Buenos de solemnidad




El cumpleaños de Another Freak Production!!, veinte años de autogestión y programación de música en directo, se celebró por todo lo alto en un Mendigo Aretoa de Barakaldo que vivió, para la ocasión, una fiesta con aforo completo, gente que vino desde lejos y, sobre todo, buena música en vivo. Primero hubo concierto, con el regreso de los Telepath Boys y la decimoprimera (concierto arriba, concierto abajo) visita de los Nuevo Catecismo Católico a la ciudad, y después pinchada a cargo de Paco Roca y Gonzalo Ibáñez. Todo para aplaudir el curro hecho durante esos veinte años por unos tíos que, por descontado, no buscaron protagonismo, anduvieron por allí y no hicieron ruido.

Los Telepath Boys se mostraron arrolladores y dejaron satisfechos a todos los que ansiaban volverlos a ver en directo. Curiosamente, o no, porque ellos mismos los han mencionado muchas veces antes, en las conversaciones post-concierto se escuchó tanto el nombre de la banda norteamericana Zeke como el suyo y, en la comparativa, siempre salían ganando los de Castellón. En resumidas cuentas, ofrecieron un concierto de hardcore sin adulterar, sin tregua ni rimbombancia, rozando, en todo momento, la perfección. Con dos guitarristas afilados en cada esquina y la base rítmica en el eje fueron capaces de tocar su repertorio de manera implacable y con una severidad enérgica que acabó por contagiar hasta la epifanía. Todo el concierto sonó compacto y firme, daba igual qué canción tocaban o en qué orden. Todas sonaban engrasadas y fusionadas, como parte de un mismo todo, de una energía furiosa y vigorosa que no dejó entrever ni un solo resquicio de agotamiento o imprecisión. Mientras tocaban, ya que ando leyendo el libro ahora, me imaginaba a Daniel y a Ricardo, antes de formar ELPASO, digiriendo la experiencia de ver en directo a Teenage Popeye o a los Rhythm Pigs. Gracias, Villegas, por el regalo. Era lo mismo: ser consciente, al mismo tiempo que ocurre, de algo que serás incapaz de olvidar en el futuro, aunque se destile, se difumine, se disfrace finalmente. Algo quedará, para siempre. Si la música pudiera transformarse en energía, estos cuatro tíos alumbrarían con luz natural Utqiagvik, ahora que sus ciudadanos tienen que esperar hasta el 23 de enero para poder ver otra vez el sol. Se te movía la cabeza sola, el tobillo. Había miembros de mi cuerpo que no respondía al recato habitual con el que intento manejarme. Hubo pogo, poco, pero hubo. Y, sobre todo, un consenso general: el que o la que no estaba satisfecho o satisfecha era porque se había equivocado de lugar.

Por su parte, los Nuevo Catecismo Católico, no decepcionaron en su rol de engarce entre el pasado que se celebraba y el futuro que se presume. Siguieron el guion que utilizan últimamente en directo y funcionó a la perfección. Arrancaron con "Prefiero estar en el suelo", "En llamas" e "Incontrolable" para mantener el ritmo durante todo el interín, con piezas como "Sabes demasiado", "Tú y yo podemos comprenderlo" o "Soy un aberrante", que consiguieron azuzar al público, arrebatado ya desde el principio y poseído al final. Hubo saltos desde el escenario, pogo incontrolado, cerveza asperjada y momentos de vínculo emocional con gente abrazada al o la colega y gritando a pulmón los estribillos con el puño en alto para aguantar el equilibrio. Para cerrar en modo mayestático, encadenaron "Aquí llega Dios," "Detrás de tu mirada" y "Odio la velocidad". Tuvieron problemas con los acoples, se recogieron mayormente en su terreno elevado, y volvieron para un bis conciso y arrebatador en el que interpretaron el "Sonic Reducer" de los Dead Boys. No se puede hacer mucho más con estos tíos que lo que acabo de hacer: describir. Explicar es complicado. Comunicarlo, pasado el momento, harto difícil. Los elogios y las estrategias retóricas ya se me van quedando manidas. Se puede insistir en la pericia técnica de todos ellos y la autenticidad performativa con la que articulan sus conciertos, pero, en el fondo, lo que tienen son buenos argumentos: sus canciones son contundentes y categóricas, ligeras pero con sustancia, contagiosas y misteriosas al mismo tiempo. Puedes pasarte años intentándolo, leer libros, memorizar manuales, practicar, emular, escuchar y aprender, pero, al final, tienes que dar en la clave, escoger los acordes, medir los tiempos, elegir las palabras, las frases que encajen sin que sobre o falte nada. No me preguntes cómo lo hacen, pero yo estoy convencido de que lo logran. Hay frescura y equilibrio, persuasión y potencia. Y, sobre todo, autenticidad. Y lo digo sin conocerlos, hablo de lo que siento como receptor, como uno de los que está ahí abajo y mira hacia arriba. Lo que escucho es una ristra de buenas canciones, sonido crudo y espontáneo. Lo que veo es el demonio: veinticinco años demostrando que llevan el demonio dentro para fortuna del rock and roll más auténtico y honrado. Lo que siento es personal, bastante he contado ya.

He escrito esta entrada tres veces, lo confieso. El domingo me salió una cosa como muy sosa que abandoné pronto. Es la ostia cómo cambia lo que escribes dependiendo del humor que tengas ese día, hasta del hambre o la sed, si me apuras. Ayer estaba excesivo, se ve, porque me puse patético y ridículo y empecé a inventarme una especie de avatar ficticio que rozaba la arlequinada más grotesca. Aún tengo guardada esa entrada, pero la voy a borrar como que ya y no debería ni haberlo dicho. Justo esta mañana, me he puesto a escribir esto, así, sin pensarlo dos veces, pillando un par de frases de los intentos anteriores y volviendo, sobre todo, a escribir de cero. Cero ganas tengo de hacerlo por cuarta vez, así que así se queda. Ha habido muchas razones por las que me costaba escribir de este concierto: la cercanía es una de ellas, y me refiero a las personas. Otra es que me dio por pensar en rollo prefijo meta, es decir, que me puse a pensar en lo que escribo, en cómo escribo, en cómo me leen luego. Este es un ejercicio que he repudiado toda la vida, como el de escuchar lo bueno que digan de ti. No me sale, no me va. Fue culpa de Víctor Lenore, vayamos al grano. El domingo después del concierto, con cierto resaco, le leí una entrevista por casualidad. Se me quedó grabada una frase: "Creo que solemnizamos la cultura y la gente tiene egos frágiles". Yo solemnizo, un montón, lo sé. He de corregirme. Pero me puse a pensar en el concierto, en la fiesta del sábado, y, sobre todo, en los seres humanos que pulularon y aún pululaban por allí cuando yo me fui. Pensé en la gente que vi vivir y disfrutar mientras yo disfrutaba de la música en vivo. Incluso pensé en la gente que eché de menos aunque en el momento estuviera rodeado de tantos otros. Tanto pensé que me puse solemne. Y empecé a escribir de cero. Después de todo, lo mejor es el vínculo, siempre el vínculo: “por y para el pueblo.” ¡Feliz cumpleaños, Another Freak Production!!!

Posdata: Las foto es de contrabando. Me la ha pasado alguien y ese alguien las consiguió de otro que responde al sobrenombre de Kañón. La foto le hace honor al apodo del autor. En realidad, me mandaron unas cuantas y yo elegí una. En lugar de darle el protagonismo a las bandas, incapaz de elegir, preferí que, por una vez, los protagonistas fueran otros: los que miran para arriba. Gracias por permitir el estraperlo. 

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