De lo difícil que es ponerle nombre a las cosas

Tú emborrachate y después me cuentas. Me dices las cosas que se te pueden ocurrir. Si no te acuerdas, pégate a un amigo sobrio, ya se encargará él.
Una noche de esas en las que acabábamos subidos al tejado de la vieja papelera, nos pusimos a jugar a imaginar nombres de grupos de música. No queríamos formar un grupo de música. No sabíamos tocar ni la pandereta. Pero nos gustó la idea de jugar a imaginar nombres de grupos de música.
Los míos eran todos pretenciosos, grandilocuentes, en inglés: Come Come Come, Everything and Nobody Go Skating, Wild America Orchestra, Mission to Crucifixion, Particularly Fanatic Band... Tenéis permiso para mofaros.
Los de mi amigo eran más cómicos, locales, seguían una tradición bien marcada que empezaba casi cuando él nació e Isidoro ya rulaba con su colección de puertas plegables: Mamá me va a matar, Que le den por culo a la tercera dimensión, Sexo en el Balcón, Asquerosa Viscosidad, Pim Pam Pum Flecha!... No sé si él os daría permiso para mofaros.
Nos inventábamos incluso el tipo de música que tocaban, el nombre de su primera maketa, los apellidos y apodos de cada componente. Casi cuando se nos acabaron las cervezas y empezaba a amanecer, nos inventamos un concurso auspiciado por una compañía de discos imaginaria y generosa. Ganaron Asquerosa Viscosidad porque eran los más punks de todos. Solo eran tres, el cantante que no sabía tocar la guitarra pero la tocaba, le faltaban tres dientes, llevaba mohicana y le gustaba que le escupieran, se llamaba El Cacomanco. Era de Simondrogas. Su padre trabajaba en la Babcock. El bajista nunca sonreía, apenas se movía, podía ser el padre de la cantante de Los Punsetes, le hicimos llamarse Iñaki, sin más, muy serio, ni apellidos ni mote. No se sabía nada de él. Pero sabía tocar el bajo y lo tocaba como si fuera una guitarra. Una vez lo estampó en la cabeza de un punk que berreaba en la primera fila. El batería tenía psoriasis pero ni lo sabía. Se llamaba Troitiño, Emeterio Troitiño. Emeterio también se llamaba su padre y el padre de éste que fue el primero en dejar la pequeña aldea de La Coruña donde nació y creció toda la familia para venirse a trabajar a las fábricas del Nervión. Todo el mundo, por cierto, le llamaban Puto Gallego.
Tú emborráchate y luego pregúntale a tu amigo sobrio. Pero así, ahora, abstemio y en día laborable, no se me ocurren nombres que ponerle a las cosas. Así he tardado una vida en decidirme por el nuevo nombre que marcase un cierto cambio de rumbo en este blog meditabundo y desorientado. Al final, he elegido Fiasco Fiasco!, ¿por qué? Porque no suena a nada. Porque no significa nada. Porque estaba hasta los huevos y le dije estoy hasta los huevos no se me ocurre un puto nombre, y ella solo subió los hombros. ¿Y si lo llamo Fiasco Fiasco? ¿Fiasco Fiasco? Sí, con un signo de eso... de admiración al final. Volvió a subir los hombros. Adjudicado.
Pero tengo una última razón.
Pregunta de Trivial Weirdo:
¿Cúal fue la última canción que tocaron en la Sala Salada los Asquerosa Viscosidad cuando ganaron el Primer Concurso de Pop-Rock Local Juan Benito Borreguero?
Pues sí.
En fin. Que ya no hay más songs by songs y empezará a haber fiasco fiascos! ¿Y qué va a cambiar? Poco. Antes elegía un grupo por caprichoso y caprichosamente seleccionaba una canción que me gustara. Soltaba la chapa, colgaba la foto, ponía un vídeo. A partir de ahora, haré lo que me de la gana. En general, todo tendrá relación con la música, pero como todo es música, música para mis oídos, hablaré de lo que me de la gana. Eso es lo que cambia. Por lo demás, a esquivar trenes, acojonante.

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