BIME, vidi, vinci



No es la resaca ni el cansancio ni las ganas de marcharme a otro lado y dedicarme a otra cosa. Tampoco es exactamente eso que otros ya llamaron algo así como el pánico a la hoja en blanco. No, no es nada de eso, pero no deja de ser algo extraño. El caso es que no me apetecía escribir sobre el segundo día de conciertos en el BIME y solo plantearme el reto como una responsabilidad me sonaba estúpido y un tanto ridículo, la verdad. 
Creo que llevo como cinco o seis años escribiendo este blog y he pasado de que no me leyera nadie, a que me leyera una y de ahí a que me lean unos pocos. A veces, son algunos más, pero es solo casualidad o curiosidad. Y es muy de vez en cuando. He recibido algunos halagos que no te voy a negar que me han gustado tanto como que le rasquen los flancos a un chucho. También he recibido críticas y he vivido experiencias desagradables. Nunca me he acreditado en un concierto, ni pienso hacerlo. No soy periodista, ni musicólogo, ni escritor, ni sociólogo. No soy profesional, no tengo ni puta idea, no aspiro ni me reprimo, no reviso ni depuro y de puro burro que soy, a veces, me arrepiento de lo escrito. Aún así, sigo, becerril, febril y ajeno al resto. 
¿Por qué, entonces, a veces me lo tomo en serio? Por expreso deseo de la familia, yo qué sé. Porque soy gilipollas. Por eso, aunque no quiera, me encuentro a las 22:14 de un domingo futbolero, viendo a ver qué demonios cuento y, encima, pretendiendo que resulte ingenioso, original y sustancial, porque igual hasta me marco un triunfo y cambio el mundo y me llama Jools Holland para entrevistarme. No te jode. 
En fin. 
Voy a hacerlo así. Primero, escribí la lista y la puse en negrita, después fui poniendo los dos puntos y, en cursiva, mi comentario. Vosotros no veis el proceso, solo el resultado. Vamos allá:

Babasónicos: Cuando llegué los argentinos tocaban la última, cuando terminaba de cruzar por el fondo, ya se despedían. Una canción empezada que me sonó a lo que nos suena un grupo de pop con acento argentino a todos aquellos que permanecemos ajenos a lo que sucede al otro lado del océano y al sur de Río Grande. Lo cuál es una falta de respeto, así que ni lo digo.
La M.O.D.A.: La Maravillosa Orquesta del Alcohol alumbró buen rollo del pegadizo, casi pegajoso, y una cadencia energética, casi enérgica. Se parecen a cosas que van desde Munford & Sons, los primeros HATEM, The Decemberists, The Pogues o los Calexico más verbeneros... hasta Eskorbuto, que dicen ellos, yo no lo vi. Variedad de instrumentos y coros que a veces te devuelven a las fiestas del barrio. Le ponen nervio, mucho verbo, ritmo frenético y épica magnética. Tienen además identidad: blanco, negro, carne tatuada al aire y mucha barbilla en alto. Empatizaron con las primeras filas. Creo que en lo que voy escribiendo se nota que mantengo cierta distancia: sí, no me entró su vigor como a otros, pero no creo que eso signifique nada.
Kometa: Llegué y, como los Babasónicos, ya andaban despidiéndose, y lo hacían con un arrebato eléctrico que me hizo arrepentirme. Poco más puedo añadir.
The Coup: Los tenía subrayados en el librillo. Bueno, no, subrayar es mentira, había puesto una equis, eso sí. Tenía ganas de ver a Boots Riley a quien incluso había leído antes. Me hablaron de su postura política y de su hip hop clásico con aire funky. Y como me hablaron, pues fui. Y me quedé. Hasta casi el final. Me quedó claro que son de Oakland, California, y que habían venido desde lejos. Me quedó claro que hace falta poco para hacer música y muchas palabras para explicar cuatro ideas sencillas. Fueron los primeros en obligarme a empezar a levantar el pie del suelo.
Dawn Landes: Ir de un concierto de The Coup a otro de Dawn Landes es como darte baños de contraste con agua hirviendo y congelada. La oscuridad del graderío le daba todavía más solemnidad y languidez al asunto. Estaba allí ella, elegante y delicada, acompañada, en ocasiones, de un guitarrista que no sé si era el habitual Josh Kaufman u otro. Tocaron "Moon River", se confundió de canción cuando empezaba a cantar "Bluebird" y se despidió, supongo, porque yo me fui justo cuando anunciaba la última.
The Orwells: Bueno, digo yo que les habrá pasado a otros cuando les ven por primera vez. Mario Cuomo la montó en el chou del Letterman así que cómo no le va a dejar a uno cuando se lo encuentra con la impresión de que no sabe si le están tomando el pelo, el tío tiene una curda más profética que 1894 o es todo parte de un espectáculo excéntrico y concéntrico. Los Orwells parecen de Londres cuando son de Illinois, aunque también suenan cercanos a compatriotas con apellidos italianos como The Strokes y otros que no los tienen como The Replacements.
Señores: Desde lejos, con una cervecita en la mano y evitando el flujo de gente que empezaba a inundar el terreno, me parecieron inofensivos, aunque intentaban morder. La habitación es roja e Iván se apellida Ferreiro. Y hasta ahí puedo leer.
Mando Diao: Una de las grandes citas, ¿verdad? La gente iba entrando con el pie cambiado y directos al remolino que se estaba formando junto al escenario dos. Al poco aparecieron los suecos vestidos de blanco, casi todos, con un estilo a medio camino entre Super Furry Animals y The Polyphonic Spree y subidos a un escenario que parecía la casa de veraneo de Superman en Krypton. Y comenzaron una rave party super cool que parecía parodiar a los Mando Diao que en su día vimos embutidos en cuero y con la pose más negra y garajera. La gente saltaba, bailaba, hablaba de sus cosas y tuiteaba otras. Mi colega y yo nos reíamos por no llorar y pasábamos de un concierto que me dejó ojoplático, como decía el otro, pero no precisamente de manera positiva.
The Kooks: Bien. Mejor que la primera vez que los vimos, al ritmo de la moda que evoluciona cuando se queda antigua y tienes que buscarle sentido y espíritu a lo que haces. Han dado un paso adelante como otros compañeros del mismo palo, digamos Arctic Monkeys, pero la zancada les ha llevado a otro sitio distinto.
Billy Bragg: También tenía una equis puesta junto al nombre del bardo de Essex. Me habían dicho que podía ser una de las últimas ocasiones para verle con banda y no podía dejar pasarla. Se mostró como se muestra siempre, sin aspavientos pero intenso, sin mordazas ni medias tintas, generoso en el repertorio y la complicidad, el compromiso y la constancia. El graderío estuvo más lleno que en ningún otro concierto (hasta donde yo llegué a averiguar) y acabó por hacer que la gente se levantara cuando cerró un concierto mayúsculo (aquí me mojo porque me la trae floja) con "Waiting for the Great Leap Forward" que aunque no tuviera letra y fuera solo una reunión de onomatopeyas seguiría zurziéndome las penas, diga lo que dijera Hank Williams.
The National: Pues, ya que he estado dando hoy mi opinión de manera inopinada y a las bravas, seguiré haciéndolo. A mi ligerísimo entender, se curraron un concierto de los que se te quedan grabados en la cabeza durante un buen tiempo. Esta misma mañana de domingo apocado y ventoso, bajaba yo acompañado a la piscina, cuando aún retumbaba "Fake Empire" en mi cabeza y se me ha escapado un gorgoteo que tenía pinta de prometido después de su despedida de soltero, pero yo canto así siempre, ya sea domingo o lunes de pentecostes. Matt Berninger casi pierde las gafas y hasta la compostura, acariciando el bafle como si fuera la almohada en una noche solitaria pero lasciva. Pero no la perdió. Agarra el micrófono, mira al suelo, y se saca esa voz que podría perforar la litosfera entera y llegar hasta el niquel y el hierro del núcleo de la tierra. A mí me perfora la corteza de mi sesera, la verdad. No solo su voz si no también ese compás tan grave y tan etéreo que perfila unas canciones hipnóticas. Creía que podían perder algo de embrujo en concierto pero no lo hicieron, lo ganaron, brujería o talento, pero, lo mantengo, fueron la justificación de los sesenta y pico euros más gastos de distribución. 

También jugamos a los parecidos. El cantante de La M.O.D.A. se parece a Alejandro Amenábar de perfil. El guitarrista de The Coup a Greg Oden. Y Matt Berninger a Richard Dreyfuss y a no sé cuántos más. Comimos pipas, chufas. Hablamos, bebimos, nos reímos y yo bostecé. Nos fuimos. Unos, antes. Otros, después. Sin mirar atrás. Y ya está. Ahora le pongo título y si te he visto, no me acuerdo. Eso es Fiasco Fiasco, señoras y señores, eso es. Y es la primera vez que menciono mi propio blog y me siento raro, como si hablara de mí mismo en tercera persona. Qué cosas. Qué cosas tiene la vida, la ciencia y la danza clásica. BIME, vidi, vinci. 

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