La vuelta al coloken



Me voy a permitir una licencia que pocas veces me tomo y es la siguiente: escribir de un bolo que no he visto entero ni en su mayor parte. Pocas veces lo he hecho antes pero, en esta ocasión, procede por dos razones. Una, se inauguraba nueva temporada en El Tubo. Dos, aunque en el cartel pusiera J.J. Clubs, bajo ese disfraz, se escondía una banda de la que te puedes permitir escribir a ciegas porque aciertas. Dices cosas buenas y ya está; aunque no las vieras porque seguro que las hubo. Y en el Tubo. Pues eso, me tomo la licencia. 

Llegué tarde y, ya lo he dicho, me fui pronto. Justificadamente en ambos casos, pero, por educación, que me la enseñaron en casa, pido perdón. Cuando entré ya estaban al tajo y cuando me fui seguían cavando, perforando las profundidades del blues y el rock and roll. Los J.J. Clubs, lo digo ya, eran, en realidad, los Lomoken Hoboken, o, al menos, los cuatro miembros de la segunda banda estaban allí arriba representando a la nueva. Me contaron que hubo presentación, a cargo de Álvaro Brutus, y ahí se explicó que se trataba de un homenaje: homenaje a alguien que no es el quinto Lomoken, entre otras cosas, porque a él le molaría más, seguro, haber sido el sexto de la quinta del Buitre, o algo así. Si no sabes quién es, yo solo te digo que no es Raúl Julía, aunque saliera en la foto del cartel, ni nació en Puerto Rico como éste, pero forma parte del paisaje de El Tubo, tanto o más que el Tom Waits que fuma de perfil. Si quieres saber más, haber ido, o descúbrelo tú mismo. 

El caso es que, y vamos a lo que vamos, allá estaban los Lomoken Hoboken ordenados y aseados, con el guitarrista solista pisando suelo y el resto en la tarima. Mientras yo estuve, cayeron, que me diera tiempo a reconocer, Ramblin’ Blues, que ya estaba en aquel primer álbum, Alicate, y la más reciente Dr Lomo. Ibai rompió cuerda. Dos veces le he visto, dos veces le ha pasado, pero quién no lo va a entender con la felpa que les mete, bien las roce sobre el aire, con los dedos sin vestir, bien las rasgue, bien las bruña, bien las pellizque que de todo les hace hasta rebarbarlas, repujarlas y, en ocasiones, pues quebrarlas. Ya lo he dicho más veces, y supongo que cansa, el tío es un hacha y además de talento le pone actitud, que hace falta, pero, precisamente, al romper, el Dr Lomo y la sección rítmica siguieron tocando, dejando un momento distinto, brillante, en el que se lució el bajo, se descubrió la veta de esta banda y, al final, se sumó Ibai con la cuerda nueva para ponerle el lazo al momento, la guinda al pastel, el tirabuzón doble, lo que quieras. En ese lapso, sonaron más cercanos a unos Dead Moon versioneando a Robert Johnson y, qué quieres que te diga, moló. Y mazo, que se murió Camilo Sesto. Y con esto, poco más que añadir. 

Como he dicho al principio, me fui de allí antes de lo debido y dejando al Tubo a medio camino de petarse, con el homenajeado de cháchara a la fresca y lamentando perderme el resto y seguir viendo cómo se exudaba blues y boogie y rock and roll. Hemos vuelto al cole, y de la mano de los J.J. Clubs también a la música en directo. Vuelta al cole y al coloken hoboken. Una forma cojonuda de estrenar temporada, y ya van unas cuantas, sin corticoles ni corticoides. Deberemos seguir disfrutando de esto mientras dure, que en el próximo llegan los Lupers desde Cantabria y sigue siendo un milagro que podamos disfrutar de todo esto. Si además Patxeko se corta el pelo y se arregla la barba, pues más vistosa queda la cosa. Algo de resaca ya tengo. Me piro. Se acabó la licencia. Perdón, de nuevo, por irme antes y, de paso, por todos los chistes malos que he soltado en un momento. 

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