Dean Wareham says



En el pasado rockdelux del mes de enero (RDL 313), Dean Wareham comentaba lo que sigue: "Si escribes un libro diciendo lo que piensas de verdad, es evidente que mucha gente se va a cabrear." Wareham no hace comentarios gratuitos, y si dice lo que precede, se debe a que José Fajardo, quien firma el artículo, es de entender que le habrá preguntado cómo gestionó sus comentarios más ácidos, algunos de ellos dirigidos contra compañeros de profesión, más y menos cercanos a Wareham y al estilo musical de sus distintos grupos, así como otras opiniones más diversificadas, que glosan desde los baños de las salas donde tocan hasta los menús de los bares donde comen. De hecho, Fajardo comenta que en el prólogo a la edición española, Ignacio Julià, reputado periodista musical español y amigo del escritor, ya hace referencia al filtro jurídico que pasó el libro. Según parece, Wareham prefirió cubrirse las espaldas y calcular las posibles consecuencias de sus opiniones más provocadoras. En la entrevista, Wareham reconoce que apenas cambió nada en la versión final, aunque apenas invita a pensar que algo sí cambió. Fajardo cita lo que Wareham opina sobre Oasis y que dejó por escrito en el libro, pero hay muchos más comentarios, algunos constructivos, otros destructivos, muchos irónicos y superficiales, que reflejan más el carácter e inclinación del cantante de Luna que cualquier otra cosa. 
Todo esto podría quedarse en anécdota, si no fuera porque forman parte inherente del libro. De hecho, Fajardo no parece interesarse por ello en búsqueda del morbo más facilón, si no que, aparentemente, esas reflexiones le ayudan a confirmar, y reforzar, su tesis final: "más allá de su talento para convertir la anécdota personal en una certera mirada sobre la realidad, el mérito del trabajo del Wareham-escritor es la honestidad." Y la honestidad no consiste tanto en ser sincero en cuanto a lo que opinas sobre los demás o lo que hacen o dejan de hacer los demás, si no en no tener miedo a descubrir quién eres y descubrírselo a los demás. Que Wareham hable de Metallica o de Billy Corgan no contempla el verdadero interés de este ejercicio de exploración y exposición. La honestidad aparece cuando Wareham descubre sus errores y sus defectos, cuando examina la raíz de sus reacciones y de sus querencias, cuando no le tiembla el pulso a la hora de buscar las razones y reconocer las ocasiones en que lo que domina es la ausencia de esas mismas razones. Wareham deconstruye los entresijos más retorcidos, débiles y a la vez sólidos, que sustentan un grupo de música, las perversiones del mundo que le rodea, a las que lo mismo abraza que sortea, las alegrías y las adversidades del matrimonio y de la paternidad... Y todo esto lo encara sin paños calientes y sin afectación. Vijay Seshadri tiene un poema en el que, si se me permite la mala traducción, dice "la verdadera historia de una vida es la historia de sus humillaciones." Eso es lo que yo entiendo por honestidad, lo que Phyllis Barber entiende por candidez cuando analiza su propia técnica para explicar cómo enfoca la evocación de su memoria. 
A estas alturas, quizás quede ridículo que me ponga ahora a deciros que estamos hablando de Black Postcards, la autobiografía que Dean Wareham publicó allá por 2008 y que el año pasado se publicó en español bajo el título de Postales negras. Quizás tampoco proceda ahora explicar que Dean Wareham fundó allá por finales de los ochenta el grupo Galaxie 500 junto con sus amigos Damon Krukowski y Naomi Yang. La cosa terminó en 1991 porque, como Wareham explica en más de una ocasión, tenía que terminarse. Poco después, creaba Luna, un nuevo proyecto que contó con diferentes miembros y que con su última incorporación, la de Britta Phillips al bajo, comenzó un nuevo período que anticipaba el final. Junto con Britta, que acabaría por convertirse en su segunda esposa, Wareham formó un dueto que aún mantienen y que, de todos sus proyectos, fue el único que el que está escribiendo pudo ver en directo, en el Kafe Antzokia de Bilbao (también esta ciudad y este escenario tienen un pequeño espacio en su libro) allá por 2007, cuando presentaban Back Numbers.
Hace como un par de meses que me compré el libro, y todo este tiempo he necesitado para terminarlo. No ha sido porque el libro sea espeso o demasiado extenso, aunque roza las 400 páginas en su edición en castellano, si no más bien por razones ajenas al libro y a su contenido. La edición al castellano es impecable. Estéticamente aseada, con un breve pero interesante prólogo del que ya hemos hablado y una traducción a cargo de Tito Pintado que, a falta de compararla con el original (lo que puede desmerecer mi opinión), se antoja más que correcta, incisiva y minuciosa, pero ágil y dinámica. Según he podido leer por ahí, el libro de Wareham inaugura la colección de Libros de Ruido que dirije Fino Oyonarte (sí, el de Los Enemigos, Clovis o Glutamato Ye-Yé). Pues vaya acierto para empezar. La edición se acompaña de un buen puñado de comentarios sobre el libro y su lectura, desde Liz Phair hasta Antonio Luque, pasando por Víctor Lenore, Carlos Rego o J. Si ellos se ponen de acuerdo, periodistas y músicos, qué va a decir un bloguero que ni sabe tocar ni teclear. Qué va a decir, que no haya dicho ya. 
El libro es apabullante: un recorrido personal y peculiar sobre lo mejor y lo peor de la música alternativa, y la música en general, durante los años 90 y principios del siglo XXI, que consigue expandirse hasta alcanzar horizontes más genéricos y universales. Si me dejáis que vuelva a lo íntimo, debería confesar que después de leerlo se te quitan las ganas de seguir escribiendo. ¿Qué voy a inventarme yo, si puede contarlo Wareham?
En cualquier caso, es una lectura obligatoria de esas que después se convierten en placenteras. Y la conversión ocurre en el preciso momento en el que empiezas a leer, no como cuando en el instituto te mandaban leer Tiempo de silencio y, si acaso, conseguías entenderlo y disfrutarlo diez años después de salir de allí. Si acaso.
Tengo como más de media docena de álbumes, entre Galaxie 500 y Luna, para elegir una canción. Y creédme, hay muchas que alcanzan una trascendencia más allá de lo musical después de leer el libro. Podría elegir la última que tocó Luna en directo, o la primera que hicieron Galaxie 500. Podía repasar el disco L'Avventura que Wareham y Phillips grabaron junto a Toni Visconti, pero, se haría difícil optar por uno u otro razonamiento. Así que, para cerrar esta entrada, cuelgo el vídeo de uno de los clásicos de Luna, de su disco de 1997 que lleva el mismo título, "Pup Tent", solo porque guarda relación con uno de los recuerdos que Dean Wareham ha dejado por escrito de sus viajes a la ciudad en la que yo vivo. Bueno, vivo cerca, a las afueras, digamos.


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