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Si te preocupas un poco por leer, básicamente en lengua inglesa, estudios más académicos sobre la consideración de las letras de canciones como literatura, siempre te encuentras con dos aspectos que se repiten casi de manera obsesiva. Una es la eterna discusión sobre si las letras de canciones son poesía o no. La otra es la repetición de ciertos nombres como si fueran argumentos de peso para justificar la pregunta anterior. Bob Dylan, por supuesto, siempre está en la lista.
Apenas unas horas después de que, en Suecia, se confirmara que Bob Dylan es el nuevo premio Nobel de Literatura, los comentarios se dividían, internacionalmente, y en varios idiomas, entre el "¿pero qué me estás contando?" y el "ya era hora". Aún así, la pregunta anterior y la lista de justificación se seguirán repitiendo. ¿Lo bueno? Como decía Fernando Navarro en El País, ahora, como suele suceder con los premios de este calibre, cuando la gente corra (ironía) a los comercios para ponerse al día, en lugar de ir a una librería, tendrán que ir a una tienda de discos. Igual, de paso, además de comprar algún disco de Dylan, compran también los de Bruce Springsteen, Lou Reed, Joni Mitchell, Laurie Anderson, Woody Guthrie, Townes Van Zandt, Leonard Cohen, Tom Waits, Silvio Rodríguez, Billy Bragg, Will Oldham, Patti Smith, Franco Battiato, Luis Eduardo Aute, Paul Kelly, Nick Cave, Jeff Buckley, Paul Simon, Elliott Smith, Tupac Shakur, Willie Nelson, Jacques Brel, Nick Drake, Gil Scott-Heron... Solo he puesto los que tienen nombre y apellido y no los que a mí me gustan que, en su gran mayoría, no están en esta lista. 
He de decir que Bob Dylan siempre ha sido una figura que me ha superado. Sus letras se me escapan entre esfuerzos interpretativos y ataques de ensimismación. Me atrajo su figura histórica, su trascendencia: el día que enchufó la guitarra y lo mandó todo a tomar por culo. "Like a Rolling Stone", sin embargo, me arrollaba como un canto rodado cuesta abajo porque yo me había quedado sobado en la ladera. Sé que hay otras canciones, menos ambiciosas, más arrojadas a la calle, que, si las conociera como debería, me harían cambiar de opinión. Pero solo las conozco de oídas, como, por otra parte, solo se pueden conocer las canciones. 
Porque las canciones se escuchan, no se leen. Las canciones no son poesía. Si son literatura, me la sopla. Literatura con mayúscula. Ponerle versalitas a las palabras siempre me ha dado miedo. Los premios me importan menos que las editoriales de prensa. El fútbol es otra cosa que no es el palmarés de los balones de oro. Y la literatura es más pura y complicada que los galardones rimbombantes. Me gusta que las etiquetas sean aglutinantes: literatura es todo. Me gusta. Quizás algún día también lo gane Paco Roca o David González o Jesús Gómez Peña. Por ese lado, que lo haya ganado Bob Dylan me alegra lo mismo que me alegraría que el Balón de Oro se lo otorgaran, a título póstumo, a Jorge Alberto González Barrillas (por retirado, no por fallecido, por supuesto). O a Tittyshev. Me alegra un poco, pero solo un poco, porque me importa poco, aún menos. 
Las letras no son poesía pero si hay poesía en el canto de un duro también la encuentras en las estrofas de una canción. Mi poema de amor preferido lo escribieron Aidan Moffat y Malcolm Middleton. Cómo sabría de qué va la vida si no hubiera descubierto a Shane MacGowan. Las palabras como rabia petrificada que te arrancabas de las entrañas: Eskorbuto, Fugazi, Guerrilla Urbana. Ser kinki y querer serlo más. Abrazar la noche y los fantasmas. Estar de acuerdo con casi todo lo que dice Luis Boullosa cuando habla de esto. La inspiración en un charco mientras haces eses por la calle. Tu padre en buzo cruzando la nacional para cambiar de turno en la fábrica. Leer todas las letras de Richmond Fontaine y creer que Winnemucca es un barrio de Galdakao. Precisamente, Willy Vlautin te enseña que las letras de canciones no son poesía, son narrativa: a la hoguera la rima, las metáforas, la asonancia; vivan los personajes, los argumentos, los giros, la puta realidad puesta sobre un verso igual que te despiertas con resaca y descubres la verdad en tu cara hinchada. 
Unos días ante de que Bob Dylan ganara el premio Nobel, a Willy Vlautin le incluyeron en el Salón de la Fama de los Escritores de Nevada junto a Gailmarie Pahmeier. Como dice en una de sus viejas canciones: "Give me boilermakers and give me time*"... No hace falta mucho más para escribir una buena canción y para ser feliz. El resto es pura literatura.


* Boilermaker aquí no quiere decir calderero, apuesto a que se refiere a la segunda acepción del término: un trago de bourbon y una jarra de cerveza fría a dúo.

Comentarios

Joseba M. ha dicho que…
Amén, brother...
Joseba M. ha dicho que…
Amén, brother...