St. Farris and the Broken Bones



Si Nacho Vegas escribió aquella canción que cautivó hasta a Enrique Bunbury, ya sabes, "El hombre que casi conoció a Michi Panero", yo puedo decir que, sin el casi, hace unos meses, conocí a Mike Farris. 
Es una experiencia que me he guardado para mí mismo, para mis momentos íntimos, cuando descorcho una botella de cinzano bitter, me pongo el liguero y me escurro debajo de mis sábanas de raso para leer poemas de Kenneth Fearing. Se me ha puesto la piel de gallina solo de pensar que eso pudiera llegar a ser cierto. En fin. 
El caso es que no he hablado aquí de ello ni voy a hacerlo. Fue un día maravilloso, en el que la música de raíces americana se fundió con el paisaje rural de las vascongadas, nos reímos, nos sacamos fotos que no están en instagram (no sé ni cómo escribirlo) y acabamos amando más la música si cabe y los momentos más nimios que forman una biografía, porque, en realidad, son los más trascendentales. Lo dejo ahí. Solo añadir que fue todo gracias a cierto agraciado cantante de la margen izquierda cuya verborrea entusiasta y anfitriona me costó traducir un mundo al inglés. Siempre le deberé que, ya que no pude hacerlo con Michi Panero, me diera la oportunidad de consolarme conociendo a Mike Farris. 
El caso es que, en esas, estábamos comiendo, cuando la conversación torció hacia lo inevitable: la música y el inventario de bandas que uno y otros escuchábamos. No es nada nuevo, pero, aún así, sorprendió, como casi siempre, oírlo de alguien que vive en Nashville. Entre la batería de grupos que le íbamos soltando a bocajarro, había muchos de los que él no había oído hablar. Y sorprendía, pero como digo no es nuevo, que haya grupos americanos recientes, más aún cuando hacen música que podríamos llamar, puramente o con cierto tono bastardo que siempre funciona muy bien, autóctona, que conozcamos nosotros, aquí, en la "vieja y jodida prostituta" Europa, antes que en sus países de origen. A Perru Trucker, que también estaba allí aquel día para gozo de los presentes, le dejó boquiabierto, primero, que Mike Farris hubiese escuchado sus canciones mientras viajábamos de la margen izquierda al interior para encontrarlos con él, segundo, que le hubieran gustado, y tercero, que dijera, con total naturalidad, que la música que hacían ellos, allí, ya no la hacía nadie. El bueno de Perru, a mi vera, me preguntaba: "¿qué ha dicho, qué ha dicho?" Y cuando yo le traducía, contestaba: "No jodas". Como he dicho ya unas cuantas veces en este párrafo, sin mucho sentido, de alguna manera, no sorprende, pero no deja de sorprender. ¿No le pasa lo mismo a Woody Allen?
Pero entre todos los grupos que anduvimos lanzándonos como bolas de nieve, Mike nombró a uno que, a su entender, iba a ser el próximo éxito que alcanzara a cruzar el océano. Vienen de los callejones más oscuros de Birmingham, Alabama, escriben un soul sodomizado con todo tipo de influencias, se apoyan en una voz arrolladora que a algunos quizás les parezca extremada y, a otros, más sabrosa que la canela en rama, y están, ahora, en pleno proceso de finalización de su primer disco. Grabaron un EP antes que fue un relativísimo éxito y se han encargado de patearse medio país, abriendo para gente como Jason Isbell o cerrándose a sí mismos, y, puede que formen parte de un revival que no les haga nada originales, o que, a otros, les parezca que su sección de viento, su mordiente melódica y su infantería eléctrica, les haga sonar a un melánge auténtico que viaja desde Otto Redding hasta los bollos más recién sacados del horno. Eso queda para gusto del consumidor. Aunque, palabra de Mike Farris...
No es que quisiera adelantarme a nadie, marcarme un farol, o aprovecharlo de disculpa para ninguna otra trifulca que no se me ha ocurrido aún. Simplemente, necesitaba que pasara rápido el tiempo antes de meterme a la ducha, afeitarme, y salir de viaje, y se me ocurrió ponerme, a pesar de ser las ocho de la mañana y que algún vecino me mentara los muertos, algo de música, y como la mente es más caprichosa que un niño malcriado, pues el primer nombre que me vino a la cabeza fue el de este grupo encabezado por un cantante rotundo que decían que iba para seminarista pero se dejó pervertir por su amor a las canciones de Tom Waits. Os dejo unos cuantos vídeos de youtube, cuelgo una foto que haya encontrado en el google images (aparentemente, proviene de rockforward.wordpress.com), y yo me piro a donde Wert arroja la toalla. Cada uno, a partir de aquí, que tire lo que pueda y que baile como le plazca... Por cierto, no lo he dicho, se llaman St. Paul and the Broken Bones:






Comentarios