Putakaska



Media tarde soleada y La Kontra está probando sonido. Lo hacen con "Las paredes" de Parabellum, mientras los niños juegan en los columpios, las comparsas hacen la sobremesa en Los Hermanos y hay cola en el puesto de helados. Un par de días antes, al pasar por un bar del barrio, me sorprende oír el "Bugi Kojonudo" de Distorsión, mientras adolescentes inconscientes juegan al balón y comen pipas y dos perros se olisquean el trasero porque sus dueños aprovechan para hablar de los fichajes del Barakaldo. El viernes, finalmente, Oli empieza con "bajando por la ría, veo..." Y ya está: cerramos el círculo. En tres días, acordes y estribillos gratuitos, que pasan desapercibidos, pero te cuentan la historia de tu pueblo con letra pequeña y sin ganas de dar lecciones. Miro a mi alrededor y pienso cómo sería esto en su tiempo, cómo sería aquel "Verano'86" cuando yo tenía diez años y no podía adivinar nada de todo esto.

Precisamente en esa canción, que, por supuesto, también sonó el viernes en el Rock eta Golak, los Putakaska cantan: "Recuerdos de una canción / Muchas cosas han cambiado / Pero otras siguen igual / Vivimos vacilando / Nunca nos van a cambiar." Salvando las distancias de estilo y geográficas, Putakaska tienen de The Sonics y Radio Birdman, por mencionar dos, lo mismo que hace eternos a esas otras dos bandas: que aunque lleven toda la puta vida haciendo música, aún suenan frescos y actuales. Quizás es por eso, porque muchas cosas siguen igual, y lo que cantabas en los ochenta, desgraciadamente, tiene vigencia treinta años después, y porque nunca los van a cambiar, y siempre van a ser lo que son: punk oi! de ayer y de hoy.
La autenticidad en la música es como la honradez en la política, algo que persigue todo el mundo aunque muchos no sepan ni lo que es. En la música country, tiene poco valor. Más que nada porque unos escriben las canciones y otros las cantan, y no puedes exigir que lo que canta suene cierto si lo escribió otro, con lo que valoras otras cosas. Por supuesto, hay gente, como Dolly Parton, que además de cantar también escribían. En el rock y el punk la primera persona se atestigua. Si cantas, quiero que lo que me cantes suene como si te estuvieras abriendo la panza por la mitad para enseñarme las entrañas, no me cantes más ostias de tías que te parten el corazón y suena a cliché porque para eso ya está el pop. Sonar auténtico es un santo grial del que no todos consiguen beber. Por eso, no es cualquier cosa resumir a una banda diciendo lo que sigue:
Los Putakaska suenan auténticos. 
Oli tiene una presencia demoledora. No hace falta que se mueva para que ocupe todo el escenario. Agarra el micrófono como si estuviera apretándote las sienes para que estalle tu cabeza. Mientras, a su vera, guitarrista y bajista ponen la electricidad y los coros que son al punk lo que el oro al cofre del tesoro. Al fondo, como siempre, el batería que teñía camisetas de sudor, mientras agrieta parches y atornilla aún más fuerte ese gorro que cuando se lo vaya a quitar, van a tener que hacerlo a rosca. Da igual que metan la pezuña, que el sonido no sea el mejor, que el público vaya y venga, que no tengan todo el tiempo del mundo. Lo que hubo fue más que suficiente para aprender que el punk de verdad se hizo aquí tanto como en las costas americanas y en las islas británicas. Y no hace falta leerlo en los libros: lo puedes ver aún en directo o escucharlo en el cromo y el vinilo. 

Una última cosa: es domingo. La peña andará de resaca o durmiéndola. Llego con un día de retraso y estoy en una cafetería tomándome un café a las doce del mediodía mientras por detrás las motos corren desesperadas por un circuito que no les lleva a ningún sitio. Es decir: el contexto más punk del mundo para escribir esto. Pero es lo que hay. Termino dándole las gracias a la recomendable publicación Rock Attitude Facezine, a quienes les he robado la fotografía y me despido. Creo que aún me quedan un par de entradas antes de cerrar las fiestas, pero, de verdad, como decía mi abuela, estoy astragado. Necesito leer el listín de teléfonos y escribir de ajedrez, tomar distancia, aunque, probablemente, las ganas me vuelvan antes de que pueda si quiera escribir la palabra peón.

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