My heart is full of rock



Si no fuera porque la experiencia es un grado y me ha enseñado que los vicios, por mucho que lo intentes evitar, son los vicios y vicios son, que decía el otro, empezaría esta entrada con toda esa verborrea de que nos hacemos mayores y que las resacas duran dos días y tal y tal, que decía un presidente de fútbol ya fallecido. 
Mi rollo es el rock, gritaban Barón Rojo. My heart is full of rock! El mío no debe de serlo. Lo es. Desde la barrera, pero empiezo a caer en barrena y creo que estoy hecho más para el fado que para el punk, la verdad. Este año he perdido más pelo que puntos el euribor y parece que eso no es más que un síntoma de lo que mi cuerpo está intentando comunicarme aunque sea mediante jeroglíficos. 
Si me preguntas qué hice el sábado, no soy capaz de recordártelo con detalle. Al menos, hay partes que no sería capaz de describírtelas con exactitud. Sé que empecé la mañana viendo en concierto a El Columpio Asesino en la Plaza del Arriaga. Sé que, como en otras ocasiones, me quedó la impresión de estar delante de un espectáculo que merece la pena, pagues o sea gratis. Volvió a hacer mucho calor. Volvió a tostarse mi testa y buscamos la sombra, pero ya canten yeah yeah yeah o toros o lo que sea, los navarros siguen siendo un secreto que cada vez empieza a estar peor guardado para alegría del arte musical. 
Todo lo que vino luego lo recuerdo, y recuerdo de pé a pá el concierto de The Brand New Sinclairs, que, en petit comité, se volvieron a currar un concierto mucho más cercano y desinhibido. Resultaron eficaces, como siempre, y me escapé intentando que no se me viera para bajar del Tubo al Cuervo y tiro por que me toca. Dentro del bar debía de estar tocando Putakaska porque yo ni pude acercarme a la puerta. En un momento, conté que había más de sesenta personas merodeando fuera, asomando la cabeza por la ventana o por la puerta, intentando cazar al vuelo una nota, un verso, una cerveza o lo que fuera. Había punks como había punks antes en el parque de Los Hermanos y la experiencia me pareció de lo más respetable. Te puede gustar el punk, el rock, el cante jondo o la jota aragonesa, puedes ser hijo de proletario o de empresario, pero, si te gusta la música, y eres de Barakaldo, deberías reconocer que es fundamental respetar cuál es nuestra tradición, para lo bueno o para lo malo, y Putakaska es parte de esa tradición. Observar cómo gente de todas las edades, gente con mohicana, y con gafas de pasta, y con ropa del hacheyeme, da igual, andaban por allí participando de la fiesta, no deja de ser un reconocimiento de facto a la historia cultural de nuestra localidad, hecha, nunca lo olvidemos, a base de vicio y virtud, de sudor y de lágrimas, de gente de aquí y de allá, de punk y de folclore. 
Me volví luego al origen, porque me había olvidado a mi partenaire, quien permaneció fiel a la música de los antiguos Sinclairs. Nos dio hasta para observar cómo pinchaban y del resto de la noche mejor no me preguntes y corremos un tupido velo, tan tupido como más de veinticuatro horas de domingo que sirven de fundido en negro. 
Hasta hoy, donde hemos vuelto al templo de las pegatinas y los recortes de prensa sobre Zubiaurre para ver en directo a The Erasers. Como lo primero es lo primero y lo primero siempre debería ser confeso, confieso, no sabía quiénes eran The Erasers, aunque nos los había recomendado Javi, y quién es Javi da igual, pero merece la pena fiarse de lo que él te diga. Por si acaso, esta mañana, en el curro, aturdido por el calor y la inercia, hice una búsqueda por internet. Me encontré con un par de vídeos en el youtube que me animaron a aceptar la propuesta. Y no ha defraudado. The Erasers dejan ver sus influencias de lejos: Muse, Coldplay, U2, Foo Fighters, Pearl Jam... Cantan en inglés y el tratamiento de las voces a veces me ha recordado hasta a The Beatles, pero es que yo no tengo ni puta idea. El bajo lo toca el teclados con su teclado y las dos guitarras se enzarzan en una empresa de pedaleras enredadas que crea unas progresiones instrumentales muy épicas pero muy eficaces. El batería repelía cualquier amago de fatiga con un ritmo tajante y cadencioso. Han tenido algún final que recordaba hasta a Led Zeppelin, pero, probablemente, vuelva a ser que yo no me entero de la misa a la media. En resumen, han sorprendido y convencido, con una apuesta instrumental contundente y enérgica, una voz depurada y técnica y, sobre todo, un futuro que promete incluso mucho más de lo que ahora mismo pueden dar. Han sido la mejor noticia del día junto con que parece que a partir de ahora va a funcionar el aire acondicionado del bar. 
Las fiestas siguen, pero yo, por hoy, voy a seguirlas desde mi ventana. En este momento, la malagueña Lamari y sus Chambao deben estar tocando ya en el escenario principal de la Herriko Plaza. Pero yo paro. Pero. Paro. Seguiremos. No hay más remedio. My heart is full of rock y el rock está en los bares de Barakaldo durante esta semana, así que, volveremos, lo dicho, no hay más remedio.

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