marquesina. Por cierto, ya les habíamos oído la versión del "Bronka en el bar" de Parabellum, que funcionó mejor que nunca, pero no les recordábamos "El rock nació conmigo", que abrió Deborah al cante, y que creo que es una canción de los mexicanos Timbiriche. Deborah, por cierto, debería llevarse (y se lleva) reconocimiento doble por el bolo con su banda y por organizar todo esto. 

Desde primera hora, por allí andaban, las avestruces, como si estuvieran de convite, celebrando las nupcias de una de las suyas. De hecho, creo que fue con Barre Ikara, que el batería se puso delante de nosotros. En un momento, de repente, se dio la vuelta, miro con los ojos muy abiertos hacia alguien que no veíamos, metió dos dedos en su katxi de cerveza y se santiguó, al mismo tiempo, asperjando su bendición por encima de nosotros. Los Ostrich Wedding, quiero decir. Completos desconocidos, no lo vamos a esconder, pero justo al lado de Barre Ikara en el cuaderno de notas, con letras mayúsculas y subrayados por partida triple también. El batería del bautismo aparece ahora en calzoncillos. Lleva camiseta, eso sí, de Mutilated Judge, con esas letras que pinchan solo con verlas. Como hizo Deborah en el bolo anterior, también este toca en calcetines. En algún momento, sacará un silbo de émbolo que a alguno le recuerda a los Melody Pop de caramelo. El trío se afana con un rock expansivo de actitud punk (ostias, me ha quedado profesional que apesta), rozando la psicodelia, practicando la poliglotía y con líneas de bajo que mesmerizan. Con ellos se hizo de noche, pero trajeron la luz, en realidad. Creo que llevan solo como tres años, pero es todo promesa y de la buena. Como la porra boomerang, espero que vuelvan.  

Y de noche, llegó el desfase. No sé si era porque hacía mucho tiempo que no los veía o porque era el momento. Ya casi no tenían sitio. La gente se subió a la acera y se pegó tan cerca que se confundía a los músicos con el público. Bolazo de los Tiparrakers que rozaron el diez con un Jon Ander inspirado, un sonido erizado y un buen repertorio. Sin ir más lejos, arrancaron con "Enemigos todos" y Jon Ander le pedía a Senén que se subiera. No sé a dónde, aunque él intentaría encaramarse luego a lo alto de la marquesina. Cien veces se subió al barril y alguna al bombo. "No comprendo" y "Noche trankila" y "Triángulo, cuadrado, rombo" y "Buen rollo" y "Controlo", apuntando con el dedo hacia allí donde estuvo El Tubo. Vamos, que se lo hicieron "Over the Top". Jon Ander arremetió contra las fiestas populares y las charangas, sudó su camiseta de los Haggish (que vuelva, coño, que vuelvan), abrazó, empujó, le embozó el pogo, le dedicó una canción a Mikel Landa, me pareció, y se hizo más kilómetros que Kilian Jornet de paseo. El público acompañó y ellos sometieron: sonó alto Jero, sobrio David y afilado Senén. Todo bien, que rima. Todo muy bien. T de Tiparrakers que seguirán siendo toda su puta vida una banda a reivindicar. Por cierto, ¿hicieron una versión grunge? Yo ya estaba perdido a esas alturas, pero juraría que se hicieron el "Ain't Nothing to Do" de Green River y les quedó de puta madre, como se dicen las cosas en los bares, que cada vez escribimos con un estilo más definido por el codo que apoyamos en la barra.

Una última cosa: era publicidad electoral. Pero como si fuese una conjunción astral, en una esquina, quedaba niquelado leer el siguiente texto en euskera: Berriro egingo dugu. Que así sea y vuelva pronto el Festival Kallejero. 



*Digresión: Tú estabas allí viendo el concierto, pero había gente que quería cruzarlo. Lo curioso fue el respeto con el que, en algunos casos, se producía el rechazo: caras de asco o sorpresa, oídos tapados con la mano, la cabeza para abajo (¡ni mires!), pero sin malos gestos ni comentarios soeces, por lo menos que yo viera u oyera. Y así pasaba gente de mediana edad, de edad avanzada y hasta jóvenes que te miraban como subiéndote aún más alto la edad inexacta que tengas tú. En esta edad digital en la que vivimos, es preciso que mantengamos el contacto físico, incluso visual, que estemos ahí, de pie, sudando, apretujándonos, sonriéndonos a los ojos, escuchando música en directo, y viendo cómo las generaciones y las camarillas se repelen y se respetan con fluidez y sin recelos. No sé muy bien qué he dicho pero el que estuviera por allí igual lo entiende mejor de lo que yo me he explicado. Fin de la digresión.

Comentarios

Albarito ha dicho que…
Maravilloso documento histórico