Barras oblicuas o cómo tener epifanías en el baño de un bar



Pues a mí me gustaron.
Lo de las barras oblicuas me pone nervioso. Es como dibujar fronteras, no trae más que desgracias. Así que cuando veo a un grupo de música siendo definido por una cadena de etiquetas que se eslabonan con barras oblicuas... me la pongo al cuello y me dan ganas de colgarme del palo mayor.
Punk (/)barra oblicua(/) powerpop. ¿Qué significa la barra?
Yo las únicas barras que entiendo son las de los bares donde me atienden. 
El domingo por la mañana estuvimos en uno. Nos presentamos allí en grupo, cuando Los Pepes aún andaban pendientes de llegar al Satélite T, que era el bar con su barra en cuestión (llena de pintxos, por cierto, a los que solo miraba de reojo). Sentados fuera, al fresco, esperando a que los londinenses llegaran, cada uno andaba con sus particulares afanes en la cabeza, y yo solo quería resolver esa incógnita: ¿qué fronteras de la greguería definen esos signos de puntuación?
Ya me había olvidado de ello cuando empezó el concierto... y terminó. Así, de la misma: como cuando Phoebe Buffett explicaba que la mejor manera de depilarse con cera era quitándosela de un tirón. Salieron Los Pepes, aplicaron su ungüento, lo arrancaron de a una, y vámonos pa'Burgos, Burgos, timba, timbá. 
No, de verdad, se puede frenar y explicarlo mejor, pero la primera impresión, que es la que queda, fue esa: urgentes, como la paquetería express de correos; intensos, como los pensamientos de Thom Yorke; efímeros, como las revoluciones de izquierdas. Te enchufas la guitarra, te acercas al micro, dos minutos para una, dos minutos para otra, redoble por aquí, coros garajeros, mucha distorsión, y los acordes que pasan tan veloces que si intentas atrapar uno igual pierdes el tímpano en el intento. Yo exagero por prescripción facultativa, pero algo así fue. 
Igual de urgentes e intensas eran mis ganas de mear cuando me fui al baño y tuve una efímera epifanía. Si te fijas, he querido usar los tres mismos adjetivos que usé para describirles porque así me siento bien conmigo mismo y hago como que entiendo de qué va esto de escribir, aunque lo que te esté describiendo sea algo tan vulgar y tangencial como que estaba yo miccionando mientras escuchaba el concierto al otro lado de la pared y, entonces, de golpe, me llega la inspiración y creo que entiendo qué demonios significa la barra oblicua.
La barra oblicua es un turulo estético y explicativo que te dibuja la fantasía de la razón. Ahí de pies, apuntando a un punto inexacto de la porcelana, escuchando como rebota la batería, se estrella el bajo contra los tabiques y las guitarras se atocinan, escuchas el año 76, los manuales del punk que nunca se han escrito, las raíces quemadas de las crestas mohawks. Es como si escucharas el fondo del río sobre el que han construido una circunvalación de la M30. Como cuando te enseñan una ecografía. Como entender de qué sirve ese laberinto de piezas que forma el motor de tu coche. La sustancia, el pilar, la médula, llámalo sostén y ponte a escribir tu propio blog. Y cuando abres la puerta del baño y regresas al concierto, descubres el resto: los dedos que suben por el mástil, las melodías que no oías en sordina... y entiendes el otro lado de la barra oblicua, eso que llamaban powerpop porque era como un matiz añadido, la crema que corona el pastel, no sé. Sé que entonces entiendes que la barra oblicua es aire, el que se cuela por el turulo y complica la ecuación, contamina las sentencias, borra las lindes. Y eso me gusta tanto como que me rasquen detras de la oreja cuando voy a quedarme dormido. 
Pero, sobre todo, Los Pepes se acercan más a la raíz que al tronco, son más punk clásico devenido en algo distinto que algo distinto que viene del punk clásico y eso, permitidme que me ponga grosero, me la puso dura. El cantante, con un acento cerrado que parecía Eddie Argos imitando a Nick Lowe a finales de los setenta, tocaba también una gibson baqueteada, con las marcas que indican cuántas y cuántas veces se han rasgado esas cuerdas. Esas cosas molan, Dan Stuart solo tiene una guitarra, para qué quiere más. Al bajista, en el medio, no solo le delataba el cuerpo de su bajo trasparente, si no que le trasparentaba una mirada que aunque no tuviera legañas asomaba las consecuencias de una sesión matinal tras una larga noche en Llanes. Otro guitarrista más comedido pero activo y ensombrerado, y un batería con camiseta de Eddie & The Hot Rods que le pegaba unas ostias a su equipo que más que percutir perforaba los parches. Por prescripción facultativa, os lo tengo dicho, que soy el amo de la disco cuando se trata de exagerar. Pero entre caña y caña, así fue como lo viví yo. The Undertones, The Outcasts... Creo que el bajista llevaba una camiseta del sello Good Vibrations, así que ahí lo tienes todo resumido en la serigrafía.
A mí me gustaron. 

Epílogo gastronómico

Otra sesión en el Satélite T cerrada con hamburguesas gourmet y conversaciones amenas a mansalva.  Si la vida es bella,  como decía Benigni tiene que ser por mañanas de domingo como éstas. Así que, yo lo recomiendo, aunque no tenga licencia, porque a mí me traen salud estas sesiones y creo que, si sufres de síndrome de abstinencia musical, como yo, también te pueden ayudar. Apúntate a Melómanos Anónimos y participa de la comunidad del Satélite T.  Más chorradas, no puedo decir. 



Posdata: La fotografía la he robado de algún sitio en internet. No puedo mencionar al profesional o aficionado que la tiró, así que pido perdón.

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