Fiasco Review!!: Fuego de Los Deltonos



Probablemente, algo tan personal no proceda cuando se pretende hacer una revisión crítica de un álbum, pero por aquí somos tan tercos como serranos y nos la trae al pairo lo que haya o no haya que hacer. Y, si no te gusta, ya te lo dicen ellos: fuego. Sí, porque Fuego, de Los Deltonos. A estas alturas, a ellos no les hace falta que nosotros vengamos a destriparlos, pero, y aquí viene a lo que antes nos referíamos como "tan personal", fue salir el lunes de fiesta a pasar el día por las cercanías de mis raíces maternas, y entre riscos calizos y brisas de mar nos dio por volver a escuchar una vez más el disco, aprovechando que estábamos en su geografía, y ya de la misma nos salió el verbo. 

Decir que Los Deltonos están en forma suele venir seguido de un quebradero de cabeza... ¿Qué uso luego? ¿Una locución conjuntiva en lugar de esos puntos suspensivos? ¿Qué me retrata mejor? ¿Hace falta de verdad mentar los treinta años que llevan de carrera? En forma están: nuevo disco, 46 minutos en 13 canciones y no han escatimado ni un gramo de energía e inspiración. Bueno, se podría decir que han estado más parcos que nunca en eso de titular. 13 canciones y 13 palabras, ¿para qué necesitas más? Hay que puntualizar que la decimoprimera, según el librillo del disco, se titula, en realidad, "Limpio (y rápido)" y que la única instrumental del lote, que según la lista responde al nombre de "Escabeche", también aparece en una pequeña nota a pie titulada como "Boogie de Sonny Crockett". Pero si pasamos esto por alto: sobriedad e inmediatez. Frugalidad y precisión. Un disco, un título, una palabra; trece canciones, trece títulos, trece palabras. ¿Qué pasa con esto? Tal y como lo veo (escucho) yo, coincide con el espíritu general del disco: si quieres averiguar, busca. Si pretendes saber, aprende. Hay letras directas y sin paños calientes, pero también hay otras más elusivas y exigentes. Esta vez, te dicen las cosas que piensan o ven con el mismo aire de determinación creativa e independencia tibia pero con un doble tirabuzón, con un alegato en contra de la estúpida vida moderna: todo se compra, desembala, enchufa, funciona y nos domina en cinco minutos de apacible comodidad materialista. Pues no es así.

Por supuesto, las letras no tienen carácter didáctico ni aleccionador, no nos confundamos. Suena "Águila" y le lees los pliegues a las alas del animal. Ahora, haz lo que quieras. Lo mismo con "Majestad". La lectura corresponde a la plebe, como los privilegios que, en realidad, son derechos naturales. "Sinceramente ya no sé qué pensar / de todo esto". Sale de las entrañas, con la duda incorporada. Y lo comparten. "Hasta cuándo hay que poner buena cara al mal tiempo". Parece una pregunta, pero hay más osadía de la que parece. "Correcto", con un riff pegadizo marca de la casa y guitarras por debajo que hipnotizan, al igual que "Apagando", contienen cierta acidez madura y autocrítica, sin rebaja ni bochorno, con líneas de texto melódicas que casi tienen un carácter epigramático. Con aire atizador, reveladoras, sin artificios ni subterfugios, todo lo que cantan va bien preñado en la harina de una música más flexible que nunca, donde dominan la elasticidad y el contraste de los ritmos, el gobierno de los estándares. Hay canciones convencionales, de patrones clásicos, riff, estrofa, estribillo, que suenan igual de efusivas y eficientes que muchas otras que ya habían compuesto antes, pero también las hay distintas, más complejas, con más frunces, con recovecos inesperados.

A veces, abre la canción la batería, siempre tiene presencia el bajo, las guitarras cargan con la emoción y se maneja la energía, en ocasiones, con parones agudos como en "Ahora", ejercicio de vacilación: la incógnita la resuelves tú. Las guitarras que abren "Cazador" tienen ese magma magnético que siempre ha caracterizado a la banda, y la voz de Hendrik Röver se muestra versátil y sugerente. En "Doctor" se las arreglan para crear expectación y en "Vergüenza", con un ritmo espontáneo y en primera persona, le dan a la crítica social una vuelta de tuerca. El ritmo acelerado de "Rutina", que saben armonizar entre líneas macizas y una instrumentación de mortero. Los teclados en "Limpio", el reposo en "Sinceramente": blues, rock, americana... Hace tiempo que Los Deltonos suenan a Los Deltonos.

Hay un perfil rocoso delante de mí. Han talado el eucaliptal. Me han dicho que piensan plantar encinas. Por encima de las peñas, el cielo, azul. Desde aquí no se ve el mar. Pero se presiente. Doblo las hojas donde he garabateado todo esto. Me descalzo y reposo los pies desnudos sobre el césped. Mi hija corre persiguiendo caracoles que no se mueven. Ella, a mi vera, también la mira sonriente y después me guiña un ojo y después los cierra y con la barbilla apunta arriba, al infinito. No me gustan los maximalismos. Ni para hablar de discos como éste ni para describir momentos como estos, pero una cosa sí te digo: ya se podía detener aquí el tiempo. Y Los Deltonos, no, esos que sigan en movimiento hasta que se agoten las locuciones conjuntivas. O hasta que ellos quieran, vamos. 


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