Crónica en streaming



Venga, va, rápido, que esto también es en streaming, o algo así, y confinado, eso seguro. Sin pensarlo mucho, que no estamos para grandes ostias, vamos a contar algo que ha pasado hace unas horas, al mediodía, en aquello que llamábamos y aún llamaremos sesión vermú. ¿Y el emú? ¿Qué pasa con el emú común? Vamos:

Dentro del Confina Fest, volumen II, si no me equivoco, que según la información de su Facebook es un evento en el que buscan "recopilar varios tipos de música, pasando desde el Surf Rock, Reggae hasta el house, techno..." nos hemos visto una sesión de media hora de surf rock and roll a cargo de los barakaldeses Los Retumbes. Completaban una terna surfera que abrieron los Surflamingos y cerraron Los Lombardi. Con total sinceridad, el resto del festival no lo hemos visto. El tiempo del que dispusimos lo dedicamos a los resaltados en negrita. Les habíamos visto tantas veces antes que hacerlo ahora sobre una tarima de píxeles nos llamaba la atención. Pero no era solo curiosidad. También era síndrome de abstinencia. Hay mono. Hay ganas. Y con ellos estaba claro que íbamos a disfrutarlo: con pantalla, pero haciéndola prácticamente táctil. 

El formato ha tenido sus cosas, como no podía ser de otra manera: "Di hola que te están viendo," y Andrés saluda. Por ejemplo, que a nosotros se nos da muy bien esto de hablar de cualquier cosa menos de lo que deberíamos, podríamos detenernos en describir el escenario, y no nos referimos al altillo, que no lo había, si no al recodo de la sala de estar, me imagino, que eligieron como espacio para ponerse frente al teléfono móvil: "¡Bienvenidos a nuestra casa, coño!", gritará Ana casi al final. Se instalan ahí y aceptan los riesgos: "Si cortamos de repente es porque han venido los vecinos". Y, sin rechistar, sufren las consecuencias: "Oye, esto es peor que El Tubo," se queja Ana, que supongo que se asfixia de calor. Después, con gracia y sin resquemor, aguantará una agresión en la barbilla con la Burns de Andrés. Espacios reducidos. Andrés, por cierto, se lleva la atención de nuestro experto en moda con su cervadora al más puro estilo Sherlock Holmes. No nos detenemos ahí, porque mientras viaja de traste en traste, que somos un desastre, no podemos evitar que se nos vaya, y por los comentarios en directo no somos los únicos, la atención a los detalles que nos ofrece la decoración. Y es que al fondo apagan la luz del mediodía con un estor paquetto de visillo blanco horizontal, que probablemente esté mal explicado pero quería poner en práctica lo aprendido en mi estudio pormenorizado de los folletos del Leroy Merlin. En una esquina, baldas blancas con una buena colección de libros, acompañados de la colección de memorabilia necesaria siempre que acostumbras a recaudar polvo en anaqueles: utilitarios de miniatura, una réplica de C3-PO... En la otra esquina, una vitrina, sobre la que descansa una figura de alguna saga de ciencia ficción, pero no la reconozco, y cuelgan unos calzoncillos serigrafiados que algo querrán significar, pero no alcanzo. Ahí recogiditos, como si estuvieran en casa, que lo están, se cascan un bolo virtual de una media hora, donde llegan a reunir a una centena de espectadores. 

Antifaces y al grano:

Abren pinchando el "Popcorn", que me imagino lo hacen en homenaje a Kraftwerk, que fueron unos de los muchos que tuvieron su versión. O a Jean Michel Jarre, vete tú a saber. O a Los Pekenikes, que no sé si les pegan más porque quién iba a pegar a estas dos almas cristianas tan abrazables. Cuando se acaba el pi-pi-pi-pi, Ana lo advierte: "Pues se acabó lo bueno". Mentía. Eso sí, terminar terminan media hora después con el "Long Tall Sally" de Little Richard, al que le dedican toda la sesión. En ambas ocasiones, acompañan las canciones con bailoteos alocados y hasta algo violentos, lucha de hombros, que, con Little Richard, hasta incluye un sentido homenaje a Pepe Viyuela pero sin silla. Andrés la tiene con su guitarra y el pie de micro y bendita sea la estampa. Además de todo esto, por supuesto, por el medio nos dejan un repertorio elegante que parecen acoplar a las características de la ocasión. Para ello, tiran sobre todo de instrumentales, incluyendo desde aquella de Link Wray hasta la inédita "El solitario", aunque ya la habían tocado antes en directo, y esta ocasión nos sirve para aprender más sobre ella. Nos lo dice Andrés: "no va del juego de cartas ni del onanismo". Qué será pues. También suenan "A retumba abierta" o una con la que cierran que está repleta de fuzz y mola. En la otra parcela, la de las letras con ironía y los estribillos para asaltar una joyería, eligen, y no sé si me pierdo alguna, "Eres idiota", con comienzo equivocado, "Cansado de esperar", "Surfing Fukushima", "Alienígeneas ancestrales", una "Animal" que abre Ana enseñándonos sus encías y "Tatuaje de mierda" que, por suerte, nos indica y nos sirve de promesa de todo lo que aún está por llegar y lo que les queda a esta pareja por ofrecernos en los próximos años, cuando nunca volvamos a la antigua normalidad y sigamos degenerando hacia la normalidad retumbana, que lo dice Ana: "Ssssh, soy retumbana". Lo seremos todos. Investigadores de la Universidad Giorgios Tsoukalos acaban de publicar un estudio que demuestra que los retumbanianos han vivido siempre entre nosotros, dentro nuestro de hecho, y predicen que aflorarán antes de que salga la cuarta temporada de Roswell

Well, friends and family, lo que decía Porky: "That's All Folks." Que hemos tenido una buena sesión vermú, con surf, rock and roll, risas y qué más quieres y ya, si eso, mañana que fase lo que fase. 

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