Carmencita Carmencita, qué vida esta la del cholo yé-yé



Me vais a perdonar todos: el cerebro humano da para mucho pero aún no hemos sabido cómo explotarlo al cien por cien. Yo, por lo menos, tengo lo que tengo debajo del poco pelo que me queda y, para más, no me da. Así que no me queda otra que deciros, antes de ir más lejos, que las fiestas de Barakaldo me han dejado saturado de música y aún más inseguro que antes sobre mi potestad para hablar de ella.
No sé cómo explotar mi cerebro, pero, en lo que llevamos de cármenes, casi me lo han explotado a guitarrazos.
Te pasas una semana viendo conciertos en ese puto antro que ya he mencionado muchas veces, donde los ventiladores del techo son el único nexo que nos queda con la vida real, y te das cuenta de todo. Bajas unos metros por Juan de Garay hasta el Cuervo, y acabas por convencerte. Sigues para abajo, cruzas las vías, y el Rock eta Golak te sirve de testimonio definitivo. Aprendes lecciones como ésta: léete todos los putos libros que quieras, escribe siguiendo de pé a pá las normas del MLA y publica en cualquier revista indexada en ISI o dónde sea, acabarás por darte cuenta de que nunca podrás dejar de ser el hijo torpe de un operario de la Babcock al que lo único que le gustaría es ser como esos jodidos cabrones que tocan la guitarra, el bajo, la batería, lo que sea, mejor o peor, me la suda, pero producen la única energía que nos mantiene vivos en esta vida: la creativa. La misma que nos permite amar, perdonar, recordar, soñar, follar, vivir. Tocar instrumentos. Escribir como Willy Vlautin. Jugar al fútbol como Andrea Pirlo. Arte del que pierde el corsé que le da la mayúscula y la pomposidad que le atribuyen los que la sodomizan con aspiraciones vacuas pero envanecidas.
Vive una semana fagocitado por el Tubo y descubrirás que lo único que merece la pena de nuestras biografías son los momentos que no salen en las enciclopedias, en los telediarios, en las revistas de tirada nacional o en los anuncios de televisión. Quizás necesites hacerte viejo para darte cuenta de ello, pero algún día, dormido en el sofá, se te irá el bolo y viajarás en el tiempo con tanto tiento que podrás recordar cómo sudabas ahí dentro, los pliegues de la calva del tío que tenías delante, la barba rolliza del camarero al que le pedías refrigerio, y, sobre todo, recordarás, con nostalgia, claro, cómo eras capaz de dejarte atravesar por la electricidad que reverberaba en los amplis. 
Todo esto, que sirva de introducción para pediros perdón por cualquier falta de estilo o de contenido que tenga en lo que me propongo a continuación, que no es más que contaros cómo he vivido las fiestas del pueblo, yendo de concierto en concierto, a veces acompañado, y otras veces no, pero siempre atento a todos estos flipados que apuestan todo lo que tienen en este envite perdido que es la música, pero que merece la pena, suene en sol o en do, a capela o a berridos, instrumental o con coros a tutiplén.
Os dejo solo la lista, para empezar:

HCH
The Crow Farm
2lería
Kilauea
Ladys Ramone
Los Roñas
Miguel
Putakaska
Dr. Maha's Miracle Tonic
Thee Blind Crows
The Downtown Brigade
The Wizards
Southern Lights

Quedan más, los que no vi (y tuve/tengo contratados a enviados especiales que me han prometido que en breve nos los glosarán) y los que faltan este fin de semana. He preferido contar primero los que van porque, si no, ya os lo he dicho, el cerebro no da para más y se me iba a olvidar. Llevo una semana haciendo notas mentales y, si mi memoria tuviera la forma de un cuaderno milimetrado, hace tiempo que me habría quedado sin renglones. Por eso empiezo a escribir ahora y ya el lunes os recuento lo que dejamos de postre. 
Tenéis la lista arriba, conocéis mis limitaciones, y todos los que leeís este blog sabéis de qué pie cojeo, pero merece la pena que os quedéis con el nombre de los grupos que menciono (los voy a poner en negrita para que resalten más), olvidéis lo que yo os cuento, y, en su lugar, os dediquéis a descubrirlos por vosotros mismos. Si logramos eso, ya hemos hecho algo de provecho. 
A partir de aquí, ya sabéis qué llega: lo que yo vi, cómo lo viví, y, por supuesto, no olvidéis que si vosotros os atrevéis a seguir leyendo es solo bajo vuestra única e imprudente responsabilidad:

HCH son mucho más que lindane, por supuesto, y no me costó nada levantarme a una hora prudente para estrenar la ristra de conciertos tuberos en horario de vermú. Me había pasado los dos días anteriores subido en el monte viendo a gente que cobra con tres ceros y a otros que no lo harán nunca pero no porque no se lo merezcan. Aún así, había descubierto que los tíos de HCH hacían versiones de Robert Johnson y, además, batería y bajo eran dos muchachos de esos que saldrían en mi autobiografía si algún día cometo la soberana gilipollez de escribirla. Veinte personas, alguno de gaupasa, los demás relacionados, nos reunimos en el Templo Cilíndrico para ver un concierto que se hizo corto entre versiones de gente tan dispar como Metallica tocando folklore irlandés, Lemmy Kilmister o los Ramones. Con un guitarrista de los que salta de traste en traste como las niñas jugaban a la pita y que disfruta de una voz negra del sur del delta del Nervión, un bajista que fue guitarrista hasta que le operaron de fimosis, y un batería que no se salió de su izquierda porque sabe que ahí están los ritmos más primitivos y eficientes, los HCH demostraron que no hace falta tener muchas ambiciones ni sonar en los cuarenta para que a los treinta hagas música que le gustaría hasta a los veinteañeros.
Tardé en volver a meterme en el oscuro Tubo y cuando lo hice, lo hice acompañado por la que me sirve de apuntadora y muchas veces de redactora jefa porque me valgo de lo que me dice para escribir después lo que yo escribo que digo. Era martes y cuando llegamos a El Tubo, Fernan el Sheriff nos dijo que aún no habían ni fregado, así que nos bajamos directos al otro templo musical en las fiestas municipales, esta vez el Córvido, es decir, El Cuervo, para ver en directo, primero, a un Ladys Ramone al que la primera vez que le ves te deja a un palmo de la parálisis facial. Con su peluca y su camiseta de los Ramones, cantando por encima de las voces pregrabadas como decían que hizo Prodigy en el último BBK Live, se repasó los mejores éxitos de los de Queens, clavando las posturas de Joey Ramone y en un castellano tan pulcro como los facebooks de todas esas chicas y chicos que visten camisetas de este grupo en los festivales de hoy en día, no tanto porque hayan escuchado algo más que el estribillo de "Blitzkrieg Pop", si no porque la pudieron comprar en una tienda de moda con la paga extra que consiguieron por aprobar ciencias sociales. Y mola. Antes de que empezaran Los Roñas, plato fuerte de la jornada en el garito de Juan de Garay, volvimos a El Tubo porque, esta vez sí, ya habían empezado a tocar The Crow Farm. Vocalista femenina, macizos y verticales, estuvieron acompañados por un buen puñado de fieles seguidores que ayudaron a que el aforo rondara los treinta más que otras decenas anteriores. Terminaron y nos bajamos de vuelta al Cuervo para llegar cuando Los Roñas ya estaban sobre el escenario, haciendo imposible que la audiencia miccionara, coloreados en sus atavíos, y con otra buena muestra de esa postura musical que nos ha hecho a los de Barakaldo tener una reputación mucho más añeja, cierta y afortunada que la que heredamos por culpa de cierto personaje ficticio salido de un programa televisivo de la ETB2. No sé cuántas veces he oído a la gente, en otros conciertos, gritarles, con coña, supongo, o no, a los músicos de turno que se cantaran una de Los Roñas. Señal de que lo que tocan supera lo sucio que esté su nombre o la propiedad de sus acordes, porque se han convertido en santo y seña del recreo musical fabril.

El miércoles estaba señalado en rojo en el calendario. Era el día grande de fiestas pero, este año, el rojo era aún más chillón que nunca. Y no era rojo. Era rosa. Porque si los Rosa Chillón tuvieran genio de verdad y la discografía entera de Eskorbuto en casa, entonces seguro que sonaban como una copia burda de los 2lería. Se hacen categorizar como jetapunk pero bien podríamos llamarlo tetapunk, porque es difícil que no te lo pases así, teta, mientras ves a los dos frontmans, uno de cada sexo, marcarse canciones que suenan a lo que podría salir de mezclar a Las Vulpess con Ramón Barea. Se han hecho legendarios antes incluso de escribir la leyenda. Ya tienen camisetas y seguidores acérrimos y hacinados, porque así estuvimos todos en un Tubo que si no reventó aquel día no creo que lo haga nunca. Era su primer concierto y dejaron bien claro qué van a regalarnos si es que siguen dando más: canciones directas, puesta en escena y una sesión de diversión gratuita y alivio para la congestión cerebral, que para eso no te sirven ni los antigripales ni los antihistamínicos, tu médico solo recomienda media hora de 2lería y toda la algarabía que te puedas fumar.
Ciudad Rayada no sé si fueron antes o después del libro de José Ángel Mañas, pero otra vez me quedé sin verlos. Tocaban después de los 2lería, pero el aire fresco que se respiraba fuera nos pudo más que la música de un grupo que no dejan de recomendármelos. Esperemos que la próxima vez sea sí o sí.

Ese mismo día también tocó viaje en el tiempo con unos Putakaska que llenaron el Rock eta Golak de una fuerza que hacía levitar los puños del respetable. Antes, eso sí, por el camino nos encontramos con un cantautor gallego que apenas contaba con cinco o seis oyentes que le seguían relativamente atentos. Hubo momentos en los que parecía que estaba cantando solo para nosotros dos y para un Guille que daba paseos por la barra para que no se le dormieran los gemelos o algo así. Miguel se llamaba, y tocaba una guitarra prestada para sacarle siempre tonos muy parecidos en un estilo que iba de Eddie Vedder a Kurt Cobain y media vuelta que Seattle es pequeño y nos conocemos todos. El tío le puso empeño y hay que tener huevos para subir ahí arriba y tocar casi a solas, pero quedó un tanto desangelado porque siempre le sacaba el mismo nervio a la guitarra. Nervio, precisamente, llevan repartiendo los Putakaska desde 1986. Lo suyo es una orgía de rabia sin contener, una potencia tan insolente y noble que es muy difícil resistirse a sus ritmos de manual del punk. Oli sigue cantando como si te estuviera dando guantazos para que despiertes de una puta vez y reacciones y los que tocan instrumento son culpables de que canciones como las del nuevo disco suenen tan irrebatibles como las de un Vivo Vacilando que tiene tantos años como Cobi pero se mantiene mucho mejor que el perro antropomórfico de Mariscal.

El jueves y el viernes prometían con tres sesiones por día a falta de una. El jueves le tocaba, primero, a unos que tienen nombre de volcán hawaiano aunque se empeñaron en recordar que eran de Atxondo. El cantante empezó el concierto en chanclas y pronunciando la palabra croquis, lo que prometía. Y no sé si se pusieron Kilauea porque suena a lo que canta un cheyenne moderno cuando vuelve a casa después de una noche de farra o porque saben que son volcánicos cuando tocan, porque hace falta valor, hace falta valor, eso sí que era una escuela de calor, pero de calor calcinante. Empezaron a pistón fijo y no bajaron el ritmo ni cuando se quedaron sin lava. Vaya exhibición de volumen, de canciones pugilísticas y de redobles a la batería. Ya sean de Atxondo, de Hawaii o de Marte, los Kilauea, a los que nos costó pillarles en qué cantaban porque la voz andaba enterrada entre tanta pirotecnia, son una banda a seguir. Y seguimos, porque de empalmada nos fuimos al Cuervo y le dedicamos tiempo (hasta que el hambre nos pudo) a unos Dr. Maha's Miracle Tonic que aparecieron en versión trío: David a la voz y con su preciosa guitarra en ristre, la chica, a la que no tengo el placer de conocer, pero creo que se llama Nerea, al violín y los coros, y, por supuesto, el camarero de la barba rolliza del que te acordarás cuando seas viejo y te apalanques en el sofá, Patxi, con su tabla de lavar tuneada a la que se permitió sacarle solos y todo. Sin John Bolduan al banjo ni contrabajo sonaron un poco más flemáticos y desdibujados, pero aún así son capaces de versionear a todos los Beatles y sentirse con ganas de sonreír, así que qué más se les puede pedir. Que graben. Sí, que se encierren en el estudio y que graben, que los que no sabemos hacerlo y solo nos dedicamos a escuchar estamos ansiosos por disfrutar de nuevo material. Más madera. Y esa noche de jueves hubo más madera aún porque con estos dos no tuvimos suficiente y nos bajamos hasta el Rock eta Golak para encontrárnoslo un poco más vacío que el día de Putakaska y desierto si lo comparamos con el de Los Dalton del año pasado. Mejor. Más espacio tuvimos para disfrutarlo, porque el concierto que se marcaron los gallegos de Thee Blind Crows fue como para exagerar aún más los gestos que ya exageras de por sí cuando te puede el sonido y el efecto del zumo de cebada. Cebados de rock nos quedamos y eso que nos pasamos el concierto haciendo el esfuerzo de no hacer comparaciones odiosas. Los de Pontevedra no llegaron con seis trailers, y, en lugar de chupas de cuero, llevaban las camisas que le robaron a un gasolinero de Maine. Eso sí, Alberto (me lo presentaron, por eso me atrevo a llamarlo por su nombre) repartió su demostración de pericia a las cuerdas entre una telecaster que sonaba muy limpia y rotunda, y una curiosa Danelectro Dano Pro, como bien me chivó otro afortunado guitarrista, el gran Zebu, que, al parecer, también suele utilizar Dan Auerbach. No me presentaron al batería, no sé cómo se llama, pero sí sé que es uno de los mejores que he visto últimamente, con los brazos más elásticos y galvánicos del mercado. Un auténtico descubrimiento el de estos dos barbados que se pasan por la glotis y por las gónadas toda la tradición del rock, del blues, del country más cashiano y hasta del folklore gallego para demostrarnos que si no existen las meigas sí existe, por lo menos, la maxia do rock. Si no lo he dicho bien, que me corrija el Pulleiro.

Finalmente, el viernes también fueron tres aunque dos lo hicieron de seguido porque había sesión doble en un Tubo que estuvo tan repleto que, al final, tuve que verlo metido dentro de la trastienda del bar. Actuaron primero unos Downtown Brigade que tenían visita, el bajo muy alto, voltaje de sobra, una buena colección de canciones, versiones australianas y un largo camino de vuelta hasta Medina de Pomar. También tenían compañeros de festival, porque justo detrás salieron The Wizards. Magia no sé si hacen, pero música de la que hipnotiza, sí. Con uno de los cantantes que mejor ha sonado en un bar donde el sonido es como una chistera de la que salen liebres de colmillos afilados, poseído por un arrebato fervoroso con el que parecía estar invocando al diablo, The Wizards se auparon a los puestos de honor de lo mejor de este año con una antología de artefactos incendiarios que les lleva del metal al punk pasando por el stoner y dejando a grupos a los que habrán escuchado para aprender muy cerca de sufrir aquello de que el discípulo acaba ganando al... no recuerdo cómo es el dicho, joder, porque se me quedó el bicho tan dentro que casi he perdido la memoria y la facultad del habla. Predigo que hablaremos más de un grupo donde, por cierto, destacó al bajo el mismo que antes lo tocaba en Chivo y que, además, jugaba en casa, lo que podía hacerlo aún más difícil. Para ponerle el cierre a la noche, otra vez en pregrinación, bajamos por Juan de Garay hasta la esquina con La Felicidad, absoluta, diría, para ver en directo a los Southern Lights, formados por el Rua al  bajo, con su postura impasible y sus dedos rascándole la barriga a su guitarra de cuatro cuerdas, Aritza a la batería, quien, por cierto, no deja de recibir elogios de todos aquellos compañeros de instrumento con los que hablo, y Gonzalo, guitarra principal y voz de Last Fair Deal, quien está más contenido pero igual de inspirado en este otro grupo. Una buena forma de cerrar la noche, sin las alteraciones neuronales que te producían el volumen de los magos y los brigadistas, pero con el mismo caudal de néctar imperial, como dice aquel, aunque en lugar de chuletas nosotros estemos hablando de corcheas.

Ya lo he dicho antes, me he dejado sin comentar algunos que tocaron pero, por lo que fuera, yo no pude verlos. Y se merecerían estar aquí, por supuesto, y puede que lo estén, ya lo veremos. Igual que el lunes estarán los que actuarán entre la tarde de hoy y el colofón dominical. Y habrá que parar, porque aunque esta semana sea una bendición que no estaría mal repetir más a menudo, tanto nuestro hígado como nuestros tímpanos agradecerán que nos relajemos por unos días. Agradecer, hay que agradecer a algunos que se desgasten los bolsillos y se aféen la salud para que nosotros disfrutemos ahí encerrados, pero eso, ya, lo dejamos para el lunes. También conviene recordar que ha habido más: Varapalo, Las Sexpeares, Berri Txarrak, Rosendo... en otro tipo de escenarios que no nos podemos permitir cubrir en este blog al que el riego solo le llega para las pocas hectáreas de nuestra cerebro lleno de maleza y yerba rala. A algunos los vimos, a otros no. Pero todos han tocado y habrá quien los haya apostillado y mejor que aquí. Eso sí, que nos quiten lo bailao y cerremos con el grito atávico que nos enerva las entrañas: ¡música en los bares! Y, además, este año, de la buena. (Si hubiera emoticones como en los móviles, cerraba con uno de esos del puño cerráo).

Posdata: la foto corresponde al concierto de Putakaska en el Rock eta Golak y la he robado del muro del último al fondo, el que está sentado. Así que gracias y perdón por el atrevimiento.

Segunda y última posdata: enhorabuena a todos los que van subiendo a esas humildes tarimas (o a las barras de los bares) por sorprendernos a más de uno con la calidad y contundencia de la música que muchos de vosotros estáis haciendo anónimamente en los locales de ensayo, tragándoos después kilómetros sin, en ocasiones, conseguir que merezca la pena para vuestros bolsillos pero sí para el espíritu, que falto está de energía. Y para los espíritus de los que vamos, escuchamos, y participamos de esta comunión porque si alguien toca y nadie escucha, igual no ha hecho ruido el árbol que cayó en el bosque, ¿no? Vamos, que para que exista concierto, hace falta banda y hace falta público, así que emoticones de puños cerráos y palmas con efectos especiales también para todos aquellos que preferís estar ahí antes que en cualquier otro lugar.  

Y me vais a perdonar, pero el cerebro no me da pamás.



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