Fiasco Interview!!: Iñaki Urbizu "Pela"



Iñaki Urbizu le gusta que le llamen Pela. Estamos en el histórico Bode de Gasteiz, en un pequeño rincón de la calle Herrería, donde la estrechura ayuda a escuchar las conversaciones ajenas. Me lo dice porque yo le pregunto, así como que no quiere la cosa, mientras se sienta: “Oye, por cierto, ¿cómo quieres que te llame en el texto?” No se me ocurre insistir, preguntarle por qué Pela, de dónde viene, a dónde lleva. Probablemente, no sea un enigma y todo el mundo, al menos la gente más cercana, lo sepa, pero, aquí, en este momento, creo que la ignorancia sirve como símbolo: no es esta una entrevista para descubrir cosas como ésa, al hombre detrás del nombre, etcétera, etcétera. Es, más bien, una entrevista para hablar de lo que hace, de lo que escribe, de sus canciones. De su libro. De eso va su libro. Y es que sí, Pela publica libro. Se titulará Ni tan rápido ni tan sucio, tendrá la portada que veis arriba, y saldrá a la venta en breve. 

 

Antes, para ir abriendo boca, me vuelve a permitir que haga los honores del prolegómeno. Primero, fue con el prólogo; ahora, con esta entrevista. Sin embargo, como en la vida misma, sigo pensando que también en la música, a veces, el misterio es mejor que el entendimiento: “Si una letra me gusta, no me paro a analizarla. La escucho, la canto, y disfruto de ella. Analizando puede que llegues a entender demasiadas cosas y se pierde la magia.” Eso dice el propio Pela. Y comparto la opinión, aunque me sienta, por ello, como andando sobre arenas movedizas, por un piso resbaladizo. Quiero hacer preguntas, que entendamos algo, pero tampoco demasiado: construir un puente, pero que sea levadizo. Que no se pierda la magia. "Y eso hizo", a ver si podéis decirlo cuando terminemos. 

 

Aunque ahora intente comenzar por el principio, la entrevista, sinceramente, ha salido torcida, ondulada. En realidad, me gusta, me gusta que el texto sea así; se convierte en una alegoría, porque las canciones de Pela son igualmente rugosas, de piel áspera. Están llenas de heridas marcadas, de líneas como llagas que puedes acariciar con tus dedos, con los oídos. La conversación, por lo tanto, no va a ser recta. De alguna manera, Pela habla como escribe, como canta. También, he de decirlo, Pela es, en ocasiones, esquivo. No parece que le guste hablar de sí mismo. Y no es porque sea huraño, todo lo contrario: llega en bicicleta, con unas llamativas zapatillas coloridas, te da un abrazo si se acerca, su risa es contagiosa… Tened en cuenta que yo apenas le conozco, y, sin embargo, nada se hace incómodo. Por supuesto, no parece que el problema sea el tamaño aparatoso de un ego desmedido, como si rehuyera las preguntas porque él ya lo ha dicho todo “en su obra de arte” y está más allá de la mediocridad del razonamiento. Seguro que os habéis topado con alguien así, que, generalmente, resultan ser la gente que menos tienen que contar. De nuestra conversación, se desprende precisamente lo contrario: que, en realidad, le da palo que el foco esté sobre él, y piensa que hablamos de alguien que se sube a un escenario y se comporta con la misma naturalidad con la que tú te mueves por tu sala de estar. De todas formas, para corroborarlo, le hago esas preguntas tan manidas que leerías en las buenas revistas llenas de publicidad de perfumes con muestras que puedes restregarte por la jeta, ya sabes: "¿quién es Iñaki Urbizu?," "¿cómo te definirías?" Solo me falta preguntarle por su color preferido o decorar mis preguntas con alguna de cita de Madame Bovary o algo así, pero ya está hecho, ya lo he hecho. Y lo he hecho, como digo, para confirmar lo expuesto arriba. Y lo confirma. Iñaki Urbizu me resume, sin tapujos ni extenderse, que su vida no tiene nada de especial: “criado en un barrio obrero por una familia modesta, infancia sin sobresaltos, juventud alocada…” Se define como “un tipo normal con cierta inquietud y mala hostia”. Así que sí, no le gusta hablar de sí mismo, y no parece que la modestia sea falsa. 

 

Como en sus canciones, como en lo que dirá luego de Faulkner, y ya te adelanto que yo me inmiscuiré para subrayarlo, cuando habla le pasa lo mismo que cuando canta, importa tanto lo que dice como lo que se percibe que no ha dicho. No se extiende, por ejemplo, pero si se remonta lejos en el tiempo, rememora cómo hacían punk con saxofón y clarinete cuando eran críos. Y, entonces, se echa a reír. Y ya está: tienes el costal de esa harina. Es deslavazado, remoto, pero no deja de sonreír. Aunque quiera aparentar que intenta resumir, en realidad, da la sensación de que lo que quiere es terminar. Pero, por el camino, deja un rastro en el que puedes deslizarte y mirar. “La música,” dice, “siempre ha estado ahí, no sé cuál fue el inicio”. Pela se recuerda desde que era crío haciendo ruido, o música, llámalo como quieras. Si le preguntas, vuelve al pueblo, habla de hermanos, primos, de escenas donde te los imaginas en un descampado, golpeando cualquier objeto que tuvieran a mano, pasando el tiempo a base de acordes fingidos. Con 6 o 7 años, me explica, “ya entendía que había una rítmica y una acentuación que se debía ajustar a cada melodía,” y evoca cómo creció rodeado de “canciones tradicionales vascas o la basura que daban continuamente por televisión,” fijándose en unas letras que “casi nunca me gustaban, así que las reescribía yo, mucho más directas y con mensajes originales.” Y vuelve a reírse. Y se ríe como retumba el eco en una catacumba. Y se pega. Y ya está: otro costal. Eso es lo más parecido al origen. La magia, por ahora, la mantenemos.  

 

Ya en época más reciente, Pela se recuerda tocando el bajo en público hasta 2009. Desde 1997 a 2009, formó parte de Obligaciones del Estado primero y Obligaciones, simplemente, después. Entre medias, también existieron Los Tornillos, entre 1999 y 2002. Obligaciones del Estado existió incluso antes de que fuera una banda (vuelve al párrafo anterior y al descampado que me imaginaba, al pueblo, a los críos con el saxofón y el clarinete). Ahí tocaba el bajo y cantaba. A partir de 2009, con la disolución de Obligaciones, más que nada porque se repetían, según me explica (a secas y tira para adelante), nace un nuevo proyecto, Sumisión City Blues, con el que no han llegado a los diez años de existencia, pero los han rozado. Con ellos, abandona el bajo: “A partir de la disolución de Obligaciones pasé a ser “solo cantante” y hoy, después de más de diez años, lo sigo viendo como algo nuevo. Para mí, lo natural es salir al escenario con el bajo. Eso es lo que siempre quise, para eso ensayaba la pose con la raqueta cuando apenas tenía pelos en las piernas.” Durante todos esos años, él también se dedicó a escribir las canciones, aunque matiza que en Los Tornillos “escribíamos todos”. Y, de hecho, también al principio en Obligaciones del Estado: “En Obligaciones del Estado todos los miembros escribíamos las letras sin darles mucha importancia y la mierda nos llegaba a las rodillas. Hasta que un día decidí que un cantante tenía que escribir sus propios textos y que una buena banda no debía cantar cualquier cosa. Puedes pasarte meses trabajando en la música para un tema y cagarla al final con una letra mediocre que será por lo que se recuerde esa canción.” Le sale de carrerilla, casi sin reflexión, pero la expresión congela, en unas pocas palabras, la razón principal de que exista el libro. Pela, por cierto, recuerda perfectamente cuál fue la primera: “La primera que escribimos, “Terrorismoa”, era un riff muy sencillo y repetitivo. Yo tenía 15 años. Hice una letra en euskera porque ensayábamos junto a un cuartel de la Guardia Civil y sabíamos que a veces nos escuchaban y que les jodía lo del idioma. La tocábamos sin cesar porque era la única que sabíamos hacer todos a la vez.”

 

De ahí hasta aquí. No fue un plan (trazado desde arriba) ni tan siquiera, al parecer, fue un sueño: “No sé si es un sueño, es lo que soy. Siempre quise ser un punk que sube a un escenario a hacer música.” Pues, sí, es lo que acabó siendo. Seguimos en el Bode, sentados fuera. La gente conversa, o se lía cigarrillos, se oye alguna risa. Pasa gente en bicicleta, una madre que le dice algo a su hija, agachándose para que le escuche bien. El mundo tiene sus rutinas, aquí y en la Conchinchina, y nunca se detiene, por mucho que lo que ocurra trascienda de lo ordinario, o te lo parezca a ti. Pela me pide que repita lo que le acabo de preguntar. Y así empezamos:

 

¿Cómo surgen las canciones? ¿Cuál es tu inspiración? Empiezan con una frase, con una idea, de una sensación…

 

Comienzo con una sensación. Una vez que hay algo de música o melodía, pienso en cómo voy a sentirme cuando interprete esa canción en directo, qué quiero transmitir, cuál va a ser mi actitud en escena… asco, rabia, voy a ser malo, agrio, inocente… depende mucho de la música. Escribo frases que encajen en la medida y que transmitan algo de esa sensación de la que hablamos. Y voy tejiendo. Lo más difícil es saber de qué va la canción porque según vas escribiendo se muestran ciertas piezas de un puzle ante ti y tienes que buscarle el sentido a todo eso. Este proceso es el más largo y puede llevar varios días. Escribo muchas versiones del mismo tema y las voy probando en casa con la acústica, pero sobre todo en los ensayos con la banda. Esto es algo necesario. Lo que te suena perfecto en la soledad de tu escritorio, con tu cigarrito y tu zumo de naranja, puede que te haga sentir como un idiota cuando lo grites por el micrófono maloliente del local, delante de otros cuatro tipos que fuman más que tú. Sobre todo, pienso en el enfoque que quiero dar. Al final, los sentimientos o las sensaciones que se transmiten son casi siempre las mismas: odio, asco, amor, miedo, deseo… se trata de vestirlas de manera diferente cada vez. Es una cuestión de estilo, diría que pienso en el estilo.

 

¿La melodía también es cosa tuya o digamos que la idea musical nace en la banda y luego tú pones la letra? 

 

De las dos formas. Me encanta escribir canciones en equipo, de eso va una banda. Aunque creo que nadie me ha sugerido jamás una melodía para una canción mía y, sin embargo, yo he escrito casi siempre la parte de voz para las canciones de los demás.

 

Entonces, entiendo que aceptas sugerencias y cambios. Me refiero a lo que te puedan decir el resto de los miembros de tu banda…

 

Los que más me han ayudado con una idea o con una opinión han sido los cuatro bateristas con los que he tocado temas propios, curiosamente. Me encanta cuando el resto de la gente en la banda hace comentarios o sugerencias, pero es algo que no suele ocurrir. Los guitarristas no escuchan las letras porque mientras tocan en los ensayos piensan en sus cosas de guitarristas, ya sabes, sus variaciones del riff, su sonido, sus solos…

 

Se ríe. Y ya hemos dicho que contagia. Después, puntualiza: “estoy de coña, lo digo con ironía, no es una verdad absoluta, solo me estoy riendo un poco de los guitarristas.” Guitarristas, al lado, ha tenido unos cuantos. La siguiente pregunta, aunque no me refiera solo a ellos, indaga en esas variaciones: 

 

¿Cambia tu forma de escribir dependiendo de quién te acompañe? ¿Escribes distinto si lo haces solo para ti, para tu banda, colaborando con otra…?

 

Cuando tocaba con Obligaciones me sentía muy seguro con todo. Podía ponerme romántico o sensual sin ningún problema porque cuando empezaba el concierto yo llevaba al hombro un Fender Precision que iba conectado a un Marshall de válvulas. Eso me hacía invencible, podía cantar a cualquier cosa que se me ocurriera. Cuando formamos Los Tornillos decidí que en mis letras habría menos amor, y menos sexo, y más acción callejera. Con Sumisión City Blues ya no tocaba el bajo y, si me ponía romántico, me sentía como el típico cantante español de tres al cuarto que va de mojabragas por la vida. Fue necesario buscar un nuevo enfoque para hablar del amor. También recuperé parte del estilo más callejero que utilicé para Los Tornillos y que me daba mucha seguridad en directo. En aquellos primeros años de SCB yo leía mucho sobre la historia de las religiones, “del libro”, y eso se reflejó también en las letras. De hecho, estuvimos hasta el final con la biblia danzando a nuestro alrededor. Cuando he escrito para otras bandas nunca he mostrado sentimientos interiores reales. Después no iba a estar yo para defender eso y es un poco raro contar tus mierdas para que las cante otro. Con Difunto Peladilla aprovecho para meter todo lo que tengo en la recámara y que no me apetece tener que explicar a nadie.

 

Es difícil, ahora que ya está todo escrito, no leer todo esto e imaginárselo en el escenario. El músculo de su espectáculo, la expresividad de su enunciación, el grosor que alcanzan los estribillos… Todo parece encajar, tomar sentido con sus explicaciones. Le ves al borde del escenario, clavándote los ojos, golpeándose el pecho como si estuviera taquigrafiando un mensaje, y, al mismo tiempo, el micrófono en la garganta, ayudando a que las palabras broten de ella con ganas de incendiar su propio significado, alcanzar uno nuevo. Cuidado, queríamos proteger la magia, igual estamos entendiendo demasiado. Pela, eso sí, no es Orión, no camina sobre el agua, no escribe por inercia, por una inspiración legendaria, sin pasar por el filtro tosco, esforzado, del herrero golpeando el yunque. Su trabajo es metódico, concienzudo, profano y cotidiano. Nace de la conciencia, de la entraña, de las manos sucias en el acto:

 

¿Tienes algún método de trabajo cuando escribes?

 

He leído teoría sobre el asunto, incluso la he puesto en práctica, pero no me ha funcionado. Hago las cosas a mi manera, así que supongo que sí que tengo un método, pero propio.

 

¿Repasas mucho lo que escribes?

 

Pues sí, pero por pura necesidad. Después voy a ser yo el que tiene que defender eso en público y apoyarse en esas letras en escena. Tengo que sentirme lo más seguro posible con lo que estoy cantando. En una ocasión, vi a Raphael en directo, interpretando el repertorio de un compositor americano que no recuerdo, y me impresionó la convicción con la que defendía algunas letras que eran auténtica basura. Y él debía saberlo. Yo no sé si podría con eso, prefiero llevar el trabajo adelantado.

 

¿Tomas notas, apuntas ideas?

 

Sí que tomo notas, pero principalmente de lo que habla la gente en la calle, de diálogos, expresiones… Cosas así. Recuerdo cómo una amiga me contaba una situación que había vivido la semana anterior, una fiesta privada por la que corrían todo tipo de sustancias, y al describir a dos tipos que había por allí dijo que llevaban tal ciego que tenían la ambición por los suelos. Se me abrió el culo allí mismo porque yo estaba escribiendo la letra de “Sólo Tú”, que describe una situación similar, y necesitaba una frase contundente de siete sílabas para el primer verso. Allí la tenía, era perfecta, me encantaba. A veces estas cosas pasan, hay que estar siempre atento. 

 

La primera vez que quedé con Pela sacó una libreta y empezó a tomarlas. Me preguntó qué leía, qué música estaba escuchando… Si no lo apuntaba en la libreta, igualmente parecía anotarlo en algún tipo de agenda mental. Hablaba y al mismo tiempo miraba. Escuchaba y procesaba. Estaba, se iba, y regresaba. Dice que es inquieto. Y parece que lo es. Cuando, aquel primer día, finalmente, nos despedimos, volvía para el hotel, caminando sin prisa por la ciudad, y recuerdo ir repasando todo lo que habíamos hablado, sin dejar de pensar en esa libreta y lo que podía haber apuntado. Llegué a la habitación, me dejé caer sobre la cama, y no grité porque decirlo ahora quedaría exagerado, pero sí que moví la cabeza de izquierda a derecha y pensé que era medio tonto: lamentaba todo lo que había dicho. Sobre todo, porque igual lo había anotado. 

 

¿Mantienes unas reglas, un criterio? No sé, se me ocurre: evitar ciertos adjetivos, buscar ciertas imágenes, el empleo de la rima, los estribillos repetibles…

 

Evito más de lo que busco. Procuro no utilizar la jerga exclusiva de mis calles. Tendría que dar demasiadas explicaciones después. Durante muchos años evité la rima consonante por culpa de la mala utilización que se ha hecho de ella en el rock en castellano, pero ahora la estoy volviendo a recuperar. Es importante tratar de no repetirme. Intento ver desde fuera cuál es mi estilo, para escapar un poco de él. Aunque no estoy seguro de si lo consigo.  

 

¿Titulas antes o después?

 

Siempre después. Es algo a lo que se le suele dar cierta importancia, pero no en mi caso. La mayoría de las veces pongo títulos cuando tengo que mandar la información al diseñador de turno para que haga las cubiertas del disco. Hasta ese momento, se trabaja en el local con títulos provisionales. Digo que son provisionales, pero, por ejemplo, con Sumisión City Blues, esos nombres se mantuvieron hasta el final. En alguna ocasión, algún periodista vago o desinformado ha cogido del escenario el papel con el set-list para hacer una reseña del concierto y ha sido muy gracioso leer cosas como: “…empezaron con Chichos y sin dar tiempo para respirar sonaron Partidazo y La Afición…” Nadie fuera de la banda podría saber qué canciones son esas.

 

¿Te censuras?

 

Con la primera maqueta de Obligaciones del Estado tuvimos problemas con uno de los temas. Nos acusaron de machistas y la retiraron de la venta en varios puntos. Se montó un buen pollo, pero no sólo con nosotros… Por aquella época a Cicatriz les prohibieron actuar en el Gaztetxe de Gasteiz por algún problema con las letras y, de rebote, todas las bandas punk de Gasteiz estábamos en el punto de mira de lo políticamente correcto. Reconozco que lo que yo quería transmitir con aquella canción no estaba bien explicado. La narración era desde el punto de vista de un tipo que solía andar por los mismos bares que yo en Gasteiz. Era un tipo asqueroso y yo lo veía como exactamente lo contrario a mí. Yo lo tenía muy claro y mi gente lo comprendió sin ninguna aclaración por mi parte. Era lo primero que editábamos en nuestra vida y yo no sabía que cuando llegas a un público que no te conoce personalmente la única imagen que pueden tener de ti es esa que proyectas en la canción. Desde entonces, si hablo de sexo sucio, o algo así, sí que me preocupo de que mi postura quede clara. Después siguió habiendo algunas acusaciones de machismo en las letras, pero ya venían de sectores muy conservadores, de izquierdas, que se molestaban sólo porque hablábamos de sexo. No les dimos importancia.

 

… Dicen que pasan ángeles cuando hay un silencio. En este caso, se escucha un pelotón de operarios estajanovistas, porque, debajo de la afonía, se le escucha pensar. Está pensando. Su silencio me dice que añada unos puntos suspensivos. Hay más. Espero un rato, escribo tres puntos seguidos, y luego sigue:

 

… Piztupunk contaba con algunos miembros muy activos a nivel de lucha social y algunas letras se discutían en los ensayos. Yo no tenía problema con eso, pero he de reconocer que era difícil dejarme llevar para escribir. Sólo pude hacer dos letras. 

 

En cualquier caso, en muchas de tus canciones, al menos bajo mi punto de vista, hay un componente de crítica social. No sé si consciente o no…

 

La crítica social llega principalmente cuando busco explicación al comportamiento de algún personaje determinado. El hecho de que existan diferentes tipos de inadaptados, o de gentuza bien adaptada que sigue la corriente principal, tiene mucho que ver con lo que los rodea y los condiciona. 

 

Ahora que lo escribo, me resulta difícil no aprovechar algo que añadió cuando, como contaba al principio, le pedí a Pela que hiciera el ejercicio de definirse. Además de hacerlo como ya leísteis, añadió: “Mi mayor defecto es que cuestiono toda autoridad y mi mayor virtud es que no soporto a los lameculos”. Somos, lo queramos o no, animales políticos, porque vivimos en compañía y tomamos decisiones que afectan a los demás. A veces, no somos conscientes de lo trascendentales (podría decir políticos) que son los movimientos que hacemos, los actos en los que participamos, las pequeñas decisiones que tomamos a lo largo del día. La crítica social, la reivindicación, el compromiso, ese matiz de contenido en la música que, a algunos, les huele a quemado y a otros les enerva el espíritu, puede transmitirse de muchas maneras. Sin un toque moralizante y aleccionador, puede ser mucho más eficaz e incisivo, en mi opinión. Pela es, ya lo convenimos, inquieto, bilioso, discute la autoridad y sufre la servidumbre, la sumisión, debería haber dicho. Eso se puede traducir de otra manera: Pela mira y ve con agudeza, más allá de donde quieren que mire y vea, y lo hace sin permitir que le sometan. Y todo eso lo pone en letra: a través de personajes, persiguiendo emociones, sensaciones que pretende trasladar. Por eso sigue así la siguiente pregunta

 

Entonces, por lo que has ido diciendo, entiendo que te inspiras en hechos reales o en gente real para escribir tus canciones y crear los personajes que aparecen en ellas. 

 

En todas mis canciones hay una parte real en mayor o menor medida y creo que así debe de ser.  

 

Me queda la sensación de que tus letras tienen una lectura más personal y concreta, que no buscan ser abstractas, retozar en temas universales y esas cosas. 

 

Si alguna vez una letra ha quedado en una línea más abstracta ha sido porque su materia prima fue escrita durante algún periodo de alteración de la consciencia. En algún momento de poca lucidez en el que se mezclaban pasado, presente, futuro y diferentes personajes de los que no me apetecía hacer una diferenciación clara. 

 

Y, por cierto, ¿el idioma? ¿Te has planteado alguna vez escribir en inglés?

 

Con Obligaciones sí que grabamos algún tema en inglés, muy básico. Fueron dos buenas canciones que casi nadie recuerda por culpa del idioma. De hecho, ni siquiera están recogidas en el libro porque creo que no tienen ningún valor como letra. Aunque el personaje central de “You're Waiting” sí que lo rescaté conscientemente pocos años después para “Polvo de Acción”. El inglés es el idioma del R'n'R y casi cualquier cosa que cantes da el pego. Estoy más interesado en el euskera. Creo que todavía se pueden explorar mucho las posibilidades fonéticas que tiene nuestra lengua para el rock más sucio. Pero claro, necesito un dominio absoluto de la misma y ahora no lo tengo. Llegará.

 

Todo llega. Y ahora llega la digresión. Hace unos meses, nos metimos en la furgoneta de la banda barakaldesa Los Retumbes y nos fuimos con ellos por toda la 68 primero y por la A2 luego hasta Tarragona, donde actuaban un día más tarde en el Bule Bule Toga Fest. Entre las muchas cosas de las que te da tiempo a hablar mientras compartes el estrecho espacio de una vieja Fiat Scudo, coincidió que tres de los cuatro habíamos visto recientemente el documental de Vice sobre Nando Dixkontrol, así que a la cuarta le tocó escuchar todo el rato. Me acuerdo de esto ahora, y lo cuento, porque recuerdo la anécdota de las cuatro mantas y dos mil quinientas fotografías de polaroid con las que, a oscuras, el protagonista de la historia aprendió el oficio de pinchar discos. Recordar esas 2.500 fotografías, me invita a pensar en cómo se consuma y perpetra lo que, a veces, damos por sentado. Hablamos de musas, de ingenio, de genio y talento, pero nos olvidamos de que la pericia y el duende, que le llaman otros, se trabaja, se pule, igual que el herrero del que hablábamos antes le atiza al hierro hirviendo. La magia tiene práctica por el revés: “Si quieres hacer música escuchas música y si quieres ser escritor lees, es obvio”. Pela habla de escribir canciones como mi padre hablaba de soldadura y calderería, como si fuera un oficio, que exige una dedicación, un ejercicio, un trabajo metódico y exigente: “Creo que para mejorar la escritura lo mejor que puedes hacer es escribir. Leer las letras de los más grandes también ayuda a quitar complejos. Lo que sí he hecho conscientemente es fijarme en lo que no se debe hacer, he pasado mucha vergüenza ajena viendo conciertos.” Él no extenderá mantas sobre el suelo abandonado de una nave industrial para enfocar polaroids con una linterna de mano, pero acepta su faena, sigue su instrucción. Además, recordar aquel viaje en la estrechez de la Fiat Scudo también me ayuda a recuperar una conexión que no es fingida, aunque puede que la esté dimensionando. Y es que yo también llevaba en aquel viaje una libreta, un pequeño bloc de notas que me compré en un todo a cien el día antes de salir. Quería apuntarlo todo, que no se me olvidara nada. Es la misma que llevo ahora, cuando le pregunto. Me toca a mí anotar, fotografiar en palabras mejor que en polaroids:

 

¿Algún letrista por el que sientas admiración?

 

Creo que Lou Reed es mi letrista favorito. Era muy callejero, muy individualista y muy real. También me gustan mucho gente como Leonard Cohen, Tom Waits o Nick Cave, supongo que esto es lo que dice todo Cristo pero es lo que hay.  En una onda más sencilla, digamos, Mick Jagger o JJ Cale están muy bien. En la música country hay buenas letras de desamor adulto… Pero no creo que nada de esto sea una influencia, porque en castellano las cosas funcionan de otra manera. A Eskorbuto o a MCD sí que los podría considerar influencia. No solo por lo que escribían, sino también por cómo lo interpretaban, por la manera en que utilizaban cada palabra, cada sílaba… sin fuegos artificiales pero con una eficacia brutal. Y no tengo muchas más referencias válidas en castellano… igual los Burning y los Chichos porque las dos bandas tienen momentos muy grandes y muy crudos. Hay buenos letristas por ahí, por supuesto, pero casi siempre les encuentro algo que me chirría en el oído. No me gusta cuando la gente se lo cree y se convierten en poetillas, huelen a fraude desde lejos.

 

Me imagino que además de escuchar también ayuda leer. ¿La literatura ha influido en tu forma de escribir? 

 

Siempre he leído todo lo que he podido. No sólo literatura, también ciencia o historia, pero no sé hasta qué punto puede considerarse todo esto una influencia. Sí que me dejo empapar por el lenguaje del libro de turno, pero no puedo olvidar quién soy, dónde estoy y que solo estoy escribiendo letras de Rock and Roll. Intento recrear algunos de los efectos que me producen las diferentes lecturas, pero me lo tomo más como un juego…

 

Él sigue, pero yo me detengo. Como en las películas más posmodernas, me permito intervenir aquí, creo que ya lo advertí al principio de este texto, que conste. Convertido en voz en off, y aun sabiendo que corro el riesgo de que me caiga una buena colección de tobas en el cogote por pretencioso y retorcido, me meto por el medio y os pido que prestéis atención a lo que viene ahora. No es por Faulkner, ni por esa novela que menciona, ni por los otros escritores a los que alude, sino por lo que dice antes, porque es tan importante lo que dice como lo que no dice:

 

… Me gusta mucho la sensación que transmite un tipo como Faulkner. Es tan importante lo que cuenta como lo que no cuenta. En sus novelas a veces tienes que volver varias páginas atrás porque sientes que está pasando algo muy importante que no comprendes del todo y te lo estás perdiendo. El Ruido y La Furia es uno de los libros que más veces he leído buscando, precisamente, eso que no llego a comprender. También en otra onda El Almuerzo Desnudo de Burroughs o el Oficio de Tinieblas 5 de Cela son libros que suelo tener siempre a mano. Me pone mucho repasar esas locuras. 

 

¿Poesía?

 

La poesía es algo que veo muy lejano, inalcanzable casi. Reconozco que solo he leído a los más grandes, Lorca, Neruda… los leo en voz alta, dramatizo, exagero… pero no consigo que se me pegue nada. Y tampoco lo fuerzo porque creo que saldría mal. Cada cual debe de ser consciente de sus propias limitaciones y la poesía apenas la he rozado. 

 

La poesía apenas la ha rozado, dijo. Dice. Pero yo le desdigo. Le desdiría. Yo veo poesía ahí, en sus canciones. Una poesía sin mayúscula, con mácula, sin atavíos, bravía. Una poesía que reside en tu barrio, que se acoda en las barras de los bares, que habla como tú hablas y madura las mismas dudas que tú abrigas. Inmediata, visceral, verídica. Pero poesía. La poesía cubre un territorio amplio; algunos la hacen labradío, otros, lodazal; a veces es un torrente y otras se estanca; unos la veneran, la acristalan, la engalanan y la elevan; otros, como Pela, la hablan, la ven en la zanja, la devuelven al mapa de la rutina. Él dice que hace “canciones de rock’n’roll”. Pero la poesía, por mucho que alguno lo intente, no entiende de géneros, convenciones, jerarquías y cánones. Nace y crece donde le placen, donde la dan de pacer. Y entre esas erres escandalosas, en esa ene acomillada, por ahí, a veces, también se instala, quiero pensar. 

 

Va entrando el frío por los pasillos entre los dedos de los pies. Me froto las pantorrillas mientras miro las notas. Pela mira el móvil. Se huele el final tanto o más que el aliento que te deja la cerveza. Empieza la cuenta atrás y decido terminar hablando de ellas directamente, sin más revueltas ni pendientes. Hablemos de las canciones. Así que, sin esperar el permiso, le pregunto si nota diferencia desde aquellas primeras canciones con Obligaciones a estas últimas con Sumisión: “Espero que haya diferencia, si no estamos jodidos.” Me enciendo un cigarrillo mientras sin pedírselo me explica, brevemente, cómo han cambiado: “Al principio era más fácil, tenía todo por hacer.” Hace otra pausa. Breve, que no parece medida, y añade algo más: “Lo único que siento es que cada vez me salen las letras más largas.” Para y piensa, de nuevo. Pero no sigue. Sonríe. Así que le pregunto algo distinto. Le digo si hay alguna canción que no le guste. ““La Guerra””, responde, a la primera. Luego no espera: “Es una buena canción, pero me parece que con la letra me quedé a medias. No llega a morder como me hubiera gustado que lo hiciera.” Si le preguntas por el futuro, te responde con fondo, casi con inocencia: “Me gustaría escribir una letra optimista, o alegre, llámala como quieras, que tenga cierta calidad y que me haga sentir seguro en directo.”

 

¿De qué canciones te sientes más orgulloso?

 

Cuando empezábamos con Sumisión City Blues, una de las premisas era probarlo todo, no cortarnos ante ningún tipo de sonido. Y yo estaba totalmente de acuerdo con esto, por supuesto. Había estado toda mi vida haciendo punk-rock, pero escuchaba todo tipo de música. Estaba bien permitir que fluyera hacia las canciones propias todo aquello que pasaba por nuestros oídos. Y la calidad de la banda lo permitía. Un día, Anti trajo al local la música de lo que sería “Suicida II”…  y fue un desafío importante. Era una especie de balada-rock que tenía un aire a “Sad Song” de Lou Reed pero yo no tenía ni idea de cómo iba a poder resolverla de manera digna. Anti la veía como un soul lento con fraseos rápidos. Creo que al final hice un buen trabajo con la melodía de voz y la letra, pero me costó varias semanas encontrar el punto. Y en esta misma tesitura hubo algunas más: “Quiero un Rehén”, “Sueños de Alta Traición”, “No Pensaba En Ti”… que musicalmente no me convencían, pero hicieron que me esforzara un poco más de lo corriente para salir airoso de la situación. Por eso estoy orgulloso de ellas. Aunque sigo pensando que no son tan buenas canciones. 

 

¿Tienes la sensación de que la reacción o los comentarios de la gente, en algunos casos, son distintos a lo que tú intentabas comunicar en alguna canción?

 

Casi siempre es así, con mis letras o con las de cualquiera. Me gusta la idea de que el oyente sienta que el texto ha sido escrito precisamente para él. Me gusta que cada cual se haga su propia interpretación. Aunque a veces esas interpretaciones estén tan alejadas de la idea original que cuando te las cuentan te pueden dejar incluso un poco frustrado. Los que hacemos arte estamos un poco mal de la cabeza, eso lo sabe todo el mundo, pero el público no está mucho mejor, y eso no lo sabe tanta gente.

 

¿Alguna con un cariño especial?

 

“Moscas en la Carnicería”, de SCB, fue el primer blues para el que escribí música y letra. Quería algo que hablase del trabajo duro, del alcohol, de una mujer… los topicazos del blues, ya sabes, pero que a la vez esa letra tuviera un estilo propio y sobre todo que fuera atemporal. Me gusta cómo quedó. Y “Obedece”, que fue la última letra que escribí para aquel álbum. La acabé dos días antes de entrar al estudio y no la probé previamente con la banda. La primera vez que la canté completa fue para grabarla. Lo hice lo mejor que pude y la primera toma es la que se escucha en la grabación final. Funcionó muy bien y también es de mis favoritas. La historia de “Tu Final”, de Obligaciones, es muy similar y también es favorita.

 

La historia de Sumisión City Blues terminó a los nueve años. Si en “Historia de Sumisión City Blues. Capítulo final” ni ellos mismos lo aclaraban, tampoco le podíamos pedir a esta entrevista nada mejor. No se fueron en Barakaldo, mi pueblo, pero como si lo hubieran hecho. Aún recuerdo a Pela decir aquello de “Aquí se acaba Sumisión” como presentación de “Mi crvcifixión”. La parte buena que tiene la música es que siempre queda. A veces arrinconada, olvidada, perdida, hasta que alguien la silba, le da al “play” y todo vuelve a empezar. La canción revive, cambia, las letras renacen, te increpan de nuevo o incluso de manera diferente. Creo que era la teoría de Nick Hornby en aquel famoso libro que escribió sobre ellas, que él no valoraba especialmente esas canciones que, pase el tiempo que pase, te afectan de la misma manera, si no precisamente todo lo contrario, las que mudan, crecen y te sorprenden más tarde. El propio Pela lo observa también desde la otra orilla: “Las canciones van cambiando no solo con el directo sino con el tiempo. Es necesario estar seguro de lo que hablas para no arrepentirte años después.” Creo que era Hank Williams quien decía aquello de que “A song ain’t nothin’ in the world but a story just wrote with music to it”, que una canción es simplemente una historia a la que se le añade música, vamos. Como él mismo va a decir ahora mismo, “la eterna discusión”:

 

¿Las letras son importantes en una canción?

 

Esa es la eterna discusión. Algunas veces son importantes y otras no. Cuando estoy viendo una banda en directo a la letra solo le pido que no moleste. Cuando escucho música en soledad prefiero que la letra me transporte, que me inquiete y que me haga querer escucharla otra vez. No puedo decir que me guste más “Heroin” que “Tutti Frutti”, cada una de ellas funciona a su manera.  

 

Y era aquí donde quería parar.

 

En su día, Pela respondía a mi pregunta de por qué había escrito este libro encogiéndose de hombros; repasando unos folios, sin levantar la cabeza, apenas dijo algo parecido a esto: “para que estén aquí, que no estén desperdigadas por ahí, ¿no?” Se refería a sus canciones, a las letras que las componen. Las que ha ido reuniendo en su libro. Píllate el libro, joder. Recuerda: Ni tan rápido ni tan sucio. En breve, por un módico aguinaldo, en tu quiosco más cercano... o no. Puede que no hiciera falta saber nada más. Por si acaso, se ha ido preguntando. Si te quedan dudas, lo siento. Solo puedo citar al propio Pela para dejar claro cuánto me preocupa. Y es que él opinaba así cuando yo le preguntaba si creía que las canciones que ha escrito han aportado algo a la música: “Me la suda, definitivamente.” Y me preocupa tan poco porque, en el fondo, lo importante sigue siendo la magia.

Comentarios

Miguel ha dicho que…
Muy interesante.Lo compraré Zorionak
Inma ha dicho que…
Qué gustazo poder leer tus letras, ni tan rápido, ni tan en sucio.
Zorionak Pela