Buscando a Jack



Ya no me acuerdo, pero si tuviera que apostar, diría que estaba sonando el último disco de los Sumisión City Blues. David quita la música porque empieza el concierto. Aunque ahí arriba hay más instrumentos, el único que se sube es un chaval joven, con el pelo oxigenado y una camiseta de los Richmond Sluts. Se calza una guitarra acústica y pega mucho la boca al micro: en algo menos de media hora, se suelta más de una docena de canciones. Pasa de algunas que toca con los cuatro acordes justos, moviéndose por el norte del mástil, a otras canciones con más malabares sobre los trastes, siempre acompañándolo todo con melodías de modulación punkarra, una buena garganta y el pulso tieso. Una la presenta como una mezcla entre "los Who, las Ronettes y Circle Jerks", y sí que se parece a algo a medio camino entre los dos últimos. En otra, usa la cejilla para cantar sobre Medina de Pomar en inglés, que no es algo muy habitual, creo. Se acerca a los Pogues cuando canta sobre tomarse un descanso en el majuelo. Otra se la dedica a Donald Trump, versionea el "Stand by Me" de Ben E. King y termina con Johnny Cash, al que recordó en alguna de las anteriores. Así termina este inesperado primer pase. David vuelve a pinchar música. Si no es el último de Sumisión City Blues, bien podría serlo.

De todas formas, la música dura poco porque pronto suben dos más al escenario y el guitarrista acústico cambia de herramienta, la enchufa, y ya tenemos la banda al completo: Jack & The Hammers. Se presentan con la coña del bajista, quien se arranca con humor: "hola, somos los Lavabos Iturriaga", pero nadie le hace caso, la verdad. Con tres en el escenario, empieza la electricidad y nos seguimos preguntando quién es Jack y quiénes, los mazos. Desde el principio, ejercen de banda de hardcore punk, sin máscaras ni engañifas. A veces, se foguean con el rock and roll más clásico y depuran su estilo: la diferencia quizás esté en que el guitarrista no es un tío de quintas ni tres acordes básicos, hay punteos y contrastes, pero, en general, las canciones siguen teniendo ese mismo nervio de urgencia e inmediatez que tanto celebramos en el punk. El primer acierto llega con "Odio la playa". Los tres instrumentos se acoplan bien y las canciones salen espontáneas y frescas. Horas más tarde, en una segunda vuelta por El Tubo, y mientras probablemente suena de fondo el último de Sumisión City Blues, me contarán que bajista y cantante son padre e hijo, algo que en este blog pasaría desapercibido porque no nos interesamos mucho por la intimidad o las vidas privadas de los músicos, pero, en este caso, apetece dejarlo por escrito porque no es habitual, y, además, perpetuar en familia la música y el punk es algo digno de elogio. Hacen el "Tequila" de The Champs. En "I Don't Like Anybody" explican con clase práctica de qué va el punk: un par de acordes, frenazo y estribillo; vuelta a lo mismo y así minuto y medio. Luego tienen otras canciones con más desarrollos y alegrías. A veces, parece que suenan hasta a los Foo Fighters. Otras veces, a The 5.6.7.8's. Cuando hablan, tienen gracia (bajista: "Esta habla de la policía;" guitarrista: "Para variar") y talento para la rima ("vamos a tocar un par en castellano; ese idioma que intenta hablar un tal Mariano"). Terminan enardeciendo al público con una "People Like Us" de Safety Pins que levanta pogo, polvo y puños en alto. La siguen con una versión iconoclasta del "Tainted Love" de Soft Cell. Y se acabó. Vuelve la música del estéreo, que, si no me equivoco, no eran los Sumisión City Blues pero por poco. 

Vamos a libraros de resúmenes y epílogos y lo dejaremos así, tal y como ha quedado. Además, me queda aún un rato hasta que se me ocurra un título y hasta que encuentre una fotografía con creative commons que sirva para ilustrar la entrada. No sacamos ninguna en el momento y no tenemos tiempo ni ganas de robárselas a otros. Foto, título y punto final.   

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