500 Fiascos: Tabula Rasa de Willis Drummond



Título: Tabula Rasa
Banda: Willis Drummond
Publicación: 18 de Noviembre de 2016
Discográfica: Tabula Rasa Records


Se hace difícil no mirar hacia atrás, pero parece que procede, al menos, así leo yo el título del último disco de Willis Drummond, publicado después de un largo parón que, aparentemente, les ha sentado bien. En líneas generales, Tabula Rasa es maduro y estimulante en las letras y complejo y cautivador en la música, combinación que produce canciones con estructuras refinadas, distintos planos, y un barniz añadido que permite acceder a narrativas escondidas y mudables, sin perder la frescura y la vigencia. Más allá del contenido de las letras y del tempo de los ritmos, el acoplamiento de la música y las palabras, y las aristas encubiertas ayudan a percibir dolor y rabia en “Athabasca”, por ejemplo, donde las guitarras acaban convertidas en un coro griego gritándole al horror. Otro ejemplo: la ampulosidad de la instrumental “Orain II”, que va cosida a “Orain” y se convierte en una tormenta que recoge la explosión eléctrica con la que se cerró la primera para convertirla en espacio hueco que retumba. Más: la expectación que crea la batería y el poder narrativo de la distorsión en “Hedea”, las tonalidades de la voz en “Hori dena”, cómo el estribillo construye “Joan ikustera” desde dentro, el edificio de matices que sostiene “Hondamendi Hontan” o el hipnótico riff de “Konta” que genera dinamismo y fuerza. Si lo escuchas una vez, dices: vista atrás a los años 90, al indie más enérgico y guitarrero, apuesta por las estructuras de contraste, mucha guitarra, batería limpia y contundente y voz fibrosa. Si lo escuchas dos veces, dices, igual no, igual hay algo más. Si lo escuchas una tercera vez empiezas a descubrir todos esos planos que complican, enriquecen y atesoran las canciones. Y todo esto sin entorpecer la primera escucha: directa y vibrante, que eso permanece tantas como repitas. Por eso, aunque insistas y redescubras, “Orain” suena fresca y magnética, “Konta” atrapa con sus melodías más accesibles, “Hedea” siempre juega a un equilibrio imposible entre los ritmos de las guitarras y el estribillo y “Ekiraino” pasa del mono al estéreo manteniendo un mismo compás dinámico que también encuentras en “Aholkua”. Precisamente en esta última, la letra se sustenta en una pregunta que ocupa el corazón de la misma. Preguntas que también llenan “Joan ikustera” y, en general, un disco repleto de sinceridad e introspección donde las respuestas parece darlas la música. Durante todo el disco parecen proponer una posición moral y filosófica comprometida y espontánea que promueve una visión realista, abierta y ponderada de la vida, incluyendo las relaciones y los problemas más ordinarios, y dejando entrever que la posibilidad de errar no es suficiente excusa para permanecer quieto: “movimiento”, gritan, en castellano, en “Hedea”.
Afortunadamente, ellos no han errado; en Tabula rasa han acertado plenamente. Willis Drummond es, si no lo era ya antes, uno de los alicientes musicales más excitantes de este pequeño rincón del mundo, un mundo que en sus discos es apeteciblemente inabarcable y profundo.
 
Número de palabras: 492
Escrito al comienzo en un parque de Portugalete, en el metro, mientras me fumaba un cigarro a la puerta del bar Los Hermanos. Lo he cerrado esta mañana, en otro bar, con tapa de manteca colorá. Y lo acabo ahora mismo, en el sofá de casa, disfrutando del agrio olor de la acetona. 

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