Mi amigo Frost



"Two roads diverged in a yellow mood"... Yo también mood. No hay mood, habla. Paso a pequeña. 

Si te lo cuento sin soltar el chiste malo, no merece la pena. Yo fui a la universidad así: mientras unos fumaban petardos en la cafetería y aprendían a jugar al mus, otros nos quedábamos dormidos en clase mientras nos obligaban a leer a Robert Frost. 

"The Road Not Taken" era como el melón en Villaconejos, raro que a alguien no le guste. Todos los profesores de literatura, ya fueran de Norteamericana o de Británica, parecían estar obsesionados con el poema de Frost. "Two roads diverged in a yellow mood... And sorry I could not travel both." Que casi nos lo aprendíamos de memoria como antes los reyes visigodos. 

Recuerdo una mañana sentados al fresco sobre el duro marmol negro de la solana, con el papel en la mano y recitando el poema con un colega tan absorto como yo en dejar atrás la adolescencia sin parecer gilipollas. 

- ¿Y qué quiere decir?
- Lo de que si coges A es jodido no haber podido coger B. 
- ...
- ...
- ...
- ¿Lo pillas?
-  ...
- "Two roads..."
- Sí, sí, ya, déjalo. Que le den. Pásame el Marca.

Así que, entrar al Tubo y que Patxi sea capaz de empezar una conversación donde la discusión intente averiguar si Cañas y Barro lo escribió Torrente Ballester o Blasco Ibáñez y ver después a una pareja que parecen los dos caminos de tierra que dividían el bosque sentimental de Robert Frost, me invita a pensar que es verdad eso de que las artes copulan juntas sin que les preocupe qué piensen de ellas las ciencias más serias. Cañas y Barro. Cifras y Letras. Chivo y Two Roads

Dos conciertos en un mismo fin de semana. Si me lo dices el día antes, te salivo que te saco un ojo. 

Pero así fue. 

El viernes me pasé por el Tubo solo y casi que hasta nervioso. Hacía tanto tiempo que no iba por el templo oscuro que se me había caducado el carné de socio. Fue darle el primer trago a la cerveza y se me olvidó todo. Los Chivo salieron un poco más tarde y ya no hubo dudas ni certezas. No sé si era por la cerveza o por los vatios pero a mí me temblaba el cuerpo, el suelo, las paredes y hasta las plaquetas. Ya les había visto en directo antes, pero, desde entonces, han fichado a Amar'e Stoudamire y a un batería que decían que había llegado directamente desde Minas Tirith. Empezaron fuertes, tirantes, con la bola de demolición oscilando sobre nuestras cabezas. Y ya más o menos no pararon hasta el final. Más Corrosion of Conformity que Kyuss no me preguntes mucho más porque me sacas de Fu Manchu y, para mí, el stoner rock es un vago recuerdo de una noche dramática en la que acabé con una corbata atada en la frente moviendo mi cabeza como si tuviera una melena que perdí, en realidad, antes de cumplir la veintena. Y solo haberlo recordado ya es cruel, así que dejarlo por escrito ni te cuento. 

Ese fue un camino. One road. El otro lo tomé el domingo y acompañado. Two Roads. Reconozco que no me costó nada convencerla. Nos presentamos allí los dos y nos quedamos al sol en la puerta mientras platicábamos con David sobre los carteles de fiestas. Dentro se preparaban los dos cantantes con guitarra o guitarristas que cantan y que habían decidido unirse porque doce cuerdas valen más que seis, digo yo. Y a fé que no se equivocaban, ni las matemáticas ni ellos. Por un lado, Gonzalo Portugal de Last Fair Deal y Southern Lights; por el otro, Iñigo López de Quaoar. Three roads: toda la peña que versionearon. Desde Pearl Jam hasta Pink Floyd, pasando por The Who. Desde Tom Petty hasta Eric Clapton, pasando por un Ray LaMontagne que usaron de broche final. Se salieron con "Let Your Heart Rule Your Head" de Brian May, que les quedó como les sienta el neopreno a los surfistas. Recorrieron lo que antes era Aztlán repasándose las raíces del desierto y repartieron turnos para verse desde abajo y está feo decirlo pero no hubo empate técnico, aunque me reservo mi opinión. Los dos demostraron que son excelentes guitarristas y que tienen voces distintas pero igual de auténticas y sugerentes. Aún hoy tomando café después de la tercera reunión, sentado en un rincón del patio mientras fumaba mirando al infinito, podía recordar el bottleneck en el dedo corazón de Gonzalo Portugal y cómo sus dedos se movían nerviosos cuando no estaban sobre el mástil dejando huellas sobre los trastes. Con atriles y revuelo de papeles, no sé si fue la primera vez que se emparejaban, pero ojalá que haya más. En horario de vermú y después de varios meses sin vino blanco, ni ajenjo, ni armonía, ni distorsión, a los dos nos sentó como el vuelo al ave fénix poder regresar a la oscuridad del Tubo aunque fuera mediodía y aunque dos tíos muy serios se empeñasen en iluminarlo a base de melodías. Ella sonreía satisfecha y yo le puse fecha a ese día porque valdrá la pena repetirlo en el futuro, seguro.

No te equivocarás si escoges ese camino... o el otro. Escojas el que escojas lo mismo te arrepentirás de no haber cogido uno o el otro. ¿Era eso Robert Frost? Lo que le ocurría a Frost es lo que nos pasa a todos, que nunca podemos tener los dos. Pues yo tuve dos este fin de semana. Dos conciertos. Y ambos caminos me llevaron de regreso al maravilloso desfiladero de la música rock. Qué bien sienta despeñarse por él, amigo Frost. 


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