Fiasco Review!: Toxic Glam de TurboFuckers



El nuevo trabajo de TurboFuckers llegó hace unos meses y lo hizo con un equipaje ligero pero repleto de objetos preciosos para el estraperlo más rockero. Toxic Glam es como hacer la maleta, dejar la muda fuera, y llenarla de laca y tachuelas. Pasar la aduana y, en la frontera, ponerte con el agente a bailar un pogo. Voy a parar aquí que me estoy perdiendo y mejor retomo la cordura: simple y llanamente, el último trabajo de los bilbaínos es ligero porque incluye solo cuatro canciones pero son tan intensas y preñadas que parece un recopilatorio doble. Lo voy a explicar aquí y luego, si eso, nos hacemos cruces.

Hay un cambio evidente si comparamos éste con el anterior trabajo de los TurboFuckers. La diferencia no está tanto en las letras, donde siguen demostrando la misma actitud visceral y bragada que ya habían abrazado antes. Quizás hay más carne y libido, más órgano y fricción, pero la letanía de barrio y el afloramiento resolutivo siguen ahí, con el mismo vocabulario que han usado siempre, el que escuchas al torcer la esquina de la mercería. El cambio principal está en el sonido y la composición. Han decidido complicar el armazón de sus canciones y con ello han salido ganando: hay más octanaje, más sedimento y, sobre todo, más vigencia. Se nota en las líneas de bajo de "Amor tóxico" y "Fuego", en los tapices de guitarras que pringan de electricidad todas las canciones, en los parones, en los arreglos, en las velocidades de la batería, en que no todas las canciones están cantadas con la misma inflexión y, sobre todo, en cómo han imbricado armonías y melodías. Suena bien lo que tocan de fondo y lo que puntean. Suena bien bajo y alto. Suena. Han ganado en matices y escalas; la gama les ha llevado a limpiar un poco la grasa sana que tenía su anterior disco y que aún tiene su directo, pero sin perder la efervescencia de un proyecto que sigue mezclando el glam, el punk, el rock y ahora diría que hasta el pop-rock británico con esas guitarras épicas, como en rodillo, que lucen en "Amor tóxico" y que recuerdan al pop-rock menos comercial de la Pérfida Albión con sus guitarras acicaladas y bien afiladas, esos riffs que se te quedan en la memoria y tarareas mientras meas en las letrinas de tu tugurio preferido, posando la pinta sobre el retrete y entornando los ojos para que no te los queme el humo del cigarrillo que muerdes con los dientes.

"The Hell Is for Fuckers" es quizás la que menos se aleja de lo que habían hecho hasta ahora, con esa manera tan suya de cerrar los estribillos a coro, los versos cantados como al tajo y las guitarras percutiendo desde el principio hasta el final. Aún así, se encuentran diferencias. Por ejemplo, mola como la batería suena honesta, como si tuvieras el oído sobre los parches y, sobre todo, hay una breve nota de piano en una de las treguas antes de atacar de nuevo que le da un barniz distinto y muy enriquecido a la canción y al calibre de los TurboFuckers. "Amor tóxico" se abre con esas guitarras de las que hablaba antes, de las que imploran movimientos de cabeza y esculpen el subconsciente, y que vuelven a aflorar más tarde, entre los pozos que van dejando para que la voz mantenga la tensión y la batería apisone el camino. Juegan con la expectación, con el ritmo y la estructura, con los espacios melódicos, demostrando una madurez que les sienta mejor que las chupas de cuero, la verdad. La base rítmica en "Fuego" sostiene una canción mucho más inmediata donde las líneas de guitarra se engarzan de manera nítida y efectiva. Vuelven los coros y hay más versatilidad en las melodías. El comienzo de "Rompecorazones" se podría utilizar como el ejemplo más evidente de esta apuesta arriesgada hacia la complejidad que han tomado los TurboFuckers. La batería es capaz de sostener un ritmo movido y cadencioso que las guitarras repujan con acierto. El largo redoble a los dos minutos da paso a una extensa coda, con letra repetida, que cierra una canción más sencilla, en cuanto a estructura, que "Amor tóxico" pero, en mi humilde opinión, más rotunda y maciza: las líneas de guitarra en sintonía, parones acertados para elevar un estribillo cantado a palo, coros armónicos y, una vez más, riffs de guitarra al galope y atropellando cualquier resistencia. 

Tenía un chiste preparado para terminar esta entrada haciendo gala de mi falta de humor, pero voy a dejar para otra ocasión la enésima oportunidad de ponerme en evidencia. Mejor no estropeo más mi entrada y termino ya. Hago una cruz, como decía al principio, aunque solo sea una, para terminar aquí, y ya si eso, nos vemos cuando toquen esto en directo que, ya lo he visto antes, pero ahora, habiéndome metido hasta el intestino grueso de las canciones, hay ganas de volver a probar. Haced lo mismo, no es un mal remedio contra la modorra y el sopor. 


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