O Groove



Dicen que el Atlántico separa tres continentes, cuando, en realidad, los comunica. Creo que no ha sido una casualidad. Ha sido una coincidencia trascendental, una suerte de conjunción enigmática: la primera vez que chapoteo en el Atlántico, Xoel López toca en directo en Cambados, para presentar su nuevo disco, "Atlántico". Dicen que la música une continentes, cuando, en realidad, lo hace. 
Llegamos a O Grove después de bajar hasta Burgos, buscar Astorga, seguir dirección A Coruña y terminar cansados de pagar peajes. Mientras tanto, fuimos escuchando música. En cada curva, en cada recta, en cada rotonda, siempre escuchando música. Así entramos en la Ruta Castelao, así aparcamos, así nos registramos en el hotel. Cuando no funcionaba el equipo, era porque las canciones aún resonaban en nuestra cabeza. 
El sábado, nos enteramos, la gente celebra las virtudes del albariño en Cambados. Unos días antes había pasado por allí Julio Iglesias, y Soraya, y Manolo Escobar. Mientras tanto, nosotros nos dedicábamos al marisco, a pasear por A Lanzada, a buscar leyendas por las callejas de Combarro. Pero el sábado, nos acercamos a Cambados. Y no ha sido una mala idea. Me daba pereza y me la dio mientras pasaba: mucho tráfico, lluvia, aventuras pinturescas para buscar estacionamiento, la gente a un ritmo ajeno al nuestro. Lo primero que hicimos, buscar el escenario, acurrucado, impresionante en un costado de la plaza de Fefiñans, al cobijo de un pazo que le daba cobertura a la fanfarria de las fiestas. Todo el mundo con su vaso colgado del cuello, de botella en botella, haciendo de la noche una suerte de aquelarre sin brujas. Y nosotros a cervezas sin alcohol. Menos mal que la cena alivió la falta de alcohol: marisco de bosque y de mar en un comedor decorado con fotos en blanco y negro de un trompetista canoso que imaginamos de nombre Miguel.
Para cuando salimos, había dejado de llover y la gente ya se acercaba al escenario, donde seguían grabando un inesperado video. Aquello retrasó un poco el comienzo de los teloneros, Turbolaser. Cinco tíos de Villagarcía de Arousa, creo, que acaban de grabar una maqueta que, por cierto, el cantante lanzó al público como si fueran estrellas ninja. Tienen fondo, y tablas, y temple. Quizás hasta demasiado temple. Ya que ha sido hoy, déjame que utilice esta imagen atlética: son como correr los cien metros con un esguince y terminar, con dignidad, pero sin diploma olímpico. Mucha épica vocal para un esqueleto instrumental más austero. Vimos el concierto al lado de los suyos y, aún así, parecía que tenía más chispa mi coca cola con demasiados hielos. Yo he tocado una guitarra en mi vida y las cuerdas se trenzaron de manera diabólica, y la última vez que canté en un karaoke se le cayeron las "kas" a la palabra, pero, aún así, me arrogo la voluntad de criterio y creo que Turbolaser están a una pared de hacer buenas canciones, pero les falta saltarla. Ahora solo les falta pasar de mí como a buen seguro lo hacen. 
No tardó mucho en salir a escena Xoel López. Acompañado de un bajista con cara de buena persona, un batería esquinado, un percusionista brasileño, dos chicas en cada esquina y, como no, Juan de Dios a la vera de Xoel López. Una de las chicas, de nombre Aurora, se encargaba de los teclados; la otra, de nombre Lola, versátil fotógrafa también, pasaba de la melódica, al triángulo... hasta a la voz. Los siete sonaron perfectamente conjuntados, hermanados en ocasiones, epifánicos en la hilazón de ritmos, a la hora de compartir humor y estado de ánimo. Como no podía ser de otra forma, hubo ocasiones de sobra para ver a Xoel López bajo el foco del protagonismo, pero, aún así, hasta la ausencia de los otros seis parecía tener presencia. 
Llegamos a Fefiñans pensando que teníamos bastante con disfrutar de un concierto inesperado durante nuestras relajantes e higiénicas vacaciones. El último disco de Xoel López, el primero desde que volvió de las Américas, cumpliendo con un periodo vital que parece haberle dado lo que buscaba, nos había pasado desapercibido. Ignorantes como éramos de los impulsos más personales, su viaje a Argentina nos lo había devuelto tan ajeno (como cercano, dicen otros) a su herencia Deluxe que, sin ganas de esforzarnos, desaprovechamos la ocasión de descubrir algo nuevo... pero antiguo al mismo tiempo, algo atlántico. Por fortuna, en Cambados lo descubrimos, y ahora cruzaremos el océano a braza si hace falta. Xoel López y su tropa se soltaron un concierto que le hace honor al título de su disco: un ejercicio de equilibrio, un océano que separa y comunica. Las nuevas canciones suenan modernas y elementales, septentrionales y meriodionales, occidentales y orientales, nostálgicas y esperanzadas. Electrizante y mate. Saben a mate y a orujo, calzan all stars y esparteñas. Nunca fue del todo indie y ahora no es del todo cantautor. Dice en las entrevistas que Xoel López solo quiere ser Xoel López, como yo quiero ser yo y no Lester Bangs, aunque no lo parezca, y a fe que lo consigue ya toque la española o la eléctrica. Y lo mismo pasó con las viejas canciones que recuperó para nuestra asombrada alegría. Porque en Cambados, ayer, sonaron "El cielo de Madrid", "Réquiem", "Gigante", "Bienvenido al final", "Reconstrucción", "Adiós corazón", "Historia universal" y sonaron distintas, demostrando que las canciones son buenas porque son flexibles, maleables, nacieron pero no desaparecerán porque se transforman. Sonaron distintas porque a Xoel López se le veía enchufado, alegre, ligero. Sonaron distintas porque sonaron reverberadas, idas y venidas, viajadas y trasegadas. "Atlántico" es un dardo en el medio de la diana porque cae en el medio del océano Atlántico, a la misma distancia de A Coruña que de Buenos Aires, en un lugar mágico en el que las canciones, viejas o nuevas, parecen recuperar la autenticidad que, en realidad, nunca perdieron, cuando el propio músico acepta la paradoja de ser de dónde eres y de a dónde vas y de de dónde vienes. 
Yo estaba en Cambados. Ella también. Y no somos de allí y no lo seremos, pero, de alguna forma, pertenecemos, tenemos un hueco en la plaza de Fefiñans; tuvimos un sitio en un concierto al que no estábamos invitados. Digo que el Atlántico acerca más que separa. "Atlántico" también. Y el albariño, ni te cuento. Anoche no lo supe, por no saber, de paso, qué iba a opinar la Guardia Civil del caso. Pero hoy lo he aprendido bien: Martín Codax, Carballal, Pazo de Bouciña. Mañana, cuando me vaya de aquí, dejaré una habitación de hotel, pero también un hueco donde queda lo que me llevo a casa, ya sea la música que escuché... o el vino que nos bebimos.

Comentarios

Brains ha dicho que…
Turbolaser no pasan de tí!
De hecho se agradece el comentar nuestra aparición antes de Xoel.

La "maqueta ninja" la puedes escuchar en nuestro bandcamp:
http://turbolaser.bandcamp.com/
Esperamos que nadie haya sufrido heridas de consideración.
Holden Fiasco ha dicho que…
Gracias a vosotros por tomaros el tiempo de leer esto. Que yo sepa no hubo víctimas. Volveré por el bandcamp y escucharé el disco con más atención y si algún día venís por Bilbao, estaré atento.