FestiBar 2019: resumen, creo.


Pues 16 entradas. 10 bolos. 15 bandas que han sufrido nuestro verbo retorcido y el poco criterio que nos queda. Tres bares visitamos: Sugoi, El Tubo y El Cuervo. Y un nuevo FestiBar. Ya no sé ni cómo nació. Ni por qué. Pero este año me ha hecho gracia ver cómo parece instaurado, como la gente se refiere así, usándolo, con la etiqueta, la marca. Porque, por mucho que lo pongamos en el cartel, en realidad, no existe, no es, nadie lo ha planeado, ni se ha creado, no nos pusimos de acuerdo. Y, a pesar de ello, existe, es. ¿No es cojonudo?

Como todos los años, lamentamos sobremanera no haber podido llegar a todo. Nos jodió mucho perdernos algunos bolos, como el de Negracalavera, el de los Young Kids, Luigi Stream o el último a cargo de Cäctus. En realidad, nos jode perdérnoslo todo, pero no se puede. Ni se puede ni se quiere: nosotros no somos el puto centro del mundo, y menos de esto. No queremos fiscalizar la fiesta, la fiesta existe sin que vengamos nosotros aquí a contarlo. De hecho, existe a pesar de que vengamos nosotros aquí a contarlo. Así que, aunque lo lamentemos, no pasa nada, la copa está ganada, que cantábamos de ñajos. 

Si te paras a pensarlo, en parte, es un milagro. Bandas que viajan, algunas desde bien lejos, para venir al pueblo y participar en esto. Gente que se mueve de un bar a otro con paso lento, como disfrutando hasta del camino. Un buen rollo fuera y dentro. Nuevas amistades, muchas conversaciones, un rollo sano, todo lo sano que se puede, que confirma lo que siempre vamos diciendo por ahí sobre la música en directo y la cultura popular. Si te lo paras a pensar otra vez, es un milagro. Es tan milagroso que, si me permites ponerme plomizo y usar el plural una vez más, como si yo en realidad tuviera algo que ver con todo esto, he acabado el FestiBar con sensaciones encontradas. No quiero poner la venda antes de que se haga la herida, pero las sensaciones no se inventan, se tienen. Luego, igual, son equivocadas. Y me alegraría. 

Vamos a ver, me voy a explicar aunque eso signifique hablar de más: yo uso el plural cuando hablo de esto, pero me estoy flipando. En realidad, yo solo participo en el FestiBar de las dos formas que conozco: yendo, y luego viniendo aquí a contarlo. Esa es la mierda que yo hago, nada más. Los que se arriesgan y se mojan el culo son otros. En la parte que me toca, he intentado mantener mi cuota de compromiso. Llamé, di el coñazo, pregunté, busqué, insistí e intenté por todos los medios que se siguiera usando la etiqueta, que se hiciera y se llenara el cartel, que viviéramos esta historia como si fuera cierta. Hubo silencio, en algunos casos. Alguna ausencia. Ha habido bolos que se han organizado luego y porque no hubo interés en sumarlos, no los sumé. No hay nada que reprochar, está bien, pero quería que se supiera que nadie ha hecho veto a nadie y que se ha intentado abarcar todo lo que se ha podido. Del resto, yo no tengo mérito ninguno, por supuesto, ni hacía falta decirlo. Los que lo tienen, tienen nombres y apellidos, y muchas veces los he repetido aquí. Tanto, que ya cansa, pero ellos lo saben. Por lo menos, por mi parte, tendrán mi admiración personal eternamente. Yo sí le veo el crédito y el mérito a todo esto. Tienen mi aplauso, mi reverencia, mi eterna deuda que pagaré, en la medida en que pueda, como consumidor y público, y en todo lo que ellos encuentren a bien, si encuentran a bien que contribuya. 

Hasta que dure. Y no va a durar siempre. Y por eso me he puesto cenizo antes. Porque me han venido esas dos frases a la cabeza varias veces durante esta semana. Qué quieres que te diga: ha sido así.  Y no he sido el único.

Ha sido una edición del FestiBar, que tiene hasta coña llamarlo así, un tanto agridulce. Yo me lo he pasado como un enano. En líneas generales, el nivel musical ha estado por las nubes. No se cubren todos los géneros, pero los que se cubren, se han cubierto con excelencia. No ha habido nombres rutilantes ni falta que hace, pero toda la peña que ha pasado ha demostrado un nivel de compromiso y habilidad que dignifica el esfuerzo hecho. Por ello, un aplauso a todas las bandas, las que han aparecido aquí y las que no, que han tocado durante los Cármenes, ya fuera parte de nuestra fantasía llamada FestiBar o no. El lado agrio, ocurrió el viernes por la tarde. No me veo con la capacidad de comentarlo aquí y ahora. No tengo tiempo para expresarme con cuidado y detenimiento, que creo que es como debería hacerlo, así que prefiero mencionarlo, sin más, y lamentar que sucediera lo que sucedió. Mi sensación personal, en general, fue de pena, sinceramente. Musika bidea da, es todo lo que puedo decir. Sobre todo lo demás, si alguien tiene interés por conocer mi opinión, que lo dudo, podemos hablar en persona. 

Y ya está. No tengo más que decir. Bastante he dicho ya. De aquí a setiembre, este blog, probablemente, baje mucho su ritmo. Ha sido un placer. A todas las bandas de las que hemos hablado, les pido perdón por haberlo hecho. A todos los que os asomáis por aquí, os doy las gracias por hacerlo. Seguiremos en setiembre, me imagino, porque, si quieres que te diga la verdad, ni lo sé ni me importa y así ha sido siempre y así seguiremos. Ha sido un poco jodido aguantar el ritmo este año (por mi trabajo, para mí, los años empiezan y terminan en agosto). A nadie le importa, pero el curro y la vida han sido duras conmigo este año y ha costado seguir compaginándolo con esto, que es una de las pocas cosas que, a pesar de inseguridades y vergüenzas varias, me da placer del bueno, del que no es sucedáneo. Pero el día que me falte, me seguirá quedando la música, e igual, hasta la disfruto el doble. Doble beso para I y V, por cierto, que lo merecen. Y me piro. Y lo dicho, que no lo he dicho, exista o no, siga existiendo o no: que viva el FestiBar, over the top, peña, es un milagro cojonudo.

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