Sweaty Lovers



No sé por dónde empezar. Este concierto merece un contexto. Y un largo epílogo. Debería, probablemente, hacerlo también en conjunto, con el segundo grupo, quiero decir. Explicar bien de qué iba esto, por lo que yo entendí, y cubrirlo todo en su globalidad. Pero ocurren dos cosas: una, que soy tozudo, y si prometo, porfío. Dos: que no me da, y casi prefiero seguir así, pasito a paso, bien parcelado, que me dé tiempo a respirar. 

Por lo tanto, al grano: segundo bolo de los Sweaty Lovers en el FestiBar, primera de las dos actuaciones programadas, para el día, en un lugar que, si te enteraste o estuviste, ya no tiene gracia, pero si lo lees por primera vez ahora, igual te quedas como ¿cómo?, porque no fue en un bar, ni en una taberna, ni en una sala de conciertos ni en un estadio de fútbol, lugares estos últimos que las dos bandas programadas no hubieran petado en ningún caso, pero ni puto caso ni falta que hace. El concierto tuvo lugar en una rotisería, en un donner, en un kebab, en el Kabana Kebab, concretamente, calle Juan de Garay, junto al Cuervo, donde hace tiempo hubo una cafetería cuya dueña regentaba también la peluquería del primer piso dos portales más arriba. En esa peluquería vi yo, por primera vez, una cabina de rayos uva. Aún me pica la nariz cuando recuerdo el olor a laca. Creo que había una foto de Lauran Bacall y yo estaba obsesionado. Pero también creo que esa es otra historia y las estoy mezclando. Me pierdo. Vuelvo. Más bien, resumo: Sweaty Lovers en Kabana Kebab. 

Eran las seis de la tarde. Diez minutos menos, quizás, cuando llegué. Poca gente por allí. Algunos tomando algo en el Cuervo. Rumanos ensayando en casa de los turcos. Los hunos llegarían luego. Los otros, más tarde. Y allí andábamos de cháchara, esperando, cuando empezaron Gon y Deb a montarlo todo, y el espeto ahí seguía girando. Qué calor, parecíamos nosotros los pollos trinchados, girando y asándonos. Aguanté lo que pude, luego también salí a respirar, y volví dentro porque merecía la pena soportar el fuego y la transpiración. Los Amantes Sudorosos se curraron un buen concierto de una hora más menos, donde hubo variaciones con respecto al que dieron pocos días antes en El Tubo. Por ejemplo, Parálisis Permanente creo que entró más tarde y, eso sí, Wolfmother volvió a cerrar bolo. A Gon se le debió joder el arma, porque yo estaba fuera cuando entré, y tuvo que tomar prestada la de la siguiente banda que, como repitió varias veces, "¡vaya guitarra más rara, parece una sartén!", se le hizo un poco incómoda, pero sobrevivió, y, de hecho, sonó perfecta en la última versión, con un sonido más granulado que ayuda al tema. 

Temas hicieron muchos, como ya he dicho, y tuve la sensación de que fueron de menos a más, como alimentándose a base de sudación. Pero estos dos son siempre fiables y tienen campo por delante para correr salvajes. Me dijo Gon que igual paran y componen. Aplaudo. Y, aunque solo lo entiendan ellos, les digo: les faltaría un punto el día antes, pero les van a sobrar cientos en el futuro. 

De la usura, ya hablamos luego. 

Y de lo de ver un bolo con el BeMad de fondo, mientras dan la final del programa "Bienvenidos a mi hotel", lleno de pijos repelentes sonriendo entre dientes, pues... de eso ya hablamos otro día.

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