Una jornada completa



Salir a las siete de la madrugada de casa, fichar a las ocho de la mañana, coger el coche a las tres, fichar en otro sitio a las cuatro, acabar a las ocho de la tarde, conducir hasta el centro de Bilbao y subir las escaleras del Antzoki hasta el segundo piso mientras vas escuchando cómo rebota por las paredes aquello de "turbo para el amor y fuckers para el rock" que lleva taladrándome el cerebro con anticipación toda la mañana, sin que sea capaz de cantarlo como lo hace Iñaki Sixx, que a mí, no me dan las sílabas para meterlo en un solo verso... La frase me ha quedado larga y no la he terminado gramaticalmente bien, pero es que todo el día fue interminable, así, como el travelling que abre Sed de Mal y la verdad es que yo llegué con sed de rock al concierto. Cerrar el jueves en la presentación en casa del Lady Infierno de los TurboFuckers fue como aplaudir porque merece la pena tener una vida asalariada y normal cuando lo celebras con un concierto final de rock and roll puro y duro, "como lo hacemos en Bilbao", que dijo el cantante de la banda bilbaína. Salí bien hidratado, por supuesto. Prometo que de aquí en adelante, voy a escribir mejor.

El Antxiki, como le leí a Óscar Cubillo en su crónica de Josh Hoyer, quien tocó en el mismo sitio el día antes, estaba repleto como en una despedida de soltero o algo así, llena de gente que sonreía y parecía dispuesta a disfrutar de lo que se celebraba y olvidar pesares y movidas varias. Eso sí, mientras los TurboFuckers iban arrancándose con el repertorio del disco que presentaban, la gente, en líneas generales, permanecía en la posición que es al rock lo que la empuñadura clásica del jazz a la batería, piernas abiertas con tres palmos entre pie y pie, ligero movimiento de la pelvis y los brazos caídos, como en espera: el resto lo hace el cuello, que bascula sobre ese eje vertical inamovible. Solo Javi Rubio, por supuesto, que tiene el rock en la sangre, se movía como si la electricidad le pasara de la aurícula al ventrículo y de ahí a las arterias. Poco a poco, todos fuimos levantando un tobillo, y después el otro, y muchos el puño, cerrado, porque los alegatos obreros y ordinarios que lanzan los TurboFuckers en forma de estribillo te dan más ganas de cerrarlo y comenzar la revolución que de hacer cuernos metafóricos. Escuchar sus canciones es como encontrar por fin el respaldo para esa energía tosca y empecinada que te hace sentirte orgulloso de haber nacido en un barrio de ladrillo caravista, lonjas cerradas y jubilados que se quitan el mondadientes para escupir. Fueron subiendo el ritmo poco a poco, casi sin que te dieras cuenta, hasta que encajaron en un solo golpe "Verano salvaje", "El juego" y "Psycho", con Toni Metralla sumándose para redondear "Socio de Satanás". Si sales de ahí con vida es porque acabas de entregársela al diablo en un cruce de caminos: vaya subidón, que hasta yo sentí un temblor en la clavícula. 

Ahí podían haber terminado y todos nos hubiéramos ido contentos para casa, con el eco aún de las canciones en la cabeza y pensando en silencio cuándo le va a poner alguien un electrocardiógrafo en el pecho a Iñaki Sixx por el bien de la evolución. Hay que estudiar cómo alguien puede mantener ese nivel de actitud y energía durante tanto tiempo, sin bajar un ápice, sin dejar de pegarse ostias en el pecho como si se estuviera auto aplicando la reanimación cardiovascular. Si todos nos enfrentáramos a la vida con la energía con la que él canta... Y dejo abierta la frase, porque antes hay que puntualizar que si esas cuerdas sin freno, que hasta las quintas las toca como si le fuera la vida en ello, que dijo bien dicho Jon B (y me guardo lo de Mick Jones para otro día), resaltan con brillo es porque la parte rítmica levanta el fundamento con la solidez necesaria, y el bajo en contrapicado hacia el público que esgrime Pepe Bombs y la batería en el fondo como el suelo bajo los pies no podrían ser retirados de la ecuación para que esto funcione. Había prometido escribir mejor, pero esto es lo que hay. 

Eso sí, como decía, ellos no terminaron ahí. Pusieron la guinda invitando a Los Rotos a subir al escenario y cantar con ellos la versión de "Brindando siempre a tu salud" en un momento que espero que aún siguiera por allí el incansable y nunca debidamente reconocido Dena Flows para inmortalizarlo. Los Dr. Feelgood de Bilbao, como les presentó Iñaki Sixx, le pusieron el volumen necesario de emoción a una noche que merecía terminar así, reclamando que el rock es mucho más que un género musical, porque a muchos nos sigue uniendo a la ciudad, a la gente, a una historia oculta que no necesita de enciclopedias para ser importante y reivindicada. Por eso, además, Pepe Bombs se quitó su camiseta de los suecos The Bones y lució la de Porco Bravo en un homenaje necesario a Pulpo. Y, para redondearlo, volvieron a salir al escenario y terminaron su fiesta privada y pública cantando el "Demasiado cabrones" de BC Bombs. 

Demasiado cabrones no sé si son, pero sí que puedo decirte que no es demasiado trabajar de ocho de la mañana a ocho de la noche si luego puedes reconciliarte con la vida asistiendo a su directo. Y, mierda, no hago más promesas, pero escribiré menos la próxima vez. 

Posdata: con permiso, la foto se la robo a Oskar, que andaba por allí al fondo y se lució al sacar esto.

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