Crónicas Express: El día B



Estuvimos hablando de cantantes españoles cuyo nombre empieza por J, pero podíamos haberlo hecho de las bandas que, como con su categoría, también tienen un nombre que empieza con B. Después le añadiríamos una reseña a los grupos que se nominan con acrónimos, y ya tienes resumido el día y solo has usado la mitad del abecedario. 
Todo esto para mencionar a A: Los Enemigos, B: Band of Horses, Belako y Black Keys, C: MGMT. De cerca vimos a The Lumineers (aunque, por momentos, a través de la fronda y reposados en la colina) y de lejos y a contraluz a Elliott Brood y Kuroma. Hecho. Ahí tienes el tercer día del festival que oposita a festival de todos los festivales veraniegos del estado, proponiendo con gusto los montes urbanos como substitutos de los arenales mediterráneos. 
Si me quedara aquí sería demasiado fácil, así que voy a ponerme las gafas de buceo y me lanzo al agua como Thomas Mars se lanza al público. Además, me voy a lanzar sin miedo, al despropósito, sin paracaídas. Voy a hacer lo que no se debe hacer o al menos no me gusta hacer y voy a comentar los seis conciertos que vi con la suficiente atención como para poder hacer mención y gastar opinión (Elliott Brood y Kuroma quedan, entonces, para mejor ocasión) y lo voy a hacer por orden de apreciación cualitativa. Es decir, ya que esto lo escribo yo y lo leen solo tres pobres y pobras incautos e incautas, lo voy a hacer haciendo juicios de valor y por clasificación general del Tour de Francia, con maillot amarillo y farolillo rojo. Va.

1. LOS ENEMIGOS

Porque sí, porque Los Enemigos son al rock and roll lo que es a la vida la ciencia más terrenal, llana y versada. Porque sí, porque hacen música así, sin necesitar más adjetivos ni descripciones ni etiquetas ni prefijos ni sufijos ni acabar los sustantivos con los diminutivos empalagosos que tanto les gusta a los participantes en esa comedia de situación llamada Master Chef. Ellos son alubias con chorizo. Un plato rebosante para quitar el hambre. Para quedarte a gusto y repantingarte y arrascarte la barriga. No les llegará el éxito ni en el jergón, pero a Josele Santiago, al polifacético Fino Oyonarte, a Chema "Animal" Pérez y a Manolo Benítez ni les hace falta que los niños se acerquen a ellos ni les sobra ni les achica un escenario en el que invitados deberían estar siempre aunque no todos entiendan que la raspa de pescado alimenta más que el arroz del puesto thai food. No voy a deciros qué tocaron, porque lo tocaron todo, y lo tocaron todo de puta madre. Perdón. 

2. BELAKO

Yo ya me rendí hace un tiempo, lo dije con la boca grande, me he mantenido atento y no he vuelto a dar más el coñazo. Pero ellos ahí siguen, y cada vez que les veo, más tiembla el suelo. Tienen ya Eurie un poco desgastado, pero por eso han empezado a ofrecer cosas nuevas y ayer probaron algunas. Se pasaron gran parte del concierto saludando a los amigos que andaban por debajo, sonriéndose entre ellos, resoplando como si estuvieran echando una pachanga con los colegas. Y es que si los ves por primera vez te pueden dar sensación de que van de sobraos, pero es que les sobra, les sobra el talento y la actitud. Y la actitud nunca sobra, más bien, siempre acaba por faltar. Me decía la que me acompaña que ojalá Franz Ferdinand hubiera tenido el jueves la mitad de ímpetu que tuvieron ayer los de Mungia, pero es que diez años son diez años y es difícil retener más que tener. Habrá que ver a estos chavales dentro de diez años pero si aparece todo lo que asoma serán capaces de convertir toda esa rabia en un tipo de energía distinta pero tan contundente como la que exudan ahora y seguir dando directos de los que hacen temblar el suelo y te electrifican la piel sin necesidad de analizar el contenido ni buscar entendimientos lógicos. Tampoco te voy a decir qué tocaron porque prácticamente lo tocaron todo.

3. THE BLACK KEYS

He leído ya, a esto de las ocho menos diez del día siguiente, todo tipo de crónicas. Las que les exaltan sin ambages, las que les regalan notas altas, las que no les vilipendian pero porque se muerden la lengua y las que intentan quedarse en tierra de nadie que vendría a ser la patria de acogida en la que yo debería exiliarme. Después de leerlas todas, he llegado a creer un poco en el situacionismo, aunque no creo que entienda esta corriente ni que haga una práctica adecuada de la misma. Lo que quiero decir es que intuyo que esas crónicas difieren porque los que las escribieron escucharon el concierto desde lugares distintos, y no me refiero a una posición espiritual o ideológica, si no a una situación geográfica y física de lo más simple. Unos estuvieron abalconados, otros arrinconados, pero también los hubo que se atrevieron y se instalaron en medio del meollo. Distintas situaciones, distintas glosas. Y la mía pertenece a los que lo vieron de lejos y fueron acercándose poco a poco, a los que sufrieron a todos esos visitantes ocasionales que esperaban solo a los tres minutos y trece segundos que Derrick T. Tuggle se pasa bailando y que se pasará bailando de aquí a la eternidad. Soy de los que notaron el sonido bajo, no bajo del volumen pero sí de magnitud, de los que tampoco le encontraron explicación a los seis trailers, y de los que acabaron por enfriarse porque cada vez que tiraban un penalty había que esperar diez minutos a que el portero se cambiara de guantes. Me declaro fan de los Black Keys aunque no estuviera en aquel concierto del 2004 que lleva camino de convertirse en mítico. Un aficionado de los que ha ido perdiéndose por "El Camino" aunque ha seguido arrimado a la idea de que con una guitarra y una batería se puede hacer un sándwich perfecto a nada que lo empapes bien de blues y rock. Lo más gracioso: quitando los hits que como cualquier otro disfruté, la que más me gustó fue una del último que no recuerdo ni recordaré hasta que no me digne y me escuche el disco que era lo primero que tenía que haber hecho antes de escribir esto. No te digo lo que tocaron, porque tocaron la que tenían que tocar y Dan Auerbach se llevó el duelo ante Patrick Carney, más por su esplendorosa voz que por sus chupas de cuero o sus muchas guitarras. 

4. MGMT

Si me dices antes que yo iba a estar metido en medio del asunto durante un concierto de los de Conneticut e iba hasta a disfrutarlo un poco, me estoy haciendo cruces en el pecho hasta que Luiz Felipe Scolari sea el brasileño más querido del año. Pero así fue. Un poco y, hasta si me apuras, un bastante. Me quedé un poco enajenado con tanta psicodelia electrónica, con aquellas apariciones fantasmagóricas de Wayne Coyne, y algunos arrebatos rockeros que después se tornaban en manifestaciones de technotrance de estas en las que hay que sujetar la luna protagonista sacudiendo las palmas de tu mano hacia arriba, pero no me sentí incómodo. Me quedaba yo allí viendo a los MGMT acompañados por los Kuroma y me preguntaba cómo en un grupo con tres guitarras solo podía escuchar una y a veces, pero, aún así, me dejaba llevar, sin sacar las manos de los bolsillos y más preocupado, en ocasiones, por una post-adolescente sin concepto del equilibrio que buscaba espaldas a precio de saldo para reposar su incontenible obsesión por la lisergia, sin darse cuenta de que ya se la había bebido antes de que empezara el concierto. No te digo lo que tocaron, porque tocaron muy pronto "Time to Pretend" y al final "Kids", y todo el mundo fue feliz, algunos más que otros. 

5. BAND OF HORSES

Band of Horses of Disaster: manda leches que me mande mi colega el brit de adopción musical un comentario adorándoles y yo que tengo más camisas de cuadros que un capataz de rancho le tuviera que contestar con veleidades. No sé qué me pasa con los de Seattle que ya van dos veces y no acabo de entrar por el aro. Y eso a pesar de que le veo el valor como frontman a Ben Bridwell, de que me llama la atención que un miembro tenga de nombre de pila el de mi universidad favorita de la Big East, y de que me puliera el Everything All the Time igual que me pulí el Cease to Begin y el Infinite Arms, como si no hubiera  un mañana y cada canción fuera una ración de oxígeno. Supongo que algún día me lo tengo que proponer con determinación y rigurosidad, ponerme ceñudo y atento y verlo todo sin que las ganas de mover las piernas y beber cerveza me hagan desistir del intento. Aún así, nos vimos el comienzo del concierto y el resto lo seguí de pantalla a pantalla, pero no te voy a decir qué tocaron, porque, por supuesto, estuvo "The Funeral" pero también estuvieron muchas otras que son igual de buenas o mejor. 

6. THE LUMINEERS

No sé a quién echarle la culpa: si a ellos, a mí, al que les puso allí o a los astros que son poderosos con luna llena y más si cuando vas a mear te encuentras con una tía que te está leyendo el horóscopo o escuchas a otras tener conversaciones sobre deseos que se cumplen si le enseñas tu trasero al satélite plateado. Cosas que tienen los festivales y lo que les pasó a The Lumineers fue otra de esas cosas que tienen los festivales. Por mucho que le pongas lámparas rococó al escenario, por mucho que te empeñes en aporrear tu banjo, se va a hacer muy largo si la música no llena todo ese hueco que queda entre un escenario gigantesco y una pradera sin segar. Yo hasta a ellos les vi pelín incómodos. En parte, porque puede que no tengan el cuajo que tienen Josele y el resto que son capaces de llenar el hueco y de apagar el sol si hace falta. Quizás si Wesley Schultz le hubiera explicado mi teoría del situacionismo musical a los de la promotora, les hubieran puesto en el sitio y el momento más adecuado para disfrutar de una música que, por otro lado, no es nueva, ni original, ni sorprendente, pero tampoco desmerece ni da la nota. Por supuesto, no te voy a decir qué tocaron, pero sí, la tocaron, la canción del anuncio se la ventilaron casi al comienzo en lo que no deja de ser una declaración de intenciones que les honra. 

Y ya está. Se acabó. Se acabó la edición anterior a la del aniversario, la edición en la que, al menos en la opinión generalizada del grupúsculo en el que yo me incluyo, el BBK Live, si no lo había hecho ya antes, ha girado rumbo hacia un futuro tan refulgente y tintineante que a nosotros nos ha cegado y dejados sordos desde ya. No voy a volver a analizar la fauna y la flora del festival porque luego siempre me siento culpable así que lo dejaremos en una de esas máximas que todo escritor busca para tirarse el moco y cerrar un trabajo y que pocas veces, y ésta no es el caso, se consiguen: una vez más, aunque no vaya a quedar así en las enciclopedias, los vencidos siempre salen vencedores. 

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