Entonces



A mitad del concierto, fui al baño y, por el camino, le busqué, porque sabía que estaba por allí y que él entiende y me iba a entender. Cuando me crucé con él, no os diré quién, le pregunté: "¿Qué? Ni tan mal, ¿no?" Sonrió: "Ya te digo, bien, ¿no?"

Al final del concierto, volvimos a coincidir y ahondamos en el tema: las expectativas con las que llegamos, el paso del tiempo, el sonido de la guitarra, la calidad y cantidad de temas, la juventud... Luego, al final, volveré sobre el último de los temas de esta lista. Pero, a lo que iba, en líneas generales la sensación es que los dos estábamos satisfechos después del concierto. 

Y es que antes del concierto no estaba dicho que fuéramos a venir. Pero fue terminar el concierto de Nasti de Plasti y yo salí de la Riojana con ganas de más. Así que convencí a E, sin dificultad, por cierto, para que me acompañara. Tocaban los M.C.D. en El Mendigo y aunque suene a cosa de otros tiempos, no había miedo, y sí curiosidad, de verlos ahora y allí. 

¿Qué fue lo peor del concierto? Te lo digo ya: perdernos a los teloneros. Cuando llegamos, los Koska ya habían terminado. Creo, de hecho, que estaban fuera, recuperando aire para los pulmones. Luego, estarían dentro, en primera línea, con el puño en alto. Txilo, batería, entre otros, de los M.C.D., te recordaba como podía que la ronquera que tenía era culpa de ellos. En un momento dado, la vocalista principal de Desorden, otra de las bandas donde toca el mencionado Txilo, robó el micro y lo dijo bien claro, que nos habíamos perdido un conciertazo a cargo de los anteriores. Dolía, sí. Primero, porque nos parece de mala educación plantarte en un concierto y perderte a una de las bandas. Segundo, porque ya que aquel día estábamos cómodamente hundidos en la mugre dulce del punk, parecía oportuno disfrutar de los Koska. No pudo ser, será la próxima, pero, por ahora, lamentablemente, somos incapaces de fraccionarnos en varios entes conectados telequinésicamente. Esto es de alguna serie de HBO, ¿o no? 

El caso es que volvimos a ver en directo a M.C.D. Si me preguntas cuántas veces antes lo he hecho, no me acuerdo. Sé que hacía muchos años de la última. Ellos fueron uno de mis primeros vinilos, que eso se recuerda. Por casa de mamá andarán las cintas grabadas en tedeká, con las portadas fotocopiadas en blanco y negro. Recuerdos de los tiempos en los que dejabas la margen izquierda y te perdías en el laberinto de las siete calles, siempre húmedas, siempre oscuras. Viajes de vuelta a pata, bordeando la carretera, por las vías del tren o al borde de la ría. La sombra y el humo de las fábricas, de los edificios de ladrillo caravista. Creías que había comunidad en esa perdición nocturna. La polución como solución a todas tus neuras más íntimas. Éramos jóvenes, pensábamos en el futuro, aunque fuera para decir que no lo había. Futbolistas con bigote, currantes en buzo cortando la general, avisos de bomba en el instituto. Muchas horas en el Kubil. Cantabas aquellas canciones como himnos que no entendías del todo. Qué tiempos, joder. Creo que grité esto último otra vez, al terminar de cantar de carrerilla canciones como "Barrio Blues" o "Entre borrachos", que, la verdad, no recordaba saberme de memoria. 

Sé que estaba Joakin a la guitarra. Sé que Efe era el cantante de Los Whitos. Y, por supuesto, conozco a Txilo, la nueva esperanza blanca a la batería. Pero no me preguntes sobre el recorrido de esta banda, en lo que se refiere a los cambios en la formación. Yo hace tiempo que perdí la cuenta o el oremus. No sé ya ni quiénes eran M.C.D. entonces ni quiénes lo fueron luego. Pero yo lo veo desde fuera: me importan las canciones, con el resto yo me pierdo. Lo que sí recuerdo, lo recordamos todos, es que hace poco falleció Neil O'Keeffe, a quien no hace falta presentar; y ellos le homenajearon dedicándole "Gernika" y recordando cómo el tío no se cortaba para criticarlos. Allí dónde esté ahora, dijeron, aún les silba en la oreja: “Luego nos dirá que hemos metido un montón de gambas”. Se ríen. 

La sensación general es que han saltado el guión. Hay uno entre el punk y el rock. Me explico mejor, o eso me creo: detrás, a la espalda, salen al escenario con un cartel gigante que tiene el nombre de la banda rotulado, con imperdible en una esquina, por supuesto, y debajo, en letra más pequeña, la mención al género que hacen, punk-rock. A ese guión me refiero, el que une esas dos palabras. Parece que lo han saltado para irse más al rock, hacia el rock. Suenan más rockeros, y eso no es malo ni bueno. Es simplemente cómo lo escuché yo. Creo que es por la voz de Efe, que no puede evitar su tamiz natural. Suena el bajo más metálico; la guitarra limpia, clara y rotunda. Y, por detrás, la fuerza del Txilo con las baquetas casi arrolla a sus compañeros. Pecho desnudo, pone los brazos en paralelo y le pega en perpendicular que da gusto. Alguno les pedía que fueran más rápido. No iban lentos, por cierto. A poco que hagan, va a ir bien la cosa, con la ristra de temas que fueron grabando en todo este tiempo cualquiera no acierta. "Jódete" la cantó Joakin. Con "Pánico en las calles", la primera fila, repleta de juventud y caos se acaloró. “Sal a la calle” y “A-68” las cosieron juntas. “Asesino a sueldo" la presentaron como "una mítica" y lo es. Con "No más punkies muertos" hubo espontáneo y pogo. "Mil historias" tiene ya unos años pero la presentaron como nueva. También cosieron de un tirón dos que llegaron al corazón de la nostalgia, al menos para el que escribe: “No hay sitio para ti” y “Todo por nada”. Cuando arrancaron con la bilbainada, Efe se partía porque habían metido la pata con el orden del repertorio, pero daba igual, la cantaron y de ahí ya pasaron a “Entre borrachos”. No pudieron resistirse y pidieron permiso para soltarse un bis. Cambiaron de idioma, viajaron en el tiempo a la época del gaztetxe, y cantaron “Popatik hartzera”. Ya estaban lanzados y no podían marchar. “Huele mal” la sueltan casi a la remangillé, antes de que les echen. Y aún hay más, terminan con una cuyo estribillo usamos de arma verbal arrojadiza cientos de veces antes y después de madurar: “Pringao”. 

Voy a cerrar con un comentario gratuito e innecesario probablemente. Tengo que decir que fue una sensación muy extraña. Me refiero a viajar de vuelta. No sé lo que ha pasado por el camino: quién fue ese crío que escuchaba estas canciones encerrado en su habitación y quién soy ahora, pero se quedaron, ahí. Lo que lo hizo aún más extraño fue mirar alrededor: ir a ver en directo a un grupo de nuestra generación, de una generación anterior, incluso, y que fuéramos de los más veteranos en el público. Gente joven ahí delante, empujándose, dejándose la garganta, apretando el puño y lanzándolo al aire. ¿Podía ser yo ese? ¿Yo mismo hace veinte años? Escalofrío: joder, qué sensación más extraña. 

Posdata: la fotografía se la hemos robado al jefe del local, que es Navidad y hay que compartir. 

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